16 noviembre 2022

Barcas y el zorro

Barcas y el zorro
Barcas de Moure es un zuequero de Loboso, que en septiembre y octubre recorre la mayor parte de la pastoriza luguesa y de la Tierra de Miranda, zuequeando por las casas, y lo mismo hace zuecas remontadas que madreñas y chinelas, y suelas de zuecos. Barcas, zuequeando en Vilares del Santo, se sentó en un cepo a liar cigarro, y mirando distraído para un montón de viruta, se sorprendió de que se moviera, como si alguien respirase debajo, en un sueño profundo y tranquilo. El montón de viruta era pequeño, y Barcas pensó en perrillo, en un palleiro amarillo, de los que alarman con sus ladridos en los caminos del país.
Con el pie fue apartando virutas, hasta que descubrió lo oculto. Era un zorro. Barcas cerró la puerta de la cabaña, y con una vara despertó al dormido. El zorro abrió el ojo derecho, bostezó dos veces, se estiró y finalmente sonrió.
—¡Sí, hombre, me echó una sonrisada!
Era un zorro muy pequeño, muy lucido de pelo, el rabo casi mayor que el cuerpo.
—¡Eres bien pequeño! —le dijo Barcas.
—¡Es que soy enano, Barcas, y además nacido tresmesino!
El zorro, raposo o golpe, como le decimos los gallegos, hablaba muy bien nuestra lengua, y con el acento de aquella misma comarca, donde dicen autro por outro, otro, y aira por eira, era. Barcas es muy hablador, y le gustó la conversación con el zorro, que sin duda era la primera que tenía con el rabilargo un vecino de Loboso.
En el paso de la tertulia, el zorro, que dijo llamarse Anís…
—¿Anís? —le preguntaba yo a Barcas.
—¡Sí, señor, Anís! Me lo dijo bien claro seis o siete veces.
Pues Anís le preguntó a Barcas si quería hacerle unas zuecas subidas, que tuviesen el pico de punta bien salido.
—¡Nunca se vio zorro con zuecas! —le dijo Barcas a Anís.
—¡Bien se ve que nunca fuiste a Monfero!
En Monfero, según le explicó Anís a Barcas, hay un zorro viejo y reumático, muy sabio, que gasta zuecos soldados, unos zuecos que encontró en la carretera.
—Últimamente les puso una sobresuela de llanta, para no hacer ruido. Le gusta mucho acercarse a Curtis, para ver pasar el tren.
Barcas, a ratos perdidos, le hizo a Anís cuatro pares, y el golpe estrenó las zuecas en la cabaña, y andaba gracioso, aunque torcía de vez en cuando, especialmente de las patas traseras. Anís le pidió a Barcas que, por favor, que le envolviese las zuecas con paja y papel, que las iba a guardar hasta que las necesitase. Cuando Barcas regresó desde Vilares a su Loboso nativo, en el camino le hizo compañía el zorro enano Anís. Al despedirse ambos amigos en lo alto de Ventos, Anís le preguntó a Barcas:
—¿Quién manda en Francia?
—¡Un tal de Gaulle! ¿Para qué quieres saberlo?
—Es que un zorro que hay en Meira, cuando vamos de caza entre varios, se echa siempre a la gallina más grande, y poniéndose encima de ella grita: ¿Quién manda en Francia?
Barcas nunca más volvió a ver a Anís, zorro enano y tresmesino. Me lo dice con cierta tristeza.
—¿Qué trabajo le costaba salirme alguna vez al camino?

Álvaro Cunqueiro
La otra gente
Áncora & Delfín - 470

Cereal

 Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

15 noviembre 2022

¿Leyó Frankenstein alguna vez el Quijote?

