14 marzo 2022
13 marzo 2022
Sobre el cuco - Cuando caminas por la noche y aspiras el olor del heno cortado, mientras escuchas al cuco en el bosque y observas el movimiento de las estrellas, tu corazón
Hay una edad,
recuérdalo, lector, en la que sonríes vagamente, como si en el aire flotaran
besos; tienes el corazón henchido de una brisa perfumada, la sangre late
acalorada en tus venas, burbujea dentro de ellas como el vino en una copa de
cristal; te despiertas más feliz y más rico que la víspera, más palpitante, más
emocionado; dulces fluidos ascienden y descienden en tu interior y te recorren
deliciosamente con un calor embriagador. Los árboles flexionan sus copas en el
viento con suaves torsiones, las hojas se agitan las unas contra las otras como
si hablasen entre ellas, las nubes se deslizan y despejan el cielo, en el que
brilla la luna y, desde las alturas, se contempla a sí misma en el río. Cuando
caminas por la noche y aspiras el olor del heno cortado, mientras escuchas al cuco en el bosque y observas
el movimiento de las estrellas, tu corazón —¿no es cierto? —, tu corazón es más
puro, está más empapado de aire, de luz y de azul que el horizonte apacible,
donde la tierra acaricia al cielo con un beso tranquilo. ¡Oh! ¡Qué perfumados
son los cabellos de las mujeres! ¡Qué dulce es la piel de sus manos, qué
penetrante su mirada! Pero aquellos ya no eran los primeros deslumbramientos de
la infancia, recuerdos perturbadores de los sueños de la noche anterior. Por el
contrario, estaba entrando en una vida real, en la que tenía mi lugar, en una
armonía inmensa en la que mi corazón cantaba un himno y vibraba grandiosamente.
Degustaba con fruición este fascinante crecimiento, y el despertar de mis
sentidos incrementaba aún más mi satisfacción. Por fin despertaba de un largo
sueño, como el primer hombre de la Creación, y veía frente a mí a un ser
semejante a mí mismo, pero dotado de diferencias que establecían entre nosotros
una vertiginosa atracción. Y al mismo tiempo sentía por esta nueva forma una
emoción desconocida, que llenaba de orgullo mi pensamiento, mientras el sol
brillaba más puro, las flores despedían un perfume más embriagador que nunca y
la sombra era más dulce y más amable.
Gustave Flaubert
Noviembre
12 marzo 2022
Sobre el cuco - en la misma dirección resonaron las notas del canto de un cuco, especial de aquellas islas.
En una de aquellas
requisas notó una cosa que le preocupó. Iba a volverse al campamento, cuando
oyó volar y chillar entre la espesura a varios pájaros, entre ellos algunos de
los llamados tamo, que remontaron el vuelo.
Otro cualquiera no
hubiese hecho caso de ello; pero el malabar se alarmó. Aquellos volátiles, que
no son de la familia de los nocturnos, debían de haberse asustado de algo
cuando en la mitad de la noche abandonaron sus nidos.
—Puede haber sido
algún animal el que los ha obligado a huir, o quizás una serpiente-murmuró;
—pero también puede serla presencia de un hombre.
Se replegó
prudentemente hacia el campamento, que, como hemos dicho, estaba en una gran
espesura de plátanos silvestres, y se puso a escuchar.
Trascurrieron
algunos minutos, y en la misma dirección resonaron las notas del canto de un cuco, especial de aquellas
islas.
—¡Cantar de noche!
—murmuró el malabar—. Esto no es natural. ¡También ése se ha asustado!
Se inclinó sobre
Will, y le despertó sacudiéndole con fuerza.
—¡Preparémonos para
irnos, señor! —le dijo—. ¡Ya volveremos después para completar nuestras
provisiones!
—¿Qué, nos amenaza
algo? —preguntó el contramaestre.
—Tengo la seguridad
de que los isleños han descubierto nuestro campamento, y la prudencia aconseja
que nos embarquemos. El Nizam puede aparecer de un momento a otro, y los
isleños comunicarían a su comandante la presencia de un hombre blanco en estas
costas.
—¡Despierta a
todos!
Emilio Salgari
La Perla Roja
11 marzo 2022
Sobre el cuco - Cuando volvieron a alejarse, el mosquito, el cuco y los cañones retomaron su trío.
Desde Bar-Le-Duc
nos dirigimos hacia el noreste y, a medida que vamos adentrándonos en el bosque
de Commercy, empezamos a escuchar de nuevo la Voz del Frente. Aquél era el día
más cálido y sosegado de mayo, y, en el claro en que nos detuvimos para
almorzar, el familiar sonido de los cañones se apoderó del silencio del
mediodía con un estruendo descomunal. En los intervalos entre explosión y
explosión no se oía nada, con la única excepción del zumbido de los mosquitos
que volaban bajo la húmeda luz del sol, y de la llamada del cuco, como de dríade, que
nos llegaba desde profundidades más frondosas. Vimos, al final del sendero, cómo
pasaban unos soldados de caballería con sus ropas de un ya muy raído azul, y
los flancos de sus caballos brillantes como castañas maduras. Se detuvieron a
charlar y aceptaron unos cigarrillos. Cuando volvieron a alejarse, el mosquito,
el cuco y
los cañones retomaron su trío.
Edith Wharton
De Dunkerque a Belfort
Francia combatiente
Suscribirse a:
Entradas (Atom)