25 diciembre 2020

25 de diciembre

Los villancicos de la calle de Buci

Antes de la guerra, era en la noche del 24 al 25 de diciembre cuando había que ir a ver la calle de Buci, tan querida para los poetas de mi generación. Una vez, en un cabaré cercano, cenamos en nochebuena André Salmon, Maurice Cremnitz, René Dalize y yo. Oímos cantar villancicos. Yo estenografié sus letras. Los había de diferentes regiones de Francia.

¿Acaso no se cuentan los villancicos entre los más curiosos monumentos de nuestra poesía religiosa y popular? Son, en todo caso, las obras que quizá reflejen mejor el alma y las costumbres de la provincia de la que vienen. El primero que anoté en ese cabaré de la calle de Buci lo cantaba un aprendiz de barbero, nacido en Bourg-en-Bresse.

Los villancicos bresanos no son ciertamente villancicos para los tiempos de guerra.

Las enumeraciones rabelasianas de las vituallas contrastan con las restricciones de la época austera en que vivimos.

En cuanto la villa de Bourg / Supo la buena nueva / Mandó tocar el tambor / Poner todo en escudillas. / Becadas, lebroncillos / Codornices, capones gordos / De la casa Curnillon / Celebrando una francachela / De la casa Curnillon / Celebrando la nochebuena.

Tres patitos llevó Gorg / Una hermosa oca rellenó / Y con lomo de ternera / Se hizo un buen ragú; / Su mujer hizo morcilla / Y en casa del señor Choin cogió / Una gran fuente de plata / Para ahí, ahí, ahí poner / Una gran fuente de plata / Para ahí su ofrenda poner.

Rápido se fue a llamar / Al huésped de la Buena Escuela / Que albóndigas llevó / Y una butifarra hermosa; / Fricandos el señor mezcló / Con orejas de ternera / Y tres barriletes llevó / De mo, de mo, de mostaza, / Y tres barriletes llevó / De mostaza de Dijon.

Cuando el huésped de Saint-François / Escuchó que se animaban / Las sartenes y graseras / En el barrio de Tesnière, / Mandó hacer a su lacayo / Un brodio de pollo / Para enseguida chuparse / Los de, los de, los deditos / Para enseguida chuparse / Los cinco dedos y el morrito.

En cuanto el huésped del Escudo / Vio que a la luz de luna partían, / Puso por cuatro escudos / Azúcar en la harina / Para hacer pastelillos / Que parecieron castillos; / Son mejores que el pan / Para, para, para las damas; / Son mejores que el pan / Para los niños y las damas.

Neren puso en una tabla / Morcilla blanca como la nieve / Y doce lenguas de buey / Que eran negras como el pan; / Y luego su buen vino viejo / Que yo a menudo bebí / Y si Dios quiere, beberé / Hasta la Pas, Pas, Pascua / Y si Dios quiere beberé / Más de lo que él guste dar.

Usted y yo, padre Alexis, / Hemos de hacer una ofrenda / Y juntarnos cinco o seis / Para tocar la zarabanda; / Con nuestro gran bordón / Cantaremos de corazón; / Llegó, llegó Navidad / A celebrar una francachela / Llegó, llegó Navidad / Un sabroso caldo se hará.

Después de este villancico de nochebuena, he aquí otro con más gracia que también fue oído hace años en los alrededores de Saint-Quentin. Doy la versión que anoté en la calle de Buci.

Cantemos, os ruego, / Navidad en alto / Con bella voz / Solemnizando / De María doncella / La Concepción / Sin original / Maculación.

Esta muchacha / Nativa era / De la noble villa / Llamada Nazaret / De virtud llena / De cuerpo gracioso / Es la más bella / Que hay bajo los cielos.

Iba al Templo / Para a Dios suplicar; / El Consejo se forma / Para aquesta casar; / La chica tan bella / No quiere consentir / Pues Virgen y doncella / Quiere vivir y morir.

