20 noviembre 2020
19 noviembre 2020
19 de noviembre
19 de noviembre.— Fraga Iribarne, cuando se le pidió una apertura para el cine, no la concedió en el terreno ideológico, sino en el erótico: las películas no traían más ideas, sino más camas. El mal se ha hecho crónico. Y yo no me escandalizo si un buen argumento exige una cama, pero sí me revienta que alrededor de una cama se monten, por sistema, malos argumentos. Pero ya no es sólo la cama. Las dos últimas películas que he visto —«El compromiso» y «Los girasoles»— aportan un nuevo elemento erótico inédito en nuestros lares: el caballero de la mano en el pecho (naturalmente, de las señoras). Esto no lo veía desde París, hace diez años, creo que en «Marienbad», y aquí, en España, se cortó entonces. El proceso de apertura prosigue, a lo que se ve. ¡Ya somos europeos! La quiebra de Occidente, si no me equivoco, se producirá por un empacho de erotismo.
Miguel Delibes
Un año de mi vida
18 noviembre 2020
18 de noviembre
P.S. No hay mal que por bien no venga; como lo había previsto, mi carta no ha partido y vuelvo a abrirla. Alexandre dió señales de vida, Madame. Recibí una carta o más bien un dibujo suyo, fechado el 18 de noviembre. El dibujo representa una pequeña mano abriendo una puerta. Alexandre y su amigo Paroldo se aprestan a entrar por esa puerta: un español, de aspecto formidable, los sigue envuelto en un capote. Todo esto prueba que está haciendo una comedia de capa y espada en la cual, como Shakespeare y Molière, él tiene el papel principal. Yo no sé cuántos actos tendrá la comedia, pero sin duda acabo de recibir el primero. Por lo demás, es probable que Alexandre, temiendo las indiscreciones del correo, habrá preferido el lápiz a la pluma. Sobre el tiempo de su regreso, ni una palabra, lo que me lleva a creer que la comedia iniciada es de las más interesantes.
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A las cuatro estábamos de regreso en Cádiz luego de haber rodeado toda la bahía. Un barco a vapor había llegado: al enterarme tuve la esperanza de que hubiese traído a Alexandre, me apresuré entonces a volver al hotel. Pero en lugar del hijo pródigo, no encontré más que una segunda carta o, más bien, un segundo dibujo. Éste representaba un interior. Aquella misma manita que lo había atraído desde afuera lo empujaba a una habitación bastante coqueta para ser española. Vi con placer que una cama bastante buena era el principal ornamento de esa habitación. El dibujo lleva la misma fecha que el primero, es decir, del 18 de noviembre.
Alexandre Dumas
De París a Cádiz. Impresiones de viaje
17 noviembre 2020
17 de noviembre
Al despertarme al día siguiente, 17 de noviembre, sentí que el Nautilus se hallaba absolutamente inmóvil. Me vestí rápidamente y fui al gran salón. Allí estaba el capitán Nemo, esperándome. Se levantó, me saludó y me preguntó si estaba dispuesto a acompañarle.
Como no hizo la menor alusión a su ausencia durante aquellos ocho días, yo me abstuve de todo comentario al respecto, limitándome a decirle simplemente que tanto yo como mis compañeros estábamos dispuestos a seguirle.
—Tan sólo —añadí— desearía hacerle una pregunta.
—Pregunte, señor Aronnax, que si puedo darle respuesta lo haré con mucho gusto.
—Pues bien, capitán, ¿cómo es posible que usted, que ha roto toda relación con la tierra, posea bosques en la isla Crespo?
—Señor profesor, los bosques de mis posesiones no piden al sol ni su luz ni su calor. Ni leones, ni tigres, ni panteras, ni ningún cuadrúpedo los frecuentan. Sólo yo los conozco y sólo para mí crece su vegetación. No son bosques terrestres, son bosques submarinos.
—¿Bosques submarinos?
—Sí, señor profesor.
—¿Y es a ellos a los que me invita a seguirle?
—Precisamente.
—¿A pie?
—En efecto.
—¿Para cazar?
—Para cazar.
—¿Escopeta en mano?
—Escopeta en mano.
No pude entonces dejar de mirar al comandante del Nautilus de un modo poco halagüeño para su persona.
«Decididamente —pensé—, está mal de la cabeza. Ha debido sufrir durante estos ocho días un acceso que aún le dura. ¡Qué lástima! Preferiría habérmelas con un extravagante que con un loco».
Jules Verne
Veinte mil leguas de viaje submarino
Como no hizo la menor alusión a su ausencia durante aquellos ocho días, yo me abstuve de todo comentario al respecto, limitándome a decirle simplemente que tanto yo como mis compañeros estábamos dispuestos a seguirle.
—Tan sólo —añadí— desearía hacerle una pregunta.
—Pregunte, señor Aronnax, que si puedo darle respuesta lo haré con mucho gusto.
—Pues bien, capitán, ¿cómo es posible que usted, que ha roto toda relación con la tierra, posea bosques en la isla Crespo?
—Señor profesor, los bosques de mis posesiones no piden al sol ni su luz ni su calor. Ni leones, ni tigres, ni panteras, ni ningún cuadrúpedo los frecuentan. Sólo yo los conozco y sólo para mí crece su vegetación. No son bosques terrestres, son bosques submarinos.
—¿Bosques submarinos?
—Sí, señor profesor.
—¿Y es a ellos a los que me invita a seguirle?
—Precisamente.
—¿A pie?
—En efecto.
—¿Para cazar?
—Para cazar.
—¿Escopeta en mano?
—Escopeta en mano.
No pude entonces dejar de mirar al comandante del Nautilus de un modo poco halagüeño para su persona.
«Decididamente —pensé—, está mal de la cabeza. Ha debido sufrir durante estos ocho días un acceso que aún le dura. ¡Qué lástima! Preferiría habérmelas con un extravagante que con un loco».
Jules Verne
Veinte mil leguas de viaje submarino
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