21 noviembre 2020
20 noviembre 2020
20 de noviembre
Las hostilidades entre Roma y España se iniciaron el 1 de septiembre de 1556. Aunque el ejército que Paulo IV había puesto en pie de guerra era notable en número, pronto pudo el duque de Alba, tan superior tácticamente, adueñarse de gran parte de los Estados Pontificios, llevando el pánico hasta la propia Roma, donde buena parte de sus habitantes tenían aún el duro recuerdo del saco sufrido en 1527. En todo momento trató el duque de Alba de negociar algún acuerdo, que consiguió cerrar el 20 de noviembre, tras la toma del puerto de Ostia, que era una de las plazas principales sujetas al Pontífice. Pero en enero de 1557 entraba en Italia el duque de Guisa con un ejército y con un objetivo: tomar y adueñarse del reino de Nápoles. Eso supuso una nueva ruptura de Paulo IV con España y que se perdiese buena parte del territorio ocupado; particularmente penosa fue la rendición de Ostia al ejército francés, prácticamente sin combate, lo que sería castigado con la pena capital del jefe de la plaza, Mendoza, que fue degollado, lo mismo que lo había sido por un delito similar Peralta, tras la pérdida de Bujía en 1555; era la forma inexorable con que la Monarquía católica trataba de mantener en pie su Imperio.
Pero la clave de la guerra en Italia estaría en torno a la plaza de Civitella, fuertemente pertrechada por el duque de Alba y a la que inútilmente puso asedio el de Guisa en la primavera del 57.
Y comenzó el retroceso del francés, siempre acosado por el español, cuando llegó a Italia la noticia de la tremenda derrota sufrida por Enrique II en San Quintín, lo que obligaba al rey galo a llamar con toda urgencia al duque de Guisa y a su ejército, que era ya la única fuerza armada que podía oponer frente al avance español en la frontera con Flandes.
Entonces sí que Paulo IV se vio totalmente a merced del duque de Alba, no teniendo más remedio que renunciar a sus pretensiones y a aquella Liga con Francia que tan mal resultado le había dado.
Manuel Fernández Álvarez
Felipe II y su tiempo
19 noviembre 2020
19 de noviembre
19 de noviembre.— Fraga Iribarne, cuando se le pidió una apertura para el cine, no la concedió en el terreno ideológico, sino en el erótico: las películas no traían más ideas, sino más camas. El mal se ha hecho crónico. Y yo no me escandalizo si un buen argumento exige una cama, pero sí me revienta que alrededor de una cama se monten, por sistema, malos argumentos. Pero ya no es sólo la cama. Las dos últimas películas que he visto —«El compromiso» y «Los girasoles»— aportan un nuevo elemento erótico inédito en nuestros lares: el caballero de la mano en el pecho (naturalmente, de las señoras). Esto no lo veía desde París, hace diez años, creo que en «Marienbad», y aquí, en España, se cortó entonces. El proceso de apertura prosigue, a lo que se ve. ¡Ya somos europeos! La quiebra de Occidente, si no me equivoco, se producirá por un empacho de erotismo.
Miguel Delibes
Un año de mi vida
18 noviembre 2020
18 de noviembre
P.S. No hay mal que por bien no venga; como lo había previsto, mi carta no ha partido y vuelvo a abrirla. Alexandre dió señales de vida, Madame. Recibí una carta o más bien un dibujo suyo, fechado el 18 de noviembre. El dibujo representa una pequeña mano abriendo una puerta. Alexandre y su amigo Paroldo se aprestan a entrar por esa puerta: un español, de aspecto formidable, los sigue envuelto en un capote. Todo esto prueba que está haciendo una comedia de capa y espada en la cual, como Shakespeare y Molière, él tiene el papel principal. Yo no sé cuántos actos tendrá la comedia, pero sin duda acabo de recibir el primero. Por lo demás, es probable que Alexandre, temiendo las indiscreciones del correo, habrá preferido el lápiz a la pluma. Sobre el tiempo de su regreso, ni una palabra, lo que me lleva a creer que la comedia iniciada es de las más interesantes.
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A las cuatro estábamos de regreso en Cádiz luego de haber rodeado toda la bahía. Un barco a vapor había llegado: al enterarme tuve la esperanza de que hubiese traído a Alexandre, me apresuré entonces a volver al hotel. Pero en lugar del hijo pródigo, no encontré más que una segunda carta o, más bien, un segundo dibujo. Éste representaba un interior. Aquella misma manita que lo había atraído desde afuera lo empujaba a una habitación bastante coqueta para ser española. Vi con placer que una cama bastante buena era el principal ornamento de esa habitación. El dibujo lleva la misma fecha que el primero, es decir, del 18 de noviembre.
Alexandre Dumas
De París a Cádiz. Impresiones de viaje
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