En algunas comarcas
gallegas creen las gentes que los trasnos, trasgos, demachiños,
duendes, los hermanos de Puck en todo caso, y como quieran llamarles, entran en
las casas entre los días siete y catorce de enero, y ya no se van, si se
encuentran cómodos, hay buen fuego para calentarse, castañas y nueces, y sobre
todo si la gente de la casa sabe que el tal trasno anda por allí, y no se
sorprende ni asusta de su presencia. El trasno es especialmente invisible, y
nunca dice su nombre, aunque acepta el que le pongan los de la casa. El trasno
ha bajado de la cocina a la cuadra, y se dedica a saltar de un cuerno a otro de
la vaca, haciendo ruido con sus zuecos soldados de madera de aliso, y el ama de
casa dice:
—¡Ya está Lisuarte
jugando!
Y Lisuarte se
queda. Las gentes les buscan nombres que no usan, o los inventan. A los trasnos
les gusta mucho jugar a la brisca, y aquel detrás del cual se ponen de mirones
gana siempre y le caza el tres al contrario. También les gusta oír hablar de
pleitos con testigos falsos, y si en la casa hay una chica bonita, a la que
viene hacer el amor un mozo, el trasno está todo el tiempo pendiente del
parrafeo. Pero lo más de su tiempo los trasnos lo pasan escondiendo el jabón
del fregadero de la cocina, volcando cubos de agua, haciendo tropezar a la
gente con cosas que súbitamente les pone delante, asustando al gato, fingiendo
que el zorro llega al corral para que los perros armen la marimorena de
carreras y ladridos, saltando en los cuernos de las vacas, tirando en el
silencio de la noche dos o tres nueces por las escaleras, etcétera. Abre y
cierra puertas, deshace las camas, para el reloj de la pared, bebe dos o tres
litros de leche, despluma una gallina viva para ponerle las plumas a un conejo,
y así pasa sus días y sus noches. En la tarde víspera de San Juan, a la puesta
misma del sol, a la puerta de la casa se le hace un hatillo con nueces y
castañas maiolas, y un zatico de pan de trigo con
manteca y azúcar. Cuando las gentes de la casa están entretenidas con la
hoguera ritual, el trasno Lisuarte, o Galaor, o Filisteo, o Puck si quieren,
recoge el regalo y se va, y durante unos meses la casa queda en silencio, y se
echa de menos al trasno juguetón, a veces algo gamberros, pero cuya alegre
sonrisa se adivina en la sombra.
Álvaro CunqueiroEl laberinto habitado
Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911- Vigo, 1981) ejerció en gallego y en castellano el periodismo y las artes literarias en sus más variadas formas y fue, sin duda, uno de los mejores cultivadores del realismo fantástico en España. Se dio a conocer muy pronto como poeta y libros como Mar ao Norde, Poemas do si e non, Cantiga nova que se chama Riveira fluctúan entre el surrealismo y las reminiscencias trovadorescas. Su obra en prosa en muy extensa y en ella destacan títulos como Merlín e familia, Crónicas del Sochantre, Un hombre que se parecía a Orestes (Premio Nadal 1968), Si o vello Sinbad volvese ás illas, Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca, Tertulia de boticas prodigiosas y Escuela de curanderos, Fábulas y leyendas de la mar y El pasajero en Galicia, entre otras.
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