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24 septiembre 2021

24 de septiembre

Cerco a Cascorro

Darse una vuelta por El Rastro de Madrid lleva sin más remedio a una plaza en donde hay un soldado de bronce sobre un pedestal, con una lata de petróleo, una antorcha y una cuerda. Una estatua que tiene mucho que ver con lo sucedido el 24 de septiembre de 1895.

Estábamos los españoles en plena bronca con los cubanos —nosotros intentando amarrar Cuba y ellos tratando de que la soltáramos—, cuando se dio una de las más famosas batallas de aquella guerra por la independencia, la batalla de Cascorro, que se hubiera perdido si no llega a ser por el tipo de la lata de petróleo, la antorcha y la cuerda.

Cascorro está tierra adentro, cerca de Camagüey. Allí estaba acuartelado el Regimiento de Infantería María Cristina nº 63 cuando llegaron los independentistas cubanos al mando de un general en jefe con malas pulgas, Máximo Gómez. Aquel que, cuando le preguntaron quiénes eran sus mejores generales para acabar con los españoles en Cuba, respondió: «Los generales junio, julio y agosto». Porque en estos meses las enfermedades tropicales mataban más españoles que las balas.

El Regimiento español atrincherado en Cascorro estaba acogotado por el asedio y a punto de sucumbir, cuando un soldado español llamado Eloy Gonzalo, en plan torero, dijo eso de «dejadme solo». Agarró una lata de petróleo y una antorcha, y se ató una cuerda a la cintura. Se deslizó en la noche hacia el campamento cubano, esparció el petróleo, prendió fuego con la antorcha y salió por pies. Aquella acción dio un par de días de respiro hasta que llegaron refuerzos españoles, y entonces los que corrieron fueron los cubanos.

¿Que por qué el soldado Eloy Gonzalo llevaba una cuerda atada a la cintura? Porque no se fiaba de que su plan tuviera éxito y pidió a los compañeros de su regimiento que, en caso de que muriera, tiraran de la cuerda y recuperaran su cadáver. El soldado Eloy se libró de morir en aquella refriega, pero no salió vivo de Cuba. Murió en la isla dos años después. Se lo llevó la disentería, una enfermedad tropical. O sea, que acabó matándolo uno de los más efectivos generales de las tropas cubanas. El general junio.

Nieves Concostrina
Se armó la de San Quintín
Y otras menudas historias de la Historia

31 julio 2021

31 de julio

La última víctima de la Inquisición
Allá va una efeméride con dos caras, una buena y otra mala. Primero, la mala. El 31 de julio de 1826 fue ejecutado en Valencia, con la recurrente excusa de la ley de Dios, Cayetano Ripoll, un maestro de escuela catalán que no llevaba a misa a sus alumnos. Y ahora, la parte buena. Aquél fue el último auto de fe que pudieron celebrar los diabólicos tribunales eclesiásticos que se repartían por España y que vigilaban la observancia de la fe católica. Cayetano Ripoll fue la última víctima de la barbarie, pero a él, la verdad, le dio igual llevarse a la tumba tan dudoso honor.
No fue la Inquisición quien ordenó ejecutar a Cayetano Antonio Ripoll, porque la Inquisición, aunque seguía existiendo, se había visto obligada trece años antes a suspender sus maléficas prácticas por orden de las Cortes de Cádiz. Pero como la Iglesia de aquel tiempo buscaba mil recovecos para seguir haciendo de las suyas con el beneplácito del Borbón Fernando VII, en sustitución del anestesiado Santo Oficio se crearon las Juntas de Fe, que venían a ser el mismo perro con distinto collar. Y le tocó a Cayetano.

03 julio 2021

3 de julio

Abraham Lincoln tuvo una suerte distinta, porque su caso quedó sólo en tentativa de rapto. Decimosexto presidente de Estados Unidos —dieciseisavo, según algún kamikaze del lenguaje—, Lincoln merece historia al margen, porque ha sido movido diecisiete veces de sitio. Siempre dentro del mismo cementerio de Oak Ridge, en Springfield (Illinois), lo cual convierte al mandatario en el mayor conocedor de aquel recinto. Uno de aquellos ajetreos se produjo a raíz de un intento de secuestro por parte de otro grupo de chapuzas. El primer plan, porque hubo dos, estaba preparado para llevarse a cabo el 3 de julio de 1874, víspera del Día de la Independencia, cuando los estadounidenses están distraídos dando los últimos toques a majorettes y carrozas. El cerebro de la operación era Big Jim Kinelly, un mafioso especializado en la falsificación de papel moneda y sumamente cabreado porque habían encarcelado a Benjamin Boyd, un compinche imprescindible para llevar a término la imitación de los dólares. Big Jim improvisó una banda para secuestrar los restos de Lincoln y exigir como canje la libertad de Boyd. De paso pidió 200.000 dólares en efectivo. A ser posible de curso legal.
Uno de los integrantes de la banda, alias El Bocazas, cometió la insensatez de contar a una prostituta amiga los planes de secuestro, olvidando que las putas son putas pero, a veces, muy patriotas. La ramera trasladó tal revelación a la policía de Illinois y el plan quedó desbaratado.

CAJITA DE CORNELL.

CAJITA DE CORNELL.  En un campo de lirios, monasterio de pájaros, riendo Sören Kierkegaard, con pantalón cortilargo, la cara enharin...