22 marzo 2022

Sobre el cuco - Un cuco cantó en el huerto

 Mientras Olive escribía sus cuentos, Violet daba clase a los pequeños en la hierba. Hacía un día cálido y luminoso. Los criados estaban terminando de recoger lo que quedaba de la fiesta. Violet se había instalado en una combada butaca de mimbre, con la cesta de labor a su lado, y zurcía calcetines, tensándolos sobre una seta de madera, que habían pintado como una falsa oronja, de color escarlata con verrugas blancas. Phyllis, Hedda y Florian se dedicaban a «estudiar la naturaleza» con una colección de flores y hojas que habían recogido. Tom, Dorothy, Griselda y Charles se habían tumbado en la hierba, medio leyendo, medio escuchando, medio conversando sin mucho entusiasmo. Se suponía que Tom estaba estudiando latín. Robin dormitaba a la sombra en su cochecito. Un cuco cantó en el huerto. Violet les dijo que escucharan.

—En junio cambió de canto —dijo. «Cu», cantó el cuco lacónicamente. Violet les habló de los cucos—: No construyen nidos. Los toman prestados. Ponen los huevos disimuladamente en los nidos de otros pájaros, entre los demás huevos. La madre cuco escoge a la madre adoptiva con mucho cuidado y aprovecha para poner los huevos cuando la madre adoptiva ha ido a por comida. Y luego esta, tal vez un mosquitero musical, o un escribano, alimenta al polluelo extraño como si fuese suyo, incluso cuando crece hasta hacerse mucho más grande que ella y cuando apenas cabe ya en el nido, él la llama pidiendo comida y ella responde…

—¿Y qué les pasa a los hijos verdaderos? —preguntó Hedda.

—Tal vez se marchen antes —respondió vagamente Violet.

—Los echa fuera del nido —dijo Dorothy—. Lo sabes muy bien. Me lo enseñó Barnet, el guarda forestal. Echa los otros huevos fuera del nido, y se rompen contra el suelo, y lo mismo hace con los polluelos. Empieza a dar vueltas y vueltas y los empuja con los hombros hasta echarlos abajo. Los he visto en el suelo. Y a pesar de todo los padres siguen alimentándolo. ¿Cómo es posible que no se den cuenta de que no es su hijo?

—Es sorprendente lo mucho que ignoran los padres —repuso Violet—. Es sorprendente cuántos animales no conocen a sus verdaderos padres. Igual que el patito feo de Hans Andersen, que en realidad era un cisne. La madre naturaleza quiere que el polluelo de cuco sobreviva y vuele con los demás cucos a África. Y cuida de él.

—Pero no cuida de los mosquiteros musicales —replicó Dorothy—. Si yo fuese el mosquitero lo dejaría morir de hambre.

—No —objetó Violet—. Harías lo que es natural, que consiste en dar de comer a quien pide comida. No es tan fácil decidir quiénes son tus verdaderos hijos.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Dorothy, sentándose.

—Nada —respondió Violet desdiciéndose. Luego, casi sotto voce, le dijo a la seta donde zurcía los calcetines—. ¿Quién es la verdadera madre de un niño? ¿La que le da de comer, lo lava y llega a conocer todas sus manías, o la que lo deja en un nido ajeno para que se las arregle como pueda…?

Dorothy adivinó lo que pensaba Violet, igual que antes había adivinado lo que pensaba Philip. No era la primera vez que Violet hablaba de aquel modo. Respondió, recurriendo a la ayuda de la ciencia:

—Es solo el instinto natural. El de los cucos y el de los mosquiteros.

—Es la bondad que hay en el fondo de las cosas —objetó Violet. Apuñaló el calcetín con una aguja.

—Hay muchos que no son los verdaderos padres de sus hijos, y otros que ignoran quiénes son sus verdaderos padres, se oye decir constantemente… —dijo Charles en voz baja pero audible.

—No deberías prestar crédito a esas habladurías —repuso Violet con fuerzas renovadas—. Y la gente no debería decirlas.

—No tengo la culpa de tener oídos —replicó Charles.

Hedda cogió sus muñequitos del zapato.

—Estos no tienen ni padre ni madre, solo un zapato. Son míos y yo cuidaré de ellos.

La situación resultaba bastante incómoda. Tom se sumergió en su latín. Griselda le propuso a Dorothy ir a dar un paseo por el bosque. Charles se ofreció a acompañarlas, y Tom también.

«Cu», dijo el cuco en el bosque. «Cu-cú, cu-cú».

—Es curioso —observó Dorothy— que, cuando llega el momento de volar a África, sepa que es un cuco y vuele con los demás cucos. Quisiera saber qué es lo que cree ser él. No puede verse a sí mismo.

A. S. Byatt

El libro de los niños

El libro de los niños transcurre durante el lento y destellante crepúsculo victoriano, esa apasionante época que va desde el final del siglo XIX hasta la primera guerra mundial. La protagonista de la novela es Olive Wellwood, una famosa escritora de libros infantiles. Ella y su numerosa familia viven en una casa de campo formando una especie de sociedad dedicada al culto del arte, la literatura, la conversación y la política. Cuando el hijo mayor de Olive sorprende a otro niño, de origen humilde, en una sala del Museo Victoria and Albert de Londres, dibujando un famoso candelabro, la vida de esas familias empezará a cambiar. El niño será adoptado por los Wellwood e ingresará así en un mundo deslumbrante, lleno de inquietantes misterios y fulgurantes deslumbramientos.

