26 junio 2021
25 junio 2021
25 de junio
María Roget había abandonado la casa de su madre en la rue Pavée Saint-André el domingo día 22 de junio de 18…, alrededor de las nueve de la mañana. Al salir, dio cuenta a monsieur Jacques Saint-Eustache, y sólo a él, de su intención de pasar el día en compañía de una tía suya que vivía en la rue des Dromes. Esta calle es un pasaje corto y estrecho, pero muy concurrido, situado no lejos de la orilla del Sena y a unas dos millas en línea recta de la pensión de madame Roget. Saint-Eustache, que era el prometido de María y vivía en la misma casa, donde comía también, había de ir a buscar a su novia al oscurecer y acompañarla a su domicilio. Pero durante la tarde llovió abundantemente, y creyendo que la muchacha se quedaría en casa de su tía durante toda la noche, como ya en otras ocasiones y circunstancias análogas lo había hecho, no creyó necesario cumplir su promesa. Al avanzar la noche, madame Roget —que estaba muy enferma y contaba setenta años de edad— manifestó su temor de que tal vez «no volviera a ver nunca más a María»; pero en ese momento nadie dio importancia a la frase.
24 junio 2021
La noche de san Juan, día de San Juan...
Galicia ... Las virtudes de las hierbas de San Juan son muchas. Con las olorosas particularmente y flores y ramos de nogal («nogueira»), «herba de Nosa Señora» (matricaria), roble («carballos), castaño, saúco y romero se hacen manojos que se dejan macerar en agua al sereno de la noche: al día siguiente todos se lavan con esta agua. La tarde de la víspera los mozos y mozas cogen flores de cardo silvestre. Después de esto queman las estrías y ponen una flor en un papel con un nombre. Las chicas naturalmente colocan tantos papeles y flores como pretendientes posibles tienen y los hombres tantos como mujeres por las que pudieran sentir cierta inclinación. El cardo que la mañana de San Juan parece haber florecido más indica el nombre de la persona cuyo amor es más seguro. Práctica semejante existe en Extremadura. Allí las mozas cortan al anochecer del día de San Juan tantos cardos en capullo cuantos pretendientes tienen. Después queman los tallos y cada capullo lo atan.
Una vez atado lo colocan debajo de la cama y el que a la mañana siguiente ha florecido indica cuál ha de ser el marido futuro. Para esto, como es natural, hay que nombrar a cada uno de los capullos con el nombre de uno de los pretendientes. En unos lados los capullos se atan con cintas de distintos colores. En Mérida con alpaca, en Valverde y Benquerencia con lana, en Montehermoso con las ligas de la muchacha y en Galisteo con los ataderos del moño. Las que no tienen pretendientes hacen un ramito de nueve flores diferentes, entre ellas el «corazoncillo», lo meten bajo la almohada y ven la que florece y de ahí sacan sus augurios. Vale la pena de hacer unas indicaciones sobre el cardo, así como se han hecho sobre otras plantas. El cardo silvestre en flor es, o ha sido entre los vascos, como entre otros muchos pueblos europeos, el símbolo del sol. De aquí que se coloque en las puertas el día de San Juan y que se tenga la flor todo el año en ellas.
Julio Caro Baroja
La estación del amor. Fiestas populares de mayo a san Juan.
23 junio 2021
23 de junio
Donde murió el paladín Roldán
Faro de Vigo, 23 de junio de 1964.
De Jaca a Navarrenx
Habíamos decidido entrar por Somport, por el Summo Portu, para ir a buscar, hacia el oeste, San Juan de Pie de Puerto, y por Valcarlos subir a Ronces valles. Para lo cual nos fuimos a dormir a Jaca, lo que nos permitiría aparecer tempraneros en el alto. En la anochecida, viajando desde Lérida, la memoria tanteaba en las sombras de los lugares santos del camino, vinculados desde las primeras horas a la peregrinación del Señor Santiago: Santa Cruz de la Seros, San Salvador de Leyre, San Juan de la Peña… La luna acariciaba con sus manos azules el pantano de la Peña. Por aquí iba la rama del camino que entraba por Somport, por Sangüesa y Olite a Puente la Reina. El monasterio de Santa María de la Oliva, Eunate…, todo eso quedaba en la bruma nocturna. Atrás, en el camino, habíamos dejado, en su montaña, el castillo de Monfort. Allí se crió Jaime el Conquistador, entre las patas de los caballos de Simón, cuyos relinchos, si en vez de Lérida la cosa fuese en Bretaña, todavía se escucharían en las noches de tempestad.
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