LA HIERBA DEL VERANO
Cuando sólo está instruida del relente de la misericordiosa noche del verano, y sólo un tímido rocío la ha tocado, con sus dedos de cristal tan puro, o con sus pestañas de Medusa ¡cuan consoladora y dulce
la hierba que te acoge!
Entonces, no necesitas otro amor, otra creencia, otro título, y ni siquiera es necesario que esa hierba sea eterna. Mañana será arrojada al horno como heno, pero has acariciado su textura tan verde y femenina, la has entregado tus pesares, y eso te basta.
José Jiménez Lozano
El Tiempo de Eurídice
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