El Ángel les ordena / Que se hagan juntar / Gentes en un bando, / Todos por casar; / Y aquél cuya verga / Presto brotará / A la noble Virgen / Verdadero esposo hará.

Presto la abundancia / De amables galantes / A la virgen grata / Se van deseando; / Con la noble chica / Cada uno contaba, / Pero el más hábil / Ya nada penaba.

José cogió su verga, / En llegándose della: / A la Virgen cuántos / No la desearon; / Pues en su vida entera / No tuvo intención / Deseo ni gana / De conjunción.

Cuando fueron al Templo / De todo reunidos, / Estando todos juntos / En tropa ordenados, / La grata verga / De José floreció, / Y en el mismo instante / Flor y fruto dio.

Con gran reverencia / A José se retuvo, / Quien con su mano blanca / A esta virgen tuvo; / Y así después el cura, / Rector de la ley, / Abrazar les hizo / A ambos la fe.

Con las orejas gachas / Los amables galantes / Tanto que es maravilla, / Se van murmurando / Diciendo qué pena / Que este canoso padre / Haya en matrimonio / A la virgen tomado.

La noche seguiente, / A la medianoche, / La Virgen grata / En su libro lee, / Que el Rey celestial / Fundará nación / De una doncellita / Sin corrupción.

Mientras que María / Así contemplaba / Y del todo encantada / Hacia Dios estaba, / Gabriel arcángel / Llegó de repente / Entrando en su cuarto / Manifiestamente.

Con voz suavecita / Graciosamente / Dijo a la muchacha / Para saludarla: / Dios te guarde, María, / Llena de beldad, / Eres la Amiga / Del Dios de bondad.

Dios hace un misterio / En ti maravilloso, / Es que serás madre / Del rey glorioso; / Tu castidad / Y virginidad / Por obra divina / Preservada será.

A esta palabra / La Virgen consiente, / El Hijo de Dios vuela, / A ella desciende. / Pronto estuvo encinta / Del príncipe de los Reyes. / Sin males ni fatigas / Lo guardó nueve meses.

El noble trabajo / José no comprende / A pocas no gruñe, / Se va murmurando, / Pero el ángel celeste / Le dice, durmiendo, / Que él no se inquiete, / De Dios es el niño.

José y María / Vírgenes son a la par, / Que en compañía / A Belén van. / Allí parirá / A la medianoche / La Virgen sagrada / En un pobre logal.

Fue allí consolada / Por ángeles celestes, / Fue allí visitada / Por los Pastores alegres, / Fue allí venerada / Por tres nobles Reyes, / Y fue rechazada / Por los nobles burgueses.

Así, oremos a María / Y a Jesús, su hijo. / Que después de esta vida / Tengamos Paraíso / Y, nuestro viaje / Estando acabado / Nos dé repartido / El cielo azulado.

En May-en-Multien es donde todavía se canta este encantador villancico del cual tenemos aquí una estrofa:

Pastores que os juntáis / Al toque de la señal / Para así juntos ir / A saludar tralarilorí / A saludar tralariloró / Al rey que recién nació.

Y también aquél donde

San Lifardo fue a coger / La Dama del Camino / Con idea de aparecer / Llevando todos en la mano / Laúdes, oboes y guitarras / Para hacer unas charangas, / Trompetas y tambores / Para tocar todo el día.

He aquí un villancico que oí cantar en la calle de Buci. No conozco su procedencia. En cualquier caso, es bien campestre y lleno de sabor:

Estribillo: Dejad pastar vuestro ganado, / Pastorcillos de la Ceca a la Meca, / Dejad pastar vuestro ganado / Y venid a cantar al niño.

De oír cantar al ruiseñor / Con un canto tan nuevo / Tan alto, tan bello, / Con tal resonar / Me rompía la cabeza, / De tanto que predicaba y trisaba, / Cogí entonces mi cayado / Para ir a ver al niño (estribillo).

