06 enero 2022

6 de enero

Escuche: en el 61 yo corría delante de la policía en el Estadio Universitario, chusmas de estudiantes en desbandada en dirección a la cantina, mi hermano João llegó a casa muy serio y dijo Parece que han matado a un tipo, los antidisturbios avanzaban con casco en una furia de porras y de culatas, automóviles de la Pide giraban en carrusel por las facultades, Salazar levantaba el dedo, lo único, sin duda, que alguna vez él levantó, en la televisión, vientres calvos lo aplaudían con fervor beato de sacristía, infelizmente el general Delgado era demasiado viejo para Nuno Álvares y el Maestre de Avis un montoncito de polvo en Batalha, la guerra o París, y ahora decide que el Capado es eterno, la segunda parte del secreto de Fátima es la garantía de la eternidad del Capado, durante el viaje la orquesta del barco tocaba tangos enmohecidos para bodas de plata, embarqué el 6 de enero y en la noche de fin de año me encerré en el cuarto de baño a llorar, un roscón de Reyes intragable me atascaba la garganta, lo empujé con champán y cayó en el estómago con el sonido del pedregullo en el pozo del jardín del abuelo, ¡plof!, y provocó círculos concéntricos en el lago de la sopa de la cena, el pozo bajo los árboles al pie del muro que daba a la carretera adonde íbamos a fumar a escondidas, el guardés se quitó el sombrero y explicó respetuosamente rascándose la cabeza Lo que nos hace falta es que venga alguien a hacerse cargo de nosotros, ¿no lo crees, chaval?, y si viniese alguien a hacerse cargo de nosotros, ¿qué piensa que haría para empezar?, llevarme a su casa, llevarla a mi casa, lavarnos los dientes, acostarnos en la cama, y hablarnos en voz baja hasta que nos durmiésemos, hablarnos de serenidad y de alegría hasta que nos durmiésemos, hablarnos del primero de mayo del 74 que los políticos infectaban ya con la masa de hojaldre sin relleno de sus discursos vehementes, pero donde crecía en las calles una irresistible fermentación de esperanza, los ministros de Caetano se cagaban de miedo en Madeira, los pides se cagaban de miedo en Caxias, una fiesta de llamaradas rojas se propagaba triunfalmente en Lisboa, quiero que me perdones los muertos de mi felicidad, los muertos de mi felicidad en la humedad de Angola, seis meses de humedad neblinosa y hierba amarilla que ardía a lo lejos, perdóneme los muertos de mi felicidad cuando la tomo de la mano, cuando mis rodillas se acercan a las suyas, cuando mi boca va a tocar la suya y los ojos se cierran despacio como corolas nocturnas, todos mis ayeres se encuentran presentes en este beso, tal vez las momias del bar se reduzcan a polvo como los vampiros al rayar el día en medio de un concierto de bisagras que se rompen, todos mis ayeres, ¿comprende?, Lo que nos hace falta, chaval, aseguraba el guardés, es que venga alguien a hacerse cargo de nosotros, Jódase, dijo el furriel con el mentón sobre las rodillas limpiándose las botas con el dedo, el cuerpo del primer difunto se hinchaba bajo la manta, en realidad todo el muelle es una añoranza de piedra, Maria José, y ahí comenzamos a perdernos, tres botellas de whisky por mes a cada oficial para encender la lámpara votiva del corazón mecánico que insiste, el sargento pasó ante mí e hizo la decimonovena reverencia de la última media hora, Buenas noches, señor doctor, desapareció en la oscuridad camino de su confusión de impresos, instalado en la silla de tablas de barril me acordé del soldado durmiendo la siesta en el cajón de plomo y del que empuñaba la ametralladora llamando Cabrones de mierda a los cabrones de mierda que nos mandaron venir aquí, profesores locos repeinados y afectados, Cabrones de mierda, cabrones de mierda, cabrones de mierda, el director del Hospital Militar de Tomar me mandó llamar y anunció Mi amigo ha sido movilizado para Angola, era en agosto y la claridad de la mañana hervía, verde, en las ventanas, la ciudad flotaba en la luz, el reflejo de Mouchão temblaba en el agua, movilizado para Angola a un batallón de artillería, Padre, fui movilizado para Angola a un batallón de artillería, con la voz cohibida con la que comunicaba los suspensos en la facultad, el capitán vino a sentarse en la otra silla de barril y los cubitos de hielo tintineaban como monedas en un bolsillo en la oscuridad, El muchacho llegó muerto, dije yo, y ningún truco de ilusionismo médico pudo salvarlo, me dio una impresión horrible ver su pelo rubio, se parecía a mí a los veinte años, Los tipos se emboscaron a dos metros del sendero, dijo el capitán, había sangre de ellos en los arbustos, marcas de haber arrastrado cuerpos de heridos, la piedra pómez de la luna encalló en los eucaliptos, enredada en las ramas, el capitán se levantó, su cara se parecía a la de Edward G. Robinson en una película de Fritz Lang, comenzó a alejarse con un andar de sapo hacia el almacén del vaguemaestre, pregunté ¿Adónde va?, el bulto me respondió mientras seguía andando A colgar los huevos a la cárcel, doctor, si quiere déme también los suyos que ya no nos hacen falta hombres para seguir aquí.
António Lobo Antunes
En el culo del mundo

