CAPÍTULO XXXI
Me llevo el número 1
Terminado nuestro año de luto, mi abuela comenzó a reponerse un poco de su dolor y a recibir de vez en cuando alguna visita, en especial de niños compañeros nuestros o de las amigas de mi hermana.
Con ocasión del cumpleaños de Liubotshka, el 13 de diciembre, vinieron antes de comer la princesa Kornakof con sus hijas, la señora Valakhine y Sonia, Rine Grapp y los dos menores de los Ivine.
A nuestros oídos llegaban las risas y el rumor de los invitados, sin que nos fuera permitido bajar a la reunión hasta haber terminado nuestras clases. En la tablilla colgada en la pared se leía: «Lunes, desde las dos a las tres, lección de Historia y Geografía». Por consiguiente, era preciso esperar al maestro de Historia, que debía tomarnos la lección y marcharse.
Eran ya las dos y cuarto y el maestro no venía, ni se lo veía por ninguna parte. Asomado a la ventana, me obstinaba en mirar a la calle con la más viva impaciencia, para ver si el preceptor aparecía por el extremo de la calle.