19 julio 2021

19 de julio

«Somos gente ignorante y lo que decimos no nos lo hemos inventado; nos limitamos a repetir lo que hemos oído». La muchedumbre no tardó en dispersarse, pues en ese momento sonó el timbre. La escena se me antoja curiosa porque sucedió el 19 de julio, a eso de las cinco de la tarde. La víspera, el 18, se produjo la batalla de Plevna. ¿Cómo podía alguien, y mucho menos en medio de un viaje en tren, haber recibido ya un telegrama? Desde luego, se trata de una mera coincidencia. No creo, de todos modos, que ese muchacho fuera el difusor e inventor de ese rumor falso; lo más probable es que se lo oyera a alguna otra persona. No hay que olvidar que los fabricantes de rumores falsos, y naturalmente de rumores malintencionados referentes a derrotas y desgracias, se han multiplicado en Rusia este verano y que, sin duda, perseguían fines muy distintos que la simple propalación de infundios.Dado el apasionado espíritu patriótico del pueblo en esta guerra; dada la conciencia del significado y los objetivos de esta guerra, de la que nuestro pueblo ha dado muestras desde el año pasado; dada la fervorosa y devota fe del pueblo en su zar… todos esos retrasos y esos secretismos en torno a las noticias que llegan del teatro de las operaciones no sólo no son beneficiosos, sino claramente perjudiciales. Desde luego, nadie puede exigir ni desear que se hagan públicos los planes estratégicos, los efectivos con que cuentan las tropas antes de entrar en combate, los secretos militares y demás, pero hay noticias que aparecen antes en los periódicos de Viena que en los nuestros; esas informaciones, al menos, deberían saberse antes aquí.

Rurales

camino rural entre retamas en flor

18 julio 2021

18 de julio

Salieron a la calle negra, inhóspita y vacía. Daniel les acompañó un buen trecho y luego se separaron, quedando para verse al día siguiente. Al día siguiente estalló lo de Argelia.
Camiones militares en las calles. Alambradas ante el Quai d’Orsay, gritos por los Campos Elíseos y el helicóptero de la policía retumbando sobre los tejados. Todo el mundo pendiente de la prensa, de Córcega, del partido que tomaría el Ejército, del general De Gaulle. Los españoles traían el recuerdo del 18 de Julio, pero los amigos franceses aseguraban que el Ejército no se levantaría. Los del café hervían iracundos contra los paracaidistas, y en el Barrio Latino se iniciaban gestiones para una manifestación que nunca llegaba a organizarse.
Por fin, De Gaulle habló. La tarde de su esperada conferencia pilló a Pedro fuera del barrio, con Daniel, y no pudo volver a casa porque el centro estaba acordonado, casi en pie de guerra, y esta vez, además del helicóptero, una segunda avioneta sobrevolaba la ciudad a la caza de posibles manifestantes. Todos escuchaban, los soldados, junto a los aparatos de transmisiones, y la gente en casa o en los bares. Por media hora, la ciudad quedó inmóvil. Luego vino el lento éxodo de los que vivían en las afueras, porque los Sindicatos de transportes habían declarado la huelga y el Metro no funcionaba.
—No ha dicho mucho —comentaba Pedro, camino del hotel.

Rurales

 las retamas en flor

17 julio 2021

17 de julio

Durante dos años se «substanció» el proceso en los sótanos del Aposento de la Verdad, que Wisner más cautamente denomina Cuarto de la Justicia. Los verdugos guaykurúes de Bejarano y Patiño tuvieron bastante trabajo en esta laboriosa encuesta. Al fin las confesiones arrancadas a punta de los látigos «colas-de-lagarto» no dejaron un solo resquicio de duda. El 17 de julio de 1821 fueron ejecutados los sesenta y ocho reos acusados de alta traición en la conjura, tras la cual El Supremo Dictador condujo hasta su muerte la nave del Estado sin ulteriores complicaciones. En alguno de sus apuntes se lee esta apacible reflexión: «Los problemas de meteorología política fueron resueltos de una vez para siempre en menos de una semana por los pelotones de ejecución». (N. del C.)«El mayor placer del Dictador era hablar de su Ministerio de la Guerra. Una vez entró el armero con tres o cuatro mosquetes reparados. El Gran Hombre los llevó uno por uno al hombro y apuntando hacia mí, como para hacer fuego, apretó el gatillo varias veces sacando chispas al pedernal. Encantado, riendo a carcajadas me preguntó: —¿Qué creyó usted, Mister Robertson? ¡No iba a disparar sobre un amigo! ¡Mis mosquetes llevarán una bala al corazón de mis enemigos!