En el culo del mundo nos abre la posibilidad de conocer la primera etapa narrativa de António Lobo Antunes y ofrece un retrato en sepia de la brutalidad de la guerra colonial de Portugal y sus consecuencias psicológicas. A lo largo del diálogo entre un hombre y una mujer, del que sólo escuchamos la voz masculina, la experiencia vivida por el protagonista en la guerra de Angola se va filtrando y expandiendo hasta absorber y condicionar todas las facetas de la relación que ambos intentan establecer. Como telón de fondo, entre brumas, encontramos la presencia de un Portugal del que Lisboa es síntesis y metáfora. Un extraordinario texto literario de implacable andadura discursiva.

Casa hidalga en Esquivias

casa hidalga en Esquivias

05 enero 2022

5 de enero

Todos los críticos profesionales concuerdan en no prestar atención a las obras de Stendhal. Cuando aparece Le Rouge et le Noir, Sainte-Beuve considera que no vale la pena pronunciarse sobre este libro, y cuando más tarde se decide, lo hace de manera bastante despreciativa. «Sus personajes no tienen vida, no son más que autómatas exageradamente construidos». La Gazette de France escribe: «El señor Stendhal no está loco y, sin embargo, escribe libros enloquecidos», y el elogio hecho por Goethe en los coloquios con Eckermann viene a ser conocido sólo al cabo de muchos años de la muerte de Stendhal. Sin embargo, Balzac, con su perspicacia y su prontitud, se percató enseguida, en las primeras obras de Stendhal, de la inteligencia extraordinaria y la maestría psicológica de este hombre, que sólo de vez en cuando, como verdadero aficionado, para su propio placer, escribe libros y, sin verdadera ambición, los manda imprimir. Balzac aprovecha todas las oportunidades a su alcance para dar muestras de su reverencia al desconocido; en la Comédie humaine menciona el proceso de cristalización en el amor, proceso que Stendhal fue el primero en pintar, y llama la atención sobre sus libros de viaje por Italia. Pero Stendhal es demasiado modesto para acercarse al afamado escritor basándose en estos signos de amistad; ni siquiera le envía sus libros. Afortunadamente, Raymond Colomb, su leal amigo, se encarga de llamar la atención de Balzac sobre ellos, pidiéndole que se interese por este autor de todos desconocido. Balzac le contesta inmediatamente, el 20 de marzo de 1839:
He leído en el Constitutionnel un extracto de la Cartuja, y me ha llenado de envidia. En efecto, la fiebre de la envidia me ha acometido durante la lectura de la grandiosa y verídica descripción de una batalla. Siempre soñé algo así para mis «escenas de la vida militar», la parte más difícil de mis obras, y ese punto me ha entusiasmado, me ha deprimido, me ha encantado y me ha llevado a la desesperación. Le digo esto con toda franqueza… Por favor, no se asombre, pues, si al principio no accedo todavía a su demanda. Antes necesito obtener el libro entero. Convénzase de mi sinceridad; le diré lo que pienso de él. El fragmento ha despertado mis expectativas, y éstas me harán exigente en mis demandas.

En la plaza de Chinchón

Chinchón

04 enero 2022

4 de enero

 4 de enero. Martes

Después de gran esfuerzo tratando de convencer a J. R. de salir al sol a dar una vuelta, accedió a pasar veinte minutos en la azotea. Lo animó mucho. El sol estaba tan caliente que tuvo que estar parado a la sombra de la torre del ascensor la mayor parte del tiempo. De tanto cielo y mar a su alrededor se sintió exaltado. Decidió subir todos los días por un cuarto de hora por lo menos, y mucho más, si tuviéramos bancos para sentarnos o sillas para dejarnos caer. He decidido comprar una en el ten cent mañana. Después de la Navidad los gastos han disminuido admirablemente. Aun con el té en el Nacional para los Madrazo, esta semana nos ha salido en menos de lo que podríamos gastar. Los libros de Elie Faure me están ayudando a abstenerme, to go without, como dice el doctor americano (un viejito gracioso que para en nuestro hotel).