Sellos, monedas, autógrafos de Juan II, El Museo universal, 1857

Sellos, monedas, autógrafos de Juan II, El Museo universal, 1857,

21 marzo 2022

Sobre el cuco - Aunque se equivoca un 10 por ciento de las veces, normalmente una hembra de cuco pone sus huevos en el mismo tipo de nido que su madre, su abuela materna, su bisabuela materna y así sucesivamente.

Los cucos o cuclillos parásitos son una rareza, y una rareza fascinante desde el punto de vista del Libro Genético de los Muertos. Como es bien sabido, son criados por padres adoptivos de una especie que no es la suya. Nunca crían a sus propios hijos. No todos son criados por la misma especie adoptiva. En Inglaterra, algunos son criados por bisbitas comunes (Anthus pratensis), otros por carriceros comunes (Acrocephalus scirpaceus), menos por petirrojos (Erithacus rubecula) y otras especies, pero la mayoría es criada por acentores comunes (Prunella modularis). Sucede que el principal especialista británico en acentores comunes y autor de Dunnock Behaviour and Social Evolution [Comportamiento y evolución social del acentor común] (1992) es también el principal investigador actual de la biología del cuco: Nicholas Davies, de la Universidad de Cambridge. Basaré mi relato en la obra de Davies y su colega Michael Brooke, porque se presta especialmente bien a la metáfora de la «experiencia» de mundos ancestrales. A menos que se diga lo contrario, me referiré al cuco o cuclillo común, Cuculus canorus.

Cincinato, cuando le fueron a separar del arado para que dictase leyes

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20 marzo 2022

Sobre el cuco - Los pollos de cuco comen insectos o gusanos

Bisbitas comunes, carriceros comunes y lavanderas blancas enlutadas son, según esta manera de verlo, viejos enemigos de sus gentes respectivos de cuclillos. Ha habido mucho tiempo para que ambos bandos hayan acumulado una gran cantidad de armamento. Los huéspedes han desarrollado ojos penetrantes para los huevos impostores, y los cucos poseen disfraces para sus huevos igual de astutos. Los petirrojos son un caso intermedio. Sus cucos ponen huevos que se parecen algo a los de petirrojo, pero no mucho. Quizá la carrera armamentista entre petirrojos y el gens petirrojo de los cucos es de una antigüedad intermedia. Según esta hipótesis, los cromosomas Y de los cucos de petirrojo tienen cierta experiencia, pero su descripción de ambientes ancestrales recientes (de petirrojo) es todavía superficial y está contaminada por las descripciones previas de otras especies «experimentadas» previamente.
Davies y Brooke realizaron experimentos colocando deliberadamente huevos suplementarios de varios tipos en nidos pertenecientes a distintas especies de aves. Querían saber qué especie aceptaría, o rechazaría, los huevos extraños. Su hipótesis era que que las especies que han sostenido una larga carrera armamentista con los cucos tendrían más posibilidades, como consecuencia de su «experiencia» genética, de rechazar los huevos extraños. Una manera de comprobarlo era buscar especies que ni siquiera fueran adecuadas como huéspedes para los cucos. Los pollos de cuco comen insectos o gusanos. Las especies que alimentan a sus pollos con semillas, o las que anidan en agujeros que las hembras de cuco no pueden alcanzar, nunca han corrido el riesgo de ser parasitadas por los cuclillos. Davies y Brooke predijeron que estas aves no se preocuparían si se introducían experimentalmente huevos extraños en sus nidos. Y así sucedió. En cambio, las especies que son adecuadas para los cucos, como los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), los zorzales comunes (Turdus philomelos) y los mirlos comunes (Turdus merula), mostraron una tendencia más fuerte a rechazar los huevos experimentales que Davies y Brooke, haciendo de cucos, depositaron en sus nidos. Los papamoscas son potencialmente vulnerables porque dan de comer a sus pollos una dieta apta para los cucos. Pero mientras que los papamoscas grises (Muscícapa striata) hacen nidos abiertos y accesibles, los papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) anidan en agujeros demasiado pequeños para las hembras de cuco. Naturalmente, cuando los experimentadores pusieron huevos extraños en sus nidos, los papamoscas cerrojillos, con sus acervos genéticos «inexpertos», aceptaron los huevos extraños sin rechistar; los papamoscas grises, en cambio, los rechazaron, lo que sugiere que sus acervos genéticos estaban al tanto de la amenaza del cuco desde hacía tiempo.

Puerta del Sol en Toledo, 1857

Puerta del Sol en Toledo

19 marzo 2022

Sobre el cuco - Los cucos son seres notables y muy instructivos

Pero otra vez volvemos a mirar la vida desde el punto de vista del organismo individual más que desde el de sus genes. Cuando hablábamos de tremátodos y caracoles, nos acostumbramos a la idea de que los genes de un parásito podrían tener efectos fenotípicos sobre el cuerpo del huésped, exactamente de la misma manera que los genes de cualquier animal ejercen efectos fenotípicos sobre su «propio» cuerpo. Demostramos que la mera idea de un cuerpo «propio» era un supuesto intencionado. En un sentido, todos los genes de un cuerpo son genes «parásitos», los llamemos o no a todos ellos genes «propios» del cuerpo. Los cucos salieron a colación como ejemplo de parásitos que no viven en el interior del cuerpo de sus huéspedes. Manipulan a éstos en gran medida del mismo modo que los parásitos internos y, como hemos visto, dichas manipulaciones pueden ser tan poderosas e irresistibles como cualquier hormona o droga interna. Como en el caso de los endoparásitos, deberíamos repetir todo el tema en términos de genes y fenotipos extendidos.

Serie: azulejos