Me dirigí al pastor Nolet; / ¿Has oído al Ruiseñorcillo / Tan bonitico / Que chillaba / Allá en lo alto sobre una espina? / ¡Ah, sí! dijo, lo oí, / He cogido mi bocina / Y con ello me he deleitado (estribillo).

Todos cantamos una canción, / Los otros han venido al son. / Ahora, ande, bailemos. / ¡Coge a Alizon! / Yo cogeré a Guillemette, / Margot cogerá al gordo Guillot. / ¿Quién cogerá a Péronelle? / Se ocupará Talebot (estribillo).

No bailemos más, tardamos demasiado; / Vayamos pronto, corramos al trote, / Vente pronto. / Espera, Guillot. / Se ha roto mi correíta, / Tengo que remendar mi zueco. / Así que, coge esta agujita, / Que buena falta te hará (estribillo).

¿Cómo, Guillot, no vienes? / Claro, voy con suave paso, / Tú no oyes / De todo mi caso; Sabañones tengo en los talones, / Por lo que no puedo trotar; / Me han cogido las heladas. / Yendo al bosque a laborar (estribillo).

Marcha delante, pobre Mulard, / Y apóyate en tu cayado; / Y tú, Coquard, / Viejo Loriquart, / Has de tener gran vergüenza / De rechinar así los dientes, / Y de esto no debes dar cuenta / Al menos ante la gente (estribillo).

Con grande firmeza corrimos, / Por ver Nuestro dulce Redentor / Y creador / Y hacedor; / Tenía, que Dios sepa, / De banderas gran necesidad; / Yacía en el belén / Sobre una brizna de heno (estribillo).

Su madre con aqueste estaba / Un viejo lo alumnaba / Que en nada semejaba / Al bonito delicado / No era su padre / Lo supe por sus morritos / Se parecía a la madre / Pero aún más bonito es él (estribillo).

Así, un paquete grande teníamos / De víveres para un banquete; / Pero el fino / De Jean Huguet / Y una gran galga / Dejaron el tarro destapado / Después la pastora fue / Que dejó la tapa abierta (estribillo).

De alborozarnos no cesamos; / Yo una ovejita le di; / Al pequeño niñito / Un malvís / Le dio Péronnelle, / Y Margot leche le dio / Una pequeña escudilla / Con un velo cubierta (estribillo).

Ahora, oremos todos al Rey de Reyes / Que nos dé a todos feliz Navidad / Y mucha paz / Que nuestras fechorías, / No tenga en memoria / Nuestros pecados perdone, / A aquellos del Purgatorio / Que sus pecados borre.

Aquí tenemos un villancico delicado y delicioso del que lamento no haber anotado más que este pasaje:

Yo me levanté una mañanita / Que el alba la blanca manteleta vestía. / Cantemos Navidad, Navidad al niño / Cantemos de nuevo al niño.

Y este villancico híbrido:

Celebremos el nacimiento / Nostri Salvatoris / Que provoca el contento / Dei sui patris. / Salvador tan amable / In node media / Ha nacido en un establo / De Casta María.

Esa misma noche también anoté un villancico de una provincia que está devastando la guerra, la Champagne de La Fontaine y de Paul Fort:

Las chicas de Cernay / Dormir no pudieron. / Sólo manteca, leche / Y al campo que se fueron, / Y aquellas de Taissy / La calle cruzaron / Después de haber oído / El ruido / Y el encantador debate / ¡Lailé! / De las de Sillery.

Y para acabar alguien canta un gracioso villancico infantil cuya fecha debe de ser reciente. He aquí una estrofa:

Una pequeña abeja / Zumbando cual moscardón / Se fue hacia el chiquitillo / Diciéndole al oído / Te traigo yo un bombón / Es suave como la seda / Pruébalo mi guapetón.

Uno puede tener cien impresiones distintas de la vieja calle de Buci. Yo las cambio todas por las que sentí al escuchar cantar estos villancicos, una nochebuena, pocos años antes de la guerra.
Guillaume Apollinaire 
El paseante de las dos orillas

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