CLÁSICOS.  Ves la luna de invierno 
que asciende lentamente 
en el atardecer, y oyes 
el ladrido de los perros, como Ovidio. 
Luego el Ángelus, 
y luego algunas noches 
había comedias 
y veías también a un Príncipe, 
con una calavera en la mano, 
a la que hablaba: 
“¡Ah, Yorick! ¡Pobre Yorick!”, decía.  
Fueron tus clásicos. 
(Los cuadernos de Rembrandt. Pg. 38. José Jiménez Lozano. 2005)
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