28 junio 2021

28 de junio

En oportunidad que se denunciaron las atrocidades cometidas por los rusos, después de la caída de Varsovia, recomendó a la Cámara gran delicadeza con respecto al Emperador de Rusia, declarando que «ninguna persona podía lamentar más que él las expresiones que habían sido publicadas» (Cámara de los Comunes, 28 de junio de 1832), que «el entonces Emperador de Rusia era un hombre de elevados y generosos sentimientos», que «cuando habían ocurrido casos de indudable severidad hacia los Poles por parte del gobierno ruso, podemos establecer esto como prueba que el poder del Emperador de Rusia era prácticamente limitado, y podemos tomarlo como seguro que el Emperador, en aquellos casos, ha debido ceder a la influencia de otros, más que seguir el dictado de sus sentimientos espontáneos» (Cámara de los Comunes, 9 de julio de 1833).

Cuando con una mano se sella la suerte de Polonia, y en la otra se hacía inminente la disolución del Imperio turco a causa de la rebelión de Mehemet Alí, aseguró a la Corona que «los hechos se estaban sucediendo en forma satisfactoria» (Cámara de los Comunes, 26 de enero de 1832).

Madrid: Plaza Mayor con césped

Madrid: Plaza Mayor con césped

27 junio 2021

27 de junio

El éxito de Bajo el volcán lo incomodó, acostumbrado como estaba a tantos fracasos, y al final de sus días no podía escribir, sólo dictaba a su mujer Margerie, y tenía que hacer lo primero de pie e inmóvil, lo cual le trajo problemas circulatorios en las piernas. Tras sus largos periplos regresó a Inglaterra, a la aldea de Ripe, donde murió la noche del 27 de junio de 1957, un mes antes de cumplir los cuarenta y ocho años. Durante algún tiempo se creyó que su muerte había sido by misadventure (literalmente «por accidente» o «por malaventura» o «por contratiempo»), pero hoy en día parece seguro que no fue tan aventurada, o acaso la tentativa fue menos experimental que las otras veces. Tras una bronca con Margerie, ella le tiró la botella de ginebra al suelo, rompiéndosela. Él intentó golpearla y ella salió corriendo a refugiarse en casa de una vecina. No se atrevió a volver hasta la mañana siguiente, y entonces se lo encontró tirado en el suelo, muerto, la cena que ella le había preparado y él no había probado dispersa por la habitación, como si por fin hubiera ido a comer y se le hubiera caído el plato. Se había tomado unos cincuenta somníferos que pertenecían a Margerie, quien no hizo inscribir en su lápida el epitafio que él había compuesto: «Malcolm Lowry / Late of the Bowery / His prose was flowery / And often glowery / He lived, nightly, and drank, daily, / And died playing the ukulele». Que se podría traducir de manera infiel, y si prescindimos de la rima. «Malcolm Lowry / difunto de la calle Ebria / su prosa fue florida / y a menudo airada / vivió, noche a noche, y bebió, día a día, / y murió tocando el ukelele». Pero aquí no se debe prescindir de la rima.

Javier Marías
Vidas escritas

Faulkner a caballo, Conrad en tierra, Isak Dinesen en la vejez, Joyce en sus gestos, Stevenson entre criminales, Conan Doyle ante las mujeres, Wilde tras la cárcel, Turgueniev, Mann, Lampedusa, Rilke, Nabokov, Madame du Deffand, Rimbaud, Henry James, el gran Laurence Sterne…

Hasta un total de veinte genios de la literatura resucitan en estas breves e insólitas biografías, que se leen como cuentos gracias a la precisión, amenidad y elegancia de la prosa de Javier Marías. Todos son extranjeros, todos están muertos y todos han sido tratados como personajes de ficción, con un afecto y una ironía no exentos de profundidad.

El volumen se completa con seis retratos de «Mujeres fugitivas», que vivieron y murieron por encima de sus posibilidades, con tanta intensidad como humor. Y lo corona «Artistas perfectos», el contrapunto de las anteriores semblanzas: sus imágenes detenidas prescinden de anécdotas y caracteres para subrayar, en frases como relámpagos, la expresividad de los rostros, ademanes y gestos, espontáneos o artificiales, de los artistas que sólo en la posteridad alcanzan la perfección. Los textos van acompañados de extraordinarios retratos, pertenecientes en su mayoría a la colección del autor.

Madrid: Plaza Mayor con césped

Madrid: Plaza Mayor con césped

26 junio 2021

26 de junio

LA LOTERÍA

LA mañana del 27 de junio era clara y soleada, con la tibieza fresca de un día de pleno verano; las flores se abrían con profusión y la hierba lucía su verde intenso. La gente del pueblo empezaba a reunirse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, hacia las diez; en algunos pueblos había tantos habitantes que el sorteo llevaba dos días y debía comenzar el 26 de junio, pero en este pueblo, donde sólo había unas trescientas almas, toda la lotería se celebraba en menos de dos horas, de modo que podía comenzar a las diez de la mañana y estar terminada a tiempo para permitir que los habitantes volvieran a casa a tomar la comida del mediodía.

Los niños fueron los primeros en acudir, por supuesto. Había terminado el colegio hacía poco, por el verano, y el sentimiento de libertad generaba inquietud en la mayoría de ellos; solían reunirse en silencio durante un rato, antes de estallar en juegos turbulentos, y todavía hablaban de las clases y del maestro, de libros y de reprimendas. Bobby Martin ya se había llenado los bolsillos de piedras, y pronto siguieron su ejemplo los demás, eligiendo las más suaves y redondas; Bobby y Harry Jones y Dickie Delacroix —la gente del pueblo pronunciaba «Dellacroy»—, al cabo de un rato, reunieron un gran montón de ellas en un ángulo de la plaza y lo protegieron de las incursiones de los otros chicos. Las niñas se mantenían apartadas, hablando entre sí, mirando a los chicos por encima del hombro, y los pequeñines se revolcaban en el polvo o se quedaban cogidos de la mano de sus hermanos o hermanas mayores.

Madrid: Plaza Mayor con césped

Madrid: Plaza Mayor con césped

25 junio 2021

25 de junio

María Roget había abandonado la casa de su madre en la rue Pavée Saint-André el domingo día 22 de junio de 18…, alrededor de las nueve de la mañana. Al salir, dio cuenta a monsieur Jacques Saint-Eustache, y sólo a él, de su intención de pasar el día en compañía de una tía suya que vivía en la rue des Dromes. Esta calle es un pasaje corto y estrecho, pero muy concurrido, situado no lejos de la orilla del Sena y a unas dos millas en línea recta de la pensión de madame Roget. Saint-Eustache, que era el prometido de María y vivía en la misma casa, donde comía también, había de ir a buscar a su novia al oscurecer y acompañarla a su domicilio. Pero durante la tarde llovió abundantemente, y creyendo que la muchacha se quedaría en casa de su tía durante toda la noche, como ya en otras ocasiones y circunstancias análogas lo había hecho, no creyó necesario cumplir su promesa. Al avanzar la noche, madame Roget —que estaba muy enferma y contaba setenta años de edad— manifestó su temor de que tal vez «no volviera a ver nunca más a María»; pero en ese momento nadie dio importancia a la frase.

Enriketa ve un fantasma