16 diciembre 2021
15 diciembre 2021
15 de diciembre
Par condicio
Cuando Montalbano llegó recién nombrado a la comisaría de Vigàta, su colega saliente le hizo saber, entre otras cosas, que el territorio de Vigàta y sus alrededores era objeto de contencioso entre dos «familias» mafiosas, los Cuffaro y los Sinagra. Ambas intentaban poner fin a la larga disputa recurriendo, no a las instancias con papel sellado, sino a mortíferos disparos de lupara.
—¿Lupara? ¿Todavía? —se sorprendió Montalbano, porque aquel sistema le pareció arcaico en unos tiempos en los que las metralletas y las Kaláshnikov se adquirían en los mercadillos locales por cuatro cuartos.
—Es que los dos jefes de las familias locales son tradicionalistas —le explicó su colega—. Don Sisìno Cuffaro ha rebasado los ochenta, mientras que don Balduccio Sinagra ha cumplido ochenta y cinco. Debes comprenderlos, están apegados a los recuerdos de juventud y la escopeta de caza se encuentra entre los más queridos. Don Lillino Cuffaro, hijo de don Sisìno, que pasa de los sesenta, y don Masino Sinagra, el hijo cincuentón de don Balduccio, están impacientes, querrían suceder a sus progenitores y modernizarse, pero están atados a los padres que todavía son capaces de correrlos a bofetadas en medio de la plaza.
—¿Bromeas?
—En absoluto. Los dos viejos, don Sisìno y don Balduccio, son personas juiciosas, siempre quieren ir empatados. Si uno de la familia Sinagra mata a uno de la familia Cuffaro, puedes poner la mano en el fuego que al cabo de una semana uno de los Cuffaro dispara a uno de los Sinagra. De uno en uno solamente.
14 diciembre 2021
14 de diciembre
TRES
La policía apareció a la hora de la comida. Se habían tomado en serio la carta al Herald y el detective a cargo del caso tenía que hacerle a Sammy unas cuantas preguntas sobre Joe.
Sammy le contó al detective, un hombre llamado Lieber, que no había visto a Joe Kavalier desde la tarde del 14 de diciembre de 1941 en el muelle 11, el día que Joe zarpó para iniciar su instrucción básica en Newport, Rhode Island, a bordo de un paquebote llamado Comet. Joe nunca había contestado a ninguna de sus cartas. Luego, hacia el final de la guerra, la madre de Sammy, en calidad de pariente más cercana, había recibido una carta de la oficina de James Forrestal, el Secretario de la Marina. Decía que Joe había sido herido o había enfermado en el cumplimiento de su deber. La carta era imprecisa sobre la naturaleza de la herida y el escenario de guerra. También decía que llevaba cierto tiempo recuperándose en bahía de Guantánamo en Cuba, pero que en breve lo iban a licenciar y le iban a conceder una distinción. Al cabo de dos días, llegaría a Newport News a bordo del Miskatonic. Sammy había ido hasta Virginia en un autobús Greyhound para recogerlo y llevarlo a casa, pero de alguna forma Joe se las había arreglado para escapar.
—¿Escapar? —dijo el detective Lieber. Era un hombre sorprendentemente joven, un judío rubio de manos gordezuelas con un traje gris que parecía caro sin resultar ostentoso.
—Era un talento que tenía —dijo Sammy.
13 diciembre 2021
13 de diciembre
CAPÍTULO XXXI
Me llevo el número 1
Terminado nuestro año de luto, mi abuela comenzó a reponerse un poco de su dolor y a recibir de vez en cuando alguna visita, en especial de niños compañeros nuestros o de las amigas de mi hermana.
Con ocasión del cumpleaños de Liubotshka, el 13 de diciembre, vinieron antes de comer la princesa Kornakof con sus hijas, la señora Valakhine y Sonia, Rine Grapp y los dos menores de los Ivine.
A nuestros oídos llegaban las risas y el rumor de los invitados, sin que nos fuera permitido bajar a la reunión hasta haber terminado nuestras clases. En la tablilla colgada en la pared se leía: «Lunes, desde las dos a las tres, lección de Historia y Geografía». Por consiguiente, era preciso esperar al maestro de Historia, que debía tomarnos la lección y marcharse.
Eran ya las dos y cuarto y el maestro no venía, ni se lo veía por ninguna parte. Asomado a la ventana, me obstinaba en mirar a la calle con la más viva impaciencia, para ver si el preceptor aparecía por el extremo de la calle.
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