Por aquella época, la época de la enfermedad de mi padre, el abuelo Alexander, con noventa años, en pleno esplendor físico y en pleno florecimiento romántico, sonrosado como un recién nacido, fresco como un joven esposo, se pasaba el día yendo y viniendo, y vociferando: «¡Bueno!, shto!» o: «Paskudniakin! Yulikim! ¡Granujas!». O: «¡Bueno!, davai! Jarosho! ¡Ya basta!». Las mujeres le acosaban. Con frecuencia, incluso por la mañana, se tomaba un «coñacito», y al instante su cara sonrosada se ponía roja como un tomate. Cuando mi abuelo y mi padre estaban hablando en el patio, o paseando por la acera delante de la casa y discutiendo, a juzgar por sus gestos, el abuelo Alexander parecía mucho más joven que su hijo. Vivió unos cuarenta años más que su primogénito, David, y que su primer nieto, Daniel Klausner, que fue asesinado en Vilna por los alemanes, unos veinte años más que su mujer y otros siete más que su hijo pequeño.
11 octubre 2024
11 de octubre.
10 octubre 2024
10 de octubre.
10 de octubre
09 octubre 2024
9 de octubre.
Franco y yo llegamos a Valencia el mismo día: él venía a visitar el acorazado Coral Sea, de la VI Flota, fondeado en aguas de la Malvarrosa; yo iba a estudiar el preuniversitario en la academia Castellano que estaba en la plaza de los Patos. Era un 9 de octubre, festividad de San Donís, patrón de los pasteleros. Ese día se celebraba en Valencia la tradición de la mocadorada: los enamorados se obsequiaban con un pañuelo repleto de dulces, frutos secos y peladillas. Los novios ricos solían anudar el pañuelo con una pulsera o una sortija de valor pero ese día en que llegué a Valencia yo no tenía a nadie a quien dar un caramelo. En cambio a la esposa del Caudillo en el ayuntamiento le acababan de regalar un mantón de Manila lleno de golosinas y alhajas selectas en un acto oficial que estaba retransmitiendo con voz muy redonda el locutor de Radio Alerta: en este momento el excelentísimo señor alcalde en el salón de columnas hace ofrenda a la doña Carmen de un riquísimo mantón de Manila bordado a mano que rebosa de todo lo más dulce que se fabrica en la hermosa ciudad de Valencia, queridos radioyentes, con todo el surtido de turrones los valencianos ofrendamos a la señora también nuestro corazón agradecido.
08 octubre 2024
8 de octubre.
Al principio del verano llegó de París Francisco Lucientes, con quien me unía una amistad excepcional. Venía como corresponsal de Ya en Alemania. Para mí fue una alegría inmensa tenerle en Berlín.