«Somos gente ignorante y lo que decimos no nos lo hemos inventado; nos limitamos a repetir lo que hemos oído». La muchedumbre no tardó en dispersarse, pues en ese momento sonó el timbre. La escena se me antoja curiosa porque sucedió el 19 de julio, a eso de las cinco de la tarde. La víspera, el 18, se produjo la batalla de Plevna. ¿Cómo podía alguien, y mucho menos en medio de un viaje en tren, haber recibido ya un telegrama? Desde luego, se trata de una mera coincidencia. No creo, de todos modos, que ese muchacho fuera el difusor e inventor de ese rumor falso; lo más probable es que se lo oyera a alguna otra persona. No hay que olvidar que los fabricantes de rumores falsos, y naturalmente de rumores malintencionados referentes a derrotas y desgracias, se han multiplicado en Rusia este verano y que, sin duda, perseguían fines muy distintos que la simple propalación de infundios.Dado el apasionado espíritu patriótico del pueblo en esta guerra; dada la conciencia del significado y los objetivos de esta guerra, de la que nuestro pueblo ha dado muestras desde el año pasado; dada la fervorosa y devota fe del pueblo en su zar… todos esos retrasos y esos secretismos en torno a las noticias que llegan del teatro de las operaciones no sólo no son beneficiosos, sino claramente perjudiciales. Desde luego, nadie puede exigir ni desear que se hagan públicos los planes estratégicos, los efectivos con que cuentan las tropas antes de entrar en combate, los secretos militares y demás, pero hay noticias que aparecen antes en los periódicos de Viena que en los nuestros; esas informaciones, al menos, deberían saberse antes aquí.