12 abril 2022

Sobre el cuco - se decía que no arreglarían cuentas hasta que cantase el cuco

LA TIRA DE PIEL

Un hombre tenía dos hijos, uno de dieciocho años y el otro de dieciséis. Un día, el pequeño le dijo a su padre:

—Yo quiero dejar la casa para ir a servir.

El padre consintió y el muchacho se fue a ver dónde encontraba una casa para servir.

Cuando dio con un amo se ajustó para hacer de criado con él, pero el amo le hizo firmar un documento en el que se decía que no arreglarían cuentas hasta que cantase el cuco y, además, que aquel que se enfadara primero de los dos se tenía que dejar sacar una tira de piel de la nuca al pie.

El muchacho se fue a trabajar las tierras y al mediodía llegó una criada para darle de almorzar. Traía el almuerzo en un puchero y también llevaba un plato y le dijo que, de parte de su amo, que tenía que comer sin pasar la comida del puchero al plato y sin abrir el puchero. El muchacho, claro, dijo:

—Eso es imposible, así que se lleva usted el almuerzo a casa que ya hablaré yo con el amo.

La criada se lo llevó. Por la noche, cuando volvió a casa del amo, éste le preguntó:

—¿Se ha enfadado usted?

Y el muchacho respondió:

—No, no me he enfadado.

Y el amo lo mandó a dormir en el suelo, en un rincón.

Nazarenos

 muscari armeniacum

11 abril 2022

Sobre el cuco - por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden

 LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO

Cuando el verano toca a su fin, los señores veraneantes se han ido y los lugares más bellos se quedan desiertos (pero en los bosques los cazadores disparan y por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden ya con sus enigmáticos sacos a la espalda), puede ser que las grandes nubes de los atardeceres se reúnan, entre las cinco y media y las seis, para tentar a los pobres curas de aldea.

Precisamente a esa hora, don Antonio, joven coadjutor de la parroquia, enseña a los niños el catecismo en el oratorio que en el pasado fue gimnasio de los trabajadores. Aquí está él, de pie; allí, los bancos en los que se sientan los niños y, al fondo, el gran ventanal orientado al este a través del cual se ve el plácido y majestuoso Col Giana iluminado por el último sol.

—In nomine Patris et Filii et… —dice don Antonio—. Niños, hoy os hablaré del pecado. ¿Alguno de vosotros sabe qué es el pecado? Por ejemplo, tú, Vittorio, que no comprendo por qué siempre te sientas tan atrás… ¿Sabes decirme qué se entiende por pecado?

—Pecado… pecado… es cuando uno hace cosas feas.

—Sí, claro, más o menos es eso. Pero es más correcto decir que el pecado es ofender a Dios desobedeciendo alguna de sus leyes.

En Gijón

en Gijón

10 abril 2022

Sobre el cuco - Es la hora del crepúsculo susurros de lluvia, cantos del cuco.

PASEANDO JUNTO AL MONASTERIO DE LA FUENTE CLARA CERCA DEL ARROYO DE LAS ORQUÍDEAS, CUYAS AGUAS FLUYEN HACIA EL OESTE
Al pie de la montaña
los pequeños brotes de las orquídeas en el arroyo;
entre los pinos, un sendero de arena,
limpio, sin lodo.
Es la hora del crepúsculo
susurros de lluvia, cantos del cuco.
¿Quién dice que el hombre
no puede retornar a la infancia?
Si ante la puerta del monasterio
el agua del arroyo puede discurrir hacia el oeste,
no pretendas que unos albos cabellos
canten al gallo amarillo.
SEGÚN LA MELODÍA NIAN UN JIAO

Antología de la poesía china
SU SHI

SU SHI: Meishan (Sichuan), 1036-1101. Segundo nombre, Sisan; sobrenombre, Dongpo jushi («Eremita de la ladera este»). De familia de literatos, jinshi a los veinte años. Mandarín en provincias, en 1069 volvió a la corte. Se opuso a las reformas de Wang Anshi, y se vio obligado a solicitar el traslado lejos de la capital, a Hangzhou y luego a Huzhou. Involucrado en las luchas políticas de la corte, en 1079 fue encarcelado, y después degradado. Destinado en Huangzhou (Hubei), se hizo construir una casa en la ladera este (dongpo), de donde su sobrenombre. Al subir al trono el emperador Zhezong, retornó a la capital para desempeñar altos cargos. De nuevo en desgracia, volvió a ser degradado y enviado a provincias, y sólo un año antes de su muerte gozó una vez más del favor de la corte, bajo el emperador Huizong. De vasta erudición, compuso obras en prosa y en verso. Se le considera el escritor más destacado de la dinastía Song, y uno de los «Ocho grandes de las dinastías Tang y Song». Sus poemas del género ci representan la cumbre de dicho género. Su producción literaria se conserva en Siete antologías de Dongpo.

