Era el año 1809 cuando el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859) terminó su libro Historia de Nueva York según Knickerbocker. En esta obra el autor narraba, de un modo satírico, la vida de aquellos primeros colonos holandeses que llegaron a la costa este de Norteamérica y fundaron la propia Nueva York. A lo largo del libro la figura de san Nicolás aparece veinticinco veces, pero no ya como un obispo de venerable aspecto y edad avanzada, sino como un hombre alegre, bonachón, generoso y propietario de un caballo volador con el que surcaba los cielos de la ciudad, arrojando regalos a sus habitantes a través de sus chimeneas. El nuevo rostro del santo gustó tanto que su popularidad creció entre los neoyorquinos, e incluso los colonos ingleses aceptaron con gusto su celebración el 6 de diciembre. Es a estos últimos a quienes debemos el nombre de Santa Claus, pronunciación anglosajona del holandés Sinterklaas o Sinter Klaas.
Francisco José GómezBreve historia de la Navidad
Breve historia: Pasajes - 26
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