Zenobia Camprubí Aymar
Diario 1. Cuba (1937-1939)

Zenobia Camprubí llevó a cabo un Diario a lo largo de los casi veinte años que duró su vida en el exilio. Redactado parte en inglés y parte en español, lenguas que por sus antecedentes familiares y trayectoria personal dominó con idéntica facilidad, el Diario nos revela el carácter extraordinario de quien fuera la esposa del poeta Juan Ramón Jiménez. Entrelazados con la vida activa de su autora, se recogen en este monólogo sus estados de ánimo, los de su marido, sus frustraciones y ambiciones, sus reflexiones respecto al poeta y a su entorno. El Diario destaca por su valor como obra intimista, lo que pone de manifiesto la competencia literaria de la autora, y su importancia como testimonio histórico y documental. Si un diario conecta las dos partes del ser, la que escribe y la que lee, y ese vínculo se convierte en un modo de observar la propia supervivencia, el Diario de Zenobia Camprubí sería, como se observa en el prólogo del primer volumen, «un instrumento de supervivencia por el que Zenobia trató de reencontrar el perdido sentido de la vida a raíz del trauma de la Guerra Civil española».
El primer volumen abarca el periodo comprendido entre 1937 y 1939, correspondiente a la estancia del matrimonio en Cuba; el segundo cubre los años que van de 1939 a 1950, los vividos en Estados Unidos; el último, hasta ahora inédito, se centra en los años finales de su vida, transcurridos en Puerto Rico.
La edición y preparación de este diario completo ha estado a cargo de Graciela Palau de Nemes.

Con san Judas Tadeo

Con san Judas Tadeo

03 enero 2022

3 de enero

 3 de enero de 1952.

Escribo muy poco en este cuaderno. ¿Por qué? Me doy cuenta de que todo lo que hago es criticar al Partido. Sin embargo, todavía permanezco en él. Molly también.
* * *
Tres amigos de Michael fueron ahorcados ayer en Praga. Se pasó la noche hablándome o, mejor dicho, hablándose. Explicó, primero, por qué era imposible que aquellos hombres hubieran hecho traición al comunismo. Luego explicó, con gran sutileza política, por qué era imposible que el Partido incriminara y ahorcara a inocentes; y que aquellos tres tal vez se habían colocado, sin querer, en posiciones «objetivamente» contrarrevolucionarias. Siguió hablando, hablando y hablando hasta que yo le dije que deberíamos irnos a la cama. Durante toda la noche lloró, soñando. Yo me despertaba sobresaltada y le encontraba gimiendo, mojando con sus lágrimas la almohada. Por la mañana le he dicho que había llorado. Se ha enojado consigo mismo y ha salido a trabajar como si fuera un viejo, con la cara llena de arrugas y gris, despidiéndose de mí con gesto ausente. ¡Estaba tan alejado, tan encerrado en su desdichada autointerrogación! Mientras tanto, he colaborado participando en una petición para los Rosenberg. Imposible conseguir firmas de la gente, a excepción de los del Partido y los simpatizantes. (Aquí no es como en Francia. El ambiente ha cambiado de una manera dramática durante los dos o tres años pasados, volviéndose tenso, suspicaz y cargado de miedo. Se necesitaría muy poco para darle un empujoncito y volcarlo hacia una versión indígena de maccartismo). Me preguntaban, incluidos los miembros del Partido, y no digamos los intelectuales «respetables», por qué hacía una petición para los Rosenberg y no para los acusados de Praga. Me ha resultado imposible dar una respuesta racional, excepto la de que alguien tenía que organizar una campaña de socorro para los Rosenberg. Y he sentido repugnancia, tanto hacia mí misma como hacia la gente que se negaba a firmar en favor de los Rosenberg; he tenido la impresión de que vivo en un ambiente de asco y suspicacia. Molly, por la noche, se ha puesto a llorar inesperadamente. Estaba sentada en mi cama, charlando sobre lo que había hecho durante el día, y de pronto ha empezado a llorar. De una manera tranquila, sin poder remediarlo. Me recordó a alguien, no podía saber a quién, pero, naturalmente, era a Maryrose. Dejaba que las lágrimas le resbalaran súbitamente por la cara, en el salón de Mashopi, mientras decía:
—¡Creímos que todo iba a ser tan hermoso, y ahora sabemos que no va a serlo!
Molly lloraba de la misma manera. El suelo de mi cuarto estaba cubierto de recortes de prensa sobre los Rosenberg y sobre lo que ocurría en la Europa del Este.
* * *

Sonriures per a una tardor

Sonriures per a una tardor I MAKING OF AMERICA El cementiri d'Edgar Poe Aquí rau el seu cor  envoltat per la gespa verda  d'una esgl...