Modernismo en Gijón

en Gijón

09 abril 2022

Sobre el cuco - Nunca volví a escuchar al cuco como en la infancia en aquel monte.

 La casa en construcción de Castro de Elviña, donde fuimos a vivir en 1963, estaba en un lugar apartado y conocido por Monte da Nacha, lindante con un camino de tierra que llevaba al llamado Escorial y a la torre de emisión de Radio Coruña. Una de las primeras informaciones vecinales que recibí, con cierta turbación, fue que justo en aquella cumbre era donde daba la vuelta el viento. Un mérito que se atribuye a muchas cumbres, pero que en este caso, y no había más que oír el rumor hosco de los eucaliptos, era muy verosímil. Y no eran dos o tres voces las que lo afirmaban. Todo el mundo decía lo mismo: «¡Vais a vivir donde da la vuelta el viento!». Eso, lo de ver al viento dar la vuelta, fue algo que me tuvo ocupado y preocupado durante un tiempo. Y todavía más cuando mi padre proclamaba: «¡Aquí nunca llegará la ciudad!». Algo había de cierto. Las gaviotas coruñesas, incluso en la tempestad, daban siempre la vuelta allí, en aquel non plus ultra del altísimo poste radiofónico. Y lo mismo los estorninos, que hacían y deshacían viñetas súbitas en el cielo. Los cuervos, no. Los cuervos volaban, solitarios o en batallón desastrado, y de repente caían o remontaban hacia lo desconocido. Tenía simpatía por los cuervos. En la iglesia, siempre húmeda y fría, con los cuerpos petrificados por el contagio de las losas, había un momento en que revivíamos y era cuando el cura leía la parte del Génesis en el Antiguo Testamento, y en especial el episodio del Arca de Noé. Todos atentos a las manos del sacerdote, pues hacía el gesto mímico de soltar una paloma y un cuervo, con la misión de ser informadores meteorológicos después del diluvio. Regresaba la paloma con la rama de olivo, pero el predicador nada decía del cuervo. ¿Qué había sido de él? Normal que no volviese el cuervo. No había más que verlo allí, en nuestro monte. A su aire. La paloma es periodista. El cuervo, ese vagabundo, es poeta. Y el cuco. También el cuco seguía su viaje. Nunca volví a escuchar al cuco como en la infancia en aquel monte. Una de las veces que el abuelo carpintero rompió su silencio fue para decirme despacio, con la intención de que no me lo olvidase nunca, un proverbio destilado como un haiku: «Si el cuco no cantó en marzo o en abril, o el cuco está muerto o el fin está a venir». Había un gran peñasco que llevaba su nombre, el del cuco. Tenía su forma, un ave pétrea, alada, con el pico orientado hacia la línea del faro. Una gran piedra a punto de volar, ésa era la posición. Cada año, en marzo o en abril, pasaba el cuco. Subía hacia el norte desde algún lugar de África. Debía de haber una saga de cucos africanos que mantenían ese camino. Se notaba que la ruta no le era indiferente porque no pasaba sin más. Se recreaba en el cucar, que iba y venía en intensidad. Todo el deseo se concentraba entonces en la mirada, en el querer ver al cuco. A Zapateira, en aquel entonces, era un gran espacio de misterio, una tierra de nadie poblada para nosotros por los seres de la imaginación, que a veces nos visitaban en forma de zorros, conejos, martas, serpientes, búhos o lechuzas. Era también el primer lugar donde el cuco cucaba. No existía todavía ninguna carretera ni club de golf. Hasta que los hicieron, la carretera y el campo de golf. Y los veranos subía la comitiva motorizada de Franco. Todo el monte escudriñado por cientos de guardias. De repente, se ponían firmes en sus puestos de vigía. Pasaba el zumbido acorazado del Caudillo. Las compactas carrocerías negras, como catafalcos rodantes, con los vidrios ahumados. En aquel convoy de verano, nunca distinguimos ningún rostro. Con los años, se extendió la ocupación catastral y fue desapareciendo del monte la salvaje compañía. Quedaba el cielo. La imaginación de las nubes. El viento zarandeando a los cuervos. Los cuervos burlándose del viento.

Manuel Rivas
Las voces bajas

«Las voces bajas es la novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los emigrantes, los muertos, los animales… Las voces de los que no quieren dominar y se alimentan de palabras y cuentos». Desde la primera página, late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente. Con el hilo conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y otro ríe. «No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola».

¡A volar!