Que la vida de Pessoa no tuviera aventura (infancia surafricana aparte) no quiere decir, claro, que no tuviera angustia, sueño, dolor, dirección. Sólo se le conoce un amor, con Ofélia Queirós, en dos fases de apenas unos meses separadas por diez años. Una relación en la que también entraron los heterónimos: Álvaro de Campos le escribía cartas a Ofélia advirtiéndola de que Pessoa no era de fiar. El 29 de noviembre de 1920 Pessoa le escribe en una carta a Ofélia: «El amor pasó… Mi destino pertenece a otra Ley, cuya existencia Ofélia ignora, y está subordinado cada vez más a la obediencia a maestros que ni permiten ni perdonan». Ofélia acabaría casándose con un teatrero y Pessoa habitaría cada vez más en el mundo paralelo de sus heterónimos, entregado febrilmente a la escritura de sus poemas: afirmó haber escrito todos los poemas de El guardador de rebaños en una única noche de insomnio de Caeiro.
Un disfraz equivocado
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