30 noviembre 2022
29 noviembre 2022
VIAJE DE UN GORRIÓN DE PARÍS (Y 4)
III. De la República lupina
Oh
Gorriones de París, Pájaros del mundo, Animales del globo y vosotros, sublimes
esqueletos antediluvianos; todos quedaríais asombrados, si, como yo, hubierais
ido a visitar la noble República lupina, la única donde se doma al Hambre. Eso
es lo que eleva el alma de un Animal. Cuando llegué a las magníficas estepas
que se extienden desde Ucrania a Tartaria, hacía ya frío, y comprendí que la
felicidad que da la libertad sólo podía habitar en un país como aquél. Descubrí
un Lobo de centinela.
—Lobo
—le dije—, tengo frío y me voy a morir: esto sería una pérdida para vuestra
gloria, pues me ha traído acá mi admiración por vuestro gobierno, que vengo a
estudiar para propagar sus principios en los Animales.
—Ponte
encima de mí —me dijo el Lobo.
—Pero,
¿me comerás, ciudadano?
—¿Qué
adelantaría yo con eso? —respondió el Lobo—. Comiéndote o sin comerte, no
tendré menos hambre. Un Gorrión para un Lobo no es ni lo que un grano de lino
para ti.
Tuve
miedo, pero me arriesgué, como auténtico filósofo que soy. Aquel buen lobo me
dejó tomar posición en su cola, y me miró con un ojo hambriento sin tocarme.
—¿Qué
hacéis aquí? —le dije para reanudar la conversación.
—¡Bah!
—me dijo—. Esperamos a unos propietarios que están de visita en un castillo
vecino, y cuando salgan probablemente vamos a comernos Caballos esclavos,
ruines cocheros, algunos criados y dos propietarios rusos.
—Será
divertido —le dije.
No
creáis, Animales, que quise adular bajamente a aquel salvaje republicano a
quien podía o no gustarle que le contradijeran: dije lo que pensaba. Había oído
en París maldecir tanto, en los graneros y en todas partes, a la abominable
variedad de Hombres llamados los propietarios, que, sin conocerlos en
absoluto, los odiaba de verdad.
—No
os comeréis sus corazones —dije bromeando.
—¿Por
qué? —me dijo el ciudadano Lobo.
—He
oído decir que no tienen.
—¡Qué
desgracia! —exclamó el Lobo—. Es una pérdida para nosotros, pero no será la
única.
—¡Cómo!
—repliqué.
—¡Ay! —me dijo el ciudadano Lobo—. Muchos de nosotros perecerán en el ataque; pero ¡la patria está antes que nada! No hay más que seis Hombres, cuatro Caballos y alguna otra cosa servible; esto no bastará para nuestra sección de los Derechos del Lobo, que se compone de un millar de Lobos. Piensa, Gorrión, que no hemos tomado nada desde hace dos meses.
28 noviembre 2022
VIAJE DE UN GORRIÓN DE PARÍS (3)
II. De la Monarquía de las Abejas
Instruido
ya por lo que había visto en el Imperio Fórmico, decidí examinar las costumbres
del pueblo antes de escuchar a los grandes y a los príncipes. Al llegar,
tropecé con una Abeja que llevaba una sopa.
—¡Ah!
¡Estoy perdida! —dijo—. Me matarán, o al menos me meterán en la cárcel.
—¿Y
por qué? —le dije yo.
—¿No
ve usted que me ha hecho derramar el caldo de la reina? ¡Pobre reina!
Afortunadamente la Copera Mayor, la duquesa de las Rosas, habrá enviado a
buscar en varias direcciones; mi falta quedará reparada, pues yo moriría de
pesar por haber hecho aguardar a la reina.
—¿Oyes,
príncipe Abejorro? —le dije al joven viajero.
La
Abeja seguía lamentándose de haber perdido la ocasión de ver a la reina.
—Pero,
¡por Dios!, ¿qué es vuestra reina para que estéis siempre en tal estado de
adoración? —exclamé—. Yo, amiga mía, soy de un país, donde nos preocupamos poco
de los reyes, de las reinas y otros inventos humanos.
