12 marzo 2022

Sobre el cuco - en la misma dirección resonaron las notas del canto de un cuco, especial de aquellas islas.

 En una de aquellas requisas notó una cosa que le preocupó. Iba a volverse al campamento, cuando oyó volar y chillar entre la espesura a varios pájaros, entre ellos algunos de los llamados tamo, que remontaron el vuelo.
Otro cualquiera no hubiese hecho caso de ello; pero el malabar se alarmó. Aquellos volátiles, que no son de la familia de los nocturnos, debían de haberse asustado de algo cuando en la mitad de la noche abandonaron sus nidos.
—Puede haber sido algún animal el que los ha obligado a huir, o quizás una serpiente-murmuró; —pero también puede serla presencia de un hombre.
Se replegó prudentemente hacia el campamento, que, como hemos dicho, estaba en una gran espesura de plátanos silvestres, y se puso a escuchar.
Trascurrieron algunos minutos, y en la misma dirección resonaron las notas del canto de un cuco, especial de aquellas islas.
—¡Cantar de noche! —murmuró el malabar—. Esto no es natural. ¡También ése se ha asustado!
Se inclinó sobre Will, y le despertó sacudiéndole con fuerza.
—¡Preparémonos para irnos, señor! —le dijo—. ¡Ya volveremos después para completar nuestras provisiones!
—¿Qué, nos amenaza algo? —preguntó el contramaestre.
—Tengo la seguridad de que los isleños han descubierto nuestro campamento, y la prudencia aconseja que nos embarquemos. El Nizam puede aparecer de un momento a otro, y los isleños comunicarían a su comandante la presencia de un hombre blanco en estas costas.
—¡Despierta a todos!
 
Emilio Salgari
La Perla Roja

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11 marzo 2022

Sobre el cuco - Cuando volvieron a alejarse, el mosquito, el cuco y los cañones retomaron su trío.

Desde Bar-Le-Duc nos dirigimos hacia el noreste y, a medida que vamos adentrándonos en el bosque de Commercy, empezamos a escuchar de nuevo la Voz del Frente. Aquél era el día más cálido y sosegado de mayo, y, en el claro en que nos detuvimos para almorzar, el familiar sonido de los cañones se apoderó del silencio del mediodía con un estruendo descomunal. En los intervalos entre explosión y explosión no se oía nada, con la única excepción del zumbido de los mosquitos que volaban bajo la húmeda luz del sol, y de la llamada del cuco, como de dríade, que nos llegaba desde profundidades más frondosas. Vimos, al final del sendero, cómo pasaban unos soldados de caballería con sus ropas de un ya muy raído azul, y los flancos de sus caballos brillantes como castañas maduras. Se detuvieron a charlar y aceptaron unos cigarrillos. Cuando volvieron a alejarse, el mosquito, el cuco y los cañones retomaron su trío.

Edith Wharton
De Dunkerque a Belfort
Francia combatiente

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10 marzo 2022

Sobre el cuco - uno no sabe si maravillarse más por la perfección de los instintos del cuco, o por la falta de tales instintos por parte de sus anfitriones

No es menor el estupor ante el comportamiento del cuco que, a la luz de nuestra moral humana, nos parece dotado de una astucia perversa. En lugar de construir un nido, la hembra pone un huevo en el nido de un pájaro más pequeño; a menudo (no siempre) la pareja propietaria del nido no se percata de la intrusión, incuba el huevo extraño junto a los propios y el pequeño cuco sale del cascarón. Recién nacido, todavía implume y ciego, posee ya una sensibilidad y una intolerancia específicas: no soporta otros huevos a su alrededor. Se revuelve, se esfuerza, empuja, hasta arrojar al suelo todos los huevos de sus hermanos putativos.
Sus dos «padres» lo alimentarán afanosamente durante días y días, hasta que el pollito sea sensiblemente más grande que ellos. Parece una historia sacada de un mal folletín, y uno no sabe si maravillarse más por la perfección de los instintos del cuco, o por la falta de tales instintos por parte de sus anfitriones involuntarios: pero hasta en los juegos de la naturaleza tiene que haber un ganador y un perdedor. Resumiendo, los pájaros, al igual que otros animales, no saben hacer todas las cosas que hacemos nosotros, pero saben hacer otras que nosotros no sabemos hacer, o al menos no igual de bien, o solamente con la ayuda de instrumentos.

Primo Levi
El oficio ajeno

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09 marzo 2022

Sobre el cuco - ¿Y de la pérfida astucia del cuco, asesino de sus hermanastros recién salido del huevo?

Hay que respetar a los animales porque «Dios considera buenas todas las criaturas», «las alimenta y las protege»: ¿Cómo ignorar las pacientes y crueles emboscadas de las arañas, la refinada cirugía con la que ciertas avispas paralizan a una oruga, depositan en su interior un único huevo y van a morirse a otra parte, dejando que la larva devore poco a poco al huésped aún vivo? ¿Es posible sostener que también en estos casos Dios «prepara (a los animales) un lugar para el reposo»? ¿Qué decir de los felinos, espléndidas máquinas de matar? ¿Y de la pérfida astucia del cuco, asesino de sus hermanastros recién salido del huevo? No puede de ningún modo decirse que estas criaturas sean «malas», pero es necesario admitir que las categorías morales, el bien y el mal, no sirven para los subhumanos. La gigantesca y sanguinaria competición que nació con la primera célula, y que aún tiene lugar a nuestro alrededor, está fuera, o por debajo, de nuestros criterios de comportamiento.

Hay que respetar a los animales, pero por otros motivos. No porque sean «buenos» y útiles para nosotros (no todos lo son), sino porque una norma escrita en nosotros, y reconocida por todas las religiones y legislaciones, nos intima a no crear dolor, ni en nosotros ni en ninguna otra criatura capaz de percibirlo. «Arcano es todo excepto nuestro dolor»; las certezas del laico son pocas, pero la primera es esta: es admisible sufrir (y hacer sufrir) únicamente si se evita así un mayor sufrimiento a sí mismo o a los demás.

Primo Levi
El oficio ajeno

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...