05 julio 2021
04 julio 2021
4 de julio
En el año de nuestro Señor de 1804, en una tarde agradable del suave mes de octubre, salí a dar mi habitual paseo por The Battery, que es a un tiempo orgullo y baluarte de esta antigua e inexpugnable ciudad de Nueva York. Recuerdo bien aquellos días, pues precedieron a ese invierno extraordinariamente frío en el que nuestro sagaz Ayuntamiento, en un brote de filantropía económica, hizo pedazos, gastando para ello varios cientos de dólares, las murallas de madera que le habían costado varios miles, para distribuir los fragmentos podridos, cuyo valor era considerablemente inferior a nada, entre los temblorosos pobres de la ciudad. Jamás, desde la caída de las murallas de Jericó o de las almenas de construcción divina de Troya, ha asistido el mundo a tal demolición, la cual no quedó sin castigo: cinco hombres, once ancianas y diecinueve niños, además de gatos, perros y negros, quedaron ciegos en el intento vano de ahumarse para entrar en calor, gracias a este caritativo sustituto de la leña que produjo también una epidemia de ojos llorosos que se repite desde entonces todos los inviernos particularmente entre quienes se lanzan a quemar maderos podridos, se calientan con la caridad de otros o utilizan chimeneas modernas.
03 julio 2021
3 de julio
Abraham Lincoln tuvo una suerte distinta, porque su caso quedó sólo en tentativa de rapto. Decimosexto presidente de Estados Unidos —dieciseisavo, según algún kamikaze del lenguaje—, Lincoln merece historia al margen, porque ha sido movido diecisiete veces de sitio. Siempre dentro del mismo cementerio de Oak Ridge, en Springfield (Illinois), lo cual convierte al mandatario en el mayor conocedor de aquel recinto. Uno de aquellos ajetreos se produjo a raíz de un intento de secuestro por parte de otro grupo de chapuzas. El primer plan, porque hubo dos, estaba preparado para llevarse a cabo el 3 de julio de 1874, víspera del Día de la Independencia, cuando los estadounidenses están distraídos dando los últimos toques a majorettes y carrozas. El cerebro de la operación era Big Jim Kinelly, un mafioso especializado en la falsificación de papel moneda y sumamente cabreado porque habían encarcelado a Benjamin Boyd, un compinche imprescindible para llevar a término la imitación de los dólares. Big Jim improvisó una banda para secuestrar los restos de Lincoln y exigir como canje la libertad de Boyd. De paso pidió 200.000 dólares en efectivo. A ser posible de curso legal.
Uno de los integrantes de la banda, alias El Bocazas, cometió la insensatez de contar a una prostituta amiga los planes de secuestro, olvidando que las putas son putas pero, a veces, muy patriotas. La ramera trasladó tal revelación a la policía de Illinois y el plan quedó desbaratado.
02 julio 2021
2 de julio
2 de julio
La excursión a Aigua Xellida me ha hecho pensar en Begur. Es un pueblo que me gusta. Desde el punto de vista popular, Begur es la quintaesencia de Palafrugell, la realización completa de Palafrugell —un pueblo de gente libre, desorganizada y primigenia. Uno de los personajes del pueblo es mi viejo amigo Brincs. Su historia es muy sencilla.
Pere Brincs llega a la barraca de la viña con el sol alto. Abre la puerta de par en par y, mientras cuelga el zurrón de un clavo y deja el bastón detrás de la puerta, bate palmas.
Salen cuatro gallinas alborotadas, hay un gran batiburrillo de alas ante el sol, una pelusa de pluma se le queda colgada del bigote.
—Pitas, pitas, pitas…
Pere Brincs tiene cuatro gallinas en la viña por aquello de darle color.
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