Por fin llegó el día en que todo cambió por completo; el sol rompió impetuosamente las nubes y abrevó la tierra, ese viejo niño, con la leche de sus rayos; las montañas se estremecieron de alegría, y corrieron en abundancia sus lágrimas de nieve; crujieron y se rompieron las cubiertas de hielo de los lagos; abrió la tierra sus azules ojos, de su seno brotaron las flores amantes y los bosques sonoros, verdes palacios de los ruiseñores: la Naturaleza toda sonrió, y esta sonrisa se llama la primavera.
Entonces una nueva primavera comenzó también en mí; nuevas flores abrieron sus botoncillos en mi corazón, sentimientos de libertad brotaron como rosas, y secretos deseos, como tempranas violetas, entre las que no faltan seguramente alguna inútil ortiga. Sobre la tumba de mis deseos extendió de nuevo la esperanza su apacible verdor, volvieron las melodías poéticas, cual las aves de paso que, después de haber invernado en el cálido Mediodía, vuelven a visitar el abandonado nido del Norte, y el abandonado corazón del Norte resuena y florece como en otro tiempo...; solamente yo ignoro cómo ocurrió todo esto.
De Enrique Heine CUADROS DE VIAJE
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