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03 enero 2022

3 de enero

 3 de enero de 1952.

Escribo muy poco en este cuaderno. ¿Por qué? Me doy cuenta de que todo lo que hago es criticar al Partido. Sin embargo, todavía permanezco en él. Molly también.
* * *
Tres amigos de Michael fueron ahorcados ayer en Praga. Se pasó la noche hablándome o, mejor dicho, hablándose. Explicó, primero, por qué era imposible que aquellos hombres hubieran hecho traición al comunismo. Luego explicó, con gran sutileza política, por qué era imposible que el Partido incriminara y ahorcara a inocentes; y que aquellos tres tal vez se habían colocado, sin querer, en posiciones «objetivamente» contrarrevolucionarias. Siguió hablando, hablando y hablando hasta que yo le dije que deberíamos irnos a la cama. Durante toda la noche lloró, soñando. Yo me despertaba sobresaltada y le encontraba gimiendo, mojando con sus lágrimas la almohada. Por la mañana le he dicho que había llorado. Se ha enojado consigo mismo y ha salido a trabajar como si fuera un viejo, con la cara llena de arrugas y gris, despidiéndose de mí con gesto ausente. ¡Estaba tan alejado, tan encerrado en su desdichada autointerrogación! Mientras tanto, he colaborado participando en una petición para los Rosenberg. Imposible conseguir firmas de la gente, a excepción de los del Partido y los simpatizantes. (Aquí no es como en Francia. El ambiente ha cambiado de una manera dramática durante los dos o tres años pasados, volviéndose tenso, suspicaz y cargado de miedo. Se necesitaría muy poco para darle un empujoncito y volcarlo hacia una versión indígena de maccartismo). Me preguntaban, incluidos los miembros del Partido, y no digamos los intelectuales «respetables», por qué hacía una petición para los Rosenberg y no para los acusados de Praga. Me ha resultado imposible dar una respuesta racional, excepto la de que alguien tenía que organizar una campaña de socorro para los Rosenberg. Y he sentido repugnancia, tanto hacia mí misma como hacia la gente que se negaba a firmar en favor de los Rosenberg; he tenido la impresión de que vivo en un ambiente de asco y suspicacia. Molly, por la noche, se ha puesto a llorar inesperadamente. Estaba sentada en mi cama, charlando sobre lo que había hecho durante el día, y de pronto ha empezado a llorar. De una manera tranquila, sin poder remediarlo. Me recordó a alguien, no podía saber a quién, pero, naturalmente, era a Maryrose. Dejaba que las lágrimas le resbalaran súbitamente por la cara, en el salón de Mashopi, mientras decía:
—¡Creímos que todo iba a ser tan hermoso, y ahora sabemos que no va a serlo!
Molly lloraba de la misma manera. El suelo de mi cuarto estaba cubierto de recortes de prensa sobre los Rosenberg y sobre lo que ocurría en la Europa del Este.
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21 junio 2021

21 de junio

11 de mayo. La Campagna. Recuerdo a Jerry: le mataron… Salaudsl Los mejores mueren jóvenes. No me queda mucho tiempo de vida. A los treinta me mataré. Pienso en Betty. Las sombras negras de los limeros sobre su cara. Parecía un cráneo. Besé la cuenca de sus ojos para sentir en mis labios el contacto del hueso blanco. Si la semana próxima no tengo noticias de mi padre, mandaré este diario para que lo publiquen. Caigan sobre él las consecuencias. Tengo que releer a Tolstoi. No dijo nada que no fuera obvio, pero quizás ahora que la realidad está drenando la poesía de mis días, podré admitirlo en mi Panteón.

21 de junio. Les Halles. Hablo con Marie. Muy ocupada, pero me ha ofrecido gratuitamente una de sus noches. ¡Mon Dieu! Los ojos se me llenan de lágrimas cuando lo recuerdo. En el momento en que me mate recordaré que una mujer de la calle me ofreció una de sus noches, por amor. Nunca se me había hecho un cumplido más grande. No es el periodista, sino el crítico quien prostituye el intelecto. Leo de nuevo Fanny Hill. Estoy pensando en escribir un artículo que se titule «El sexo es el opio del pueblo».

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...