09 septiembre 2021
08 septiembre 2021
VII - La tregua
La enfermedad de Dolores provocó la tregua al odio, la reacción en favor suyo. Una enferma grave era una diversión para todas aquellas señoras que no sabían hablar más que de sus partos, de sus hijos y de sus enfermedades, en las conversaciones, llenas de revelaciones matrimoniales, que a Dolores le daba vergüenza seguir, y en las que se complacían las virtuosas casadas, que no tenían más que pensar en cumplir los deberes que el Sacramento del matrimonio les había impuesto, y encontraban el hablar de las intimidades con los esposos la cosa más sencilla y natural.
La casa en donde había alguna dolencia era un punto de reunión para encontrarse todas las vecinas, que no dejaban escapar la buena ocasión de penetrar en las intimidades ajenas, criticar todo lo que veían: la buena disposición de la dueña de la casa, la limpieza, el orden o la abundancia.
Algunas, como Juanita, tenían todo su placer en visitar enfermas y parturientas. Un parto difícil, una enfermedad grave, eran, para ellas, una felicidad.
Cuanto más trágica y melodramática era la situación, cuanto más ocasión de compadecer y de conmoverse ofrecía, cuanto más pudiese despertar la lástima su relato patético, más dichosas se sentían.
Su felicidad llegaba a su colmo cuando, merced a la tribulación de una familia, podían sorprender un secreto, que dejaba de serlo para toda la dudad.
Casi siempre, abusando del estado de cansancio y de debilidad de las familias, se erigía Juanita en directora de todo. Desde el primer momento se instaló en casa de Dolores y empezó a dar órdenes, y a mandar, como si en la suya propia se encontrase.
07 septiembre 2021
7 de septiembre
Se ha dicho que procrear no es tan difícil; solo hace falta que dos se pongan a ello; pues bien, no, tienen que ser tres; un hombre, una mujer y Dios entre ellos. Si el pensamiento de Dios es ajeno a su éxtasis, harán un niño, pero no harán un hombre.
George Sand, Histoire de ma vie
No basta, hijo mío, con ablandarse como un pedazo de buey en el caldo del sentimentalismo, hay que pasar a la acción.
¡En cuestiones de amor soy asquerosamente pragmático!
Adolphe Gaiffe, Corsaire, 7 de septiembre de 1852
Unas caricias que hubieran hecho saltar hasta el firmamento a todos los seminaristas de la Tierra.
Raymond Brucker, Mensonge, p. 430
Es menester que la enemistad social se oceanice en la copa de la anarquía, pues la necesidad de verdad está en el fondo del vaso y hay que beber hasta la última gota antes de poder llegar a ese sedimento tan necesario.
Colins
La siega es el desenlace del drama agrícola.
Auguste Desplaces
Me parece que esta noche tengo en mí el alma de Napoleón que me inspira y me manda grandes cosas: en la rue du Coq he comprado un sombrero.
Gérard de Nerval, «Aurelia o el sueño de la vida»,
Revue de Paris, 15 de febrero de 1855
Epígrafe para encabezar esta colección:
He aquí a estos hombres soberbios,
unos sobre los otros tumbados;
así palpitan entre las hierbas
los peces que se han pescado.
Ponsard, poema de Homero, Revue de Paris,
15 de diciembre de 1854
Gustave Flaubert
Bouvard y Pécuchet
Penguin Clásicos
Los mejores libros jamás escritos. Verdadera enciclopedia de la estupidez humana y retrato sangrante y bilioso de la burguesía en estado puro, Bouvard y Pécuchet inaugura de algún modo la literatura del siglo XX. La más entretenida e hilarante farsa filosófica de la historia, novela póstuma (1881) y quijotesco testamento de Gustave Flaubert, nos cuenta las andanzas de Bouvard y Pécuchet, dos almas gemelas reunidas por el azar. Una herencia y el sueño de un retiro contemplativo donde cultivar la sabiduría harán que se abismen en todas las áreas del conocimiento humano de la jardinería al teatro, de la medicina a la religión, para encontrar en todas ellas solo escepticismo y desazón.
Firma la espléndida introducción Jordi Llovet, sutil conocedor de todo lo que rodea al ermitaño de Croisset, y también reúne aquí, dándole a su edición un carácter único, los materiales que preparó el propio Flaubert para la segunda parte (inacabada) de la novela: el «Estupidiario», el «Diccionario de ideas corrientes» o la imposible colección de citas, entre otros textos.
«¡Pensándolo bien, es una buena idea! ¡Dios mío, pues sí! ¿Por qué no?»
06 septiembre 2021
6 de septiembre
Aquella mañana, por primera vez, Fähmel estuvo descortés con ella, casi grosero. La telefoneó a eso de las once y media, y ya el timbre de su voz le hizo presentir algo desagradable; no estaba acostumbrada a aquellas modulaciones, y precisamente porque sus palabras se mantenían perfectamente correctas, la asustó el tono de la voz: toda su cortesía quedaba reducida a fórmulas, como si, en lugar de agua, le hubiese ofrecido H2O.
—Por favor —dijo—, ¿quiere buscar en su escritorio la tarjeta encarnada que le di hace cuatro años? Con la mano derecha, Leonore tiró del cajón de su escritorio, empujó a un lado una tableta de chocolate, el paño de lana y el limpiametales, y sacó la tarjeta encarnada. —Por favor, lea en voz alta lo que dice la tarjeta—. Y ella leyó con voz temblorosa: «Estoy en todo momento a disposición de mi madre, mi padre, mi hija, mi hijo y el señor Schrella; no estoy para nadie más».
—¿Quiere repetir la última frase, por favor? —y ella repitió—: No estoy para nadie más. Y además, ¿cómo sabía usted que el número de teléfono que le di era el del hotel Prinz Heinrich? —Leonore no contestó—. Perdone, pero insisto en que se atenga usted a mis indicaciones aunque se las diera hace cuatro años…, por favor.
Ella no contestó.
—Fue una tontería… —¿Se había olvidado de añadir esta vez «por favor»?
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