—¡Humanos! —exclamó la Abeja—. No hay nada entre nosotros, descarado Gorrión, que no sea de institución divina. Nuestra reina ha recibido de Dios su poder. Sin ella no podríamos existir como cuerpo social, lo mismo que tú no podrías volar sin plumas. Ella es nuestra alegría y nuestra luz, la causa y el fin de todos nuestros esfuerzos. Ella nombra una directora de puentes y calzadas, que nos da planos y alineamientos para nuestros suntuosos edificios. Ella distribuye a cada uno su tarea según sus capacidades, ella es la encarnación de la justicia y se ocupa sin cesar de su pueblo; ella lo engendra y nosotras nos apresuramos a alimentarlo, pues nosotras hemos sido creadas y puestas en el mundo para adorarla, servirla y defenderla. Lo mismo hacemos con las pequeñas reinas de los palacios particulares y las dotamos de una papilla particular para su alimento. Unicamente a nuestra reina corresponde el honor de cantar y de hablar; sólo ella deja oír su hermosa voz.
27 noviembre 2022
VIAJE DE UN GORRIÓN DE PARÍS (2)
I. Del gobierno fórmico
Llegué,
no sin dificultades, después de haber atravesado el mar, a una isla llamada
orgullosamente por sus habitantes la Vieja Formicalión, como si hubiera
porciones del globo más jóvenes unas que otras. Un viejo Cuervo instruido que me
encontré me había indicado el régimen de las Hormigas como el gobierno modelo;
comprenderéis la curiosidad que sentía por estudiar ese sistema y descubrir sus
resortes.
Mientras
iba de camino, vi muchas Hormigas que viajaban a su antojo: todas eran negras,
muy limpias y como barnizadas, pero sin ninguna individualidad. Todas se
parecían. Con ver a una ya se han visto todas. Viajaban en una especie de
fluido fórmico que las preserva del fango y del polvo, de tal manera que, en
las montañas, en las aguas, en las ciudades, os encontráis con una Hormiga y
parece salida de un envase, con su vestido negro bien cepillado, muy limpio,
las patas barnizadas y las mandíbulas limpias. Esta afectación de limpieza no
es una prueba en su favor. ¿Pues qué les pasaría sin ese cuidado constante? Así
que a la primera Hormiga que vi le hice unas preguntas: ella me miró sin
contestarme; creí que estaba sorda; pero un Loro me dijo que ella no hablaba
más que a los Animales que le habían sido presentados.
En
cuanto puse pie en la isla, me asaltaron Animales extraños, al servicio del
Estado y encargados de iniciarlo a uno en las dulzuras de la libertad,
impidiéndole llevar ciertos objetos, por mucho afecto que les tenga. Me
rodearon y me hicieron abrir el pico para ver si había dentro peces, cuya
importación está al parecer prohibida. Levanté las alas una por una para
demostrar que no tenía nada debajo. Después de esta ceremonia, quedé libre para
ir y venir por la sede del Imperio Fórmico cuyas libertades tanto me había
elogiado el Cuervo.
El primer espectáculo que me impresionó profundamente fue el de la actividad maravillosa de este pueblo. Por doquier iban y venían las Hormigas, cargando y descargando provisiones. Construían almacenes, despachaban la madera, trabajaban todas las materias vegetales. Unos obreros excavaban subterráneos, traían azúcar, construían galerías, y la actividad absorbe tanto a aquel pueblo, que nadie notaba mi presencia. Desde diferentes puntos de la costa partían embarcaciones cargadas de Hormigas que se iban a nuevos continentes. Llegaban correos que decían que en tal punto abundaba un determinado género, e inmediatamente se enviaban destacamentos de Hormigas para apoderarse de él, y lo hacían con tanta habilidad y prontitud, que hasta los Hombres se veían desvalijados sin saber cómo ni cuándo. Confieso que quedé deslumbrado. En medio de la actividad general, descubrí Hormigas aladas entre el pueblo negro sin alas.