Llegó la noche sin noticias de Konovalenko. Svedberg llamó para avisar de que ya estaba en casa, si lo necesitaba. Por su parte, Wallander llamó a Sten Widén aunque, en realidad, no tenía nada nuevo que decirle. A las diez de la noche mandó a su padre a la cama. Hacía una noche clara de primavera. Se sentó un momento en los peldaños de la escalera, junto a la puerta de la cocina. Una vez que estuvo seguro de que su padre dormía, llamó a Riga para hablar con Baiba Liepa, pero no hubo respuesta. Lo intentó de nuevo media hora más tarde. Baiba ya estaba en casa. Con mucha calma, le contó que su hija había sido secuestrada por un hombre muy peligroso. Le confesó que no tenía con quién hablar, lo que, en aquel preciso momento, era cierto. Después le pidió disculpas de nuevo por aquella ocasión en que la había llamado y la había despertado cuando estaba bebido.
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