 ¿Leyó Frankenstein alguna vez el Quijote? Vayamos paso a paso.
Era el verano de 1816. Mary Shelley y su esposo, el también escritor Percy Bysshe Shelley, acudieron a Suiza, a una hermosa casa en las montañas que su amigo lord Byron tenía en aquel lugar. Allí disfrutaban todos los invitados de un maravilloso verano alpino henchido de bosques, valles y senderos por los que a menudo caminaban para ejercitarse, al tiempo que así admiraban los espectaculares paisajes de aquel territorio. Pero un día, en uno de esos frecuentes cambios meteorológicos propios de las zonas montañosas, las nubes taparon el sol y las lluvias interrumpieron sus excursiones. Y no sólo por una jornada o dos, sino que la lluvia pareció encontrarse cómoda entre aquellas laderas verdes y decidió instalarse por un largo período. Byron, el matrimonio Shelley y el resto de los invitados optaron entonces por reunirse a la luz de una hoguera que ardía en una gran chimenea de la casa en la que se habían instalado y allí, entre copa y copa de vino, deleitarse en la lectura en voz alta que Percy Shelley realizaba de diferentes clásicos de la literatura universal.
Percy Shelley era un reconocido poeta que, como Byron, había tenido que escapar de Inglaterra por el revolucionario tono de muchos de sus poemas contra el gobierno conservador británico que se oponía, entre otras cosas, a cambios en una vetusta ley electoral que impedía que los barrios obreros tuvieran los mismos representantes parlamentarios que las zonas rurales más conservadoras. El caso es que Percy sabía leer en público o declamar de modo que agitaba los corazones o despertaba la imaginación de quien le escuchara.
Lo sabemos con detalle porque todo esto nos lo cuenta la propia Mary Shelley, su esposa: por un lado, en el prólogo a su obra Frankenstein y, por otro, en su propio diario personal, en donde, día a día, la intrépida autora se tomaba la molestia de dejar constancia de todo aquello que había hecho cada jornada: unos escritos que ahora constituyen una pequeña gran joya para críticos literarios y curiosos de toda condición (entre los que me incluyo). Así, Mary nos describe cómo lord Byron, uno de esos interminables días de tormenta veraniega, sin posibilidad de poder salir a la montaña o realizar cualquier otra actividad en el exterior de la casa, se levantó y lanzó un gran reto. Como no podía ser de otra forma, teniendo en cuenta a muchos de los allí presentes, se trataba de un reto literario.
—Os propongo un concurso.
—¿Qué tipo de concurso? —preguntó Percy intrigado y poniendo palabras a la curiosidad de todos los presentes.

Mariposas

 Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

14 noviembre 2022

Adiós ríos, adiós fontes

 Adiós ríos, adiós fontes,
adiós regatos pequeños,
adiós vista dos meus ollos,
non sei cándo nos veremos.
Miña térra, miña térra,
térra donde me en criei,
hortiña que quero tanto
figueiriñas que prantei,
prados, ríos, arboredas,
pinares que move o vento,
paxariños piadores,
casiña do meu contento,
muíño dos castañares,
noites craras de luar,
campaniñas trimbadoras
da igrexiña do lugar,
amoriñas das silveiras
que eu lle daba ó meu amor,
camiñinos antre o millo,
¡adiós para sempre adiós!
¡Adiós groria! ¡Adiós contento!
¡Deixo a casa onde nacín,
deixo a aldea que conoso
por un mundo que non vin!
Deixo amigos por estraños,
deixo a veiga polo mar,
deixo, en fin, canto ben quero.
¡Quén pudera nond deixar!
……………………
Mais son probe e, mal pecado,
a miña térra n’é miña,
que hastra lle dan de prestado
a beira por que camiña
ó que naceu desdichado.
Teñovos, pois, que deixar,
hortiña que tanto amei,
fogueiriña do meu lar,
arboriños que prantei,
fontiña do cabañar.
Adiós, adiós, que me vou,
herbiñas do camposanto
donde meu pai se enterrou,
herbiñas que biquei tanto,
terriña que os criou.
Adiós Virxe da Asunción,
branca como un serafín:
lévovos no corasón;
pedídelle a Dios por min,
miña Virxe da Asunción.
Xa se oien lonxe, moi lonxe,
as campanas do Pomar;
para min, ¡ai!, coitadiño,
nunca máis han de tocar.
Xa se oien lonxe, máis lonxe…
Cada balada é un dolor;
voume soio, sin arrimo…
Miña térra, ¡adiós!, ¡adiós!
¡Adiós tamén, queridiña…!
¡Adiós por sempre quizáis…!
Digoche este adiós chorando
desde a beiriña do mar:
Non me olvides, queridiña,
si morro de soidás…
Tantas légoas mar adentro…
¡Miña casiña!, ¡meu lar!

Rosalía de Castro
María Rosalía Rita de Castro (Santiago de Compostela23 de febrero de 1837-Padrón15 de julio de 1885) fue una poetisa y novelista española que escribió tanto en gallego como en castellano. Considerada entre los grandes poetas de la literatura española del siglo xix,​ representa junto con Eduardo Pondal y Curros Enríquez una de las figuras emblemáticas del Rexurdimento gallego,​ no solo por su aportación literaria en general y por el hecho de que sus Cantares gallegos​ sean entendidos como la primera gran obra de la literatura gallega contemporánea, sino por el proceso de sacralización al que fue sometida y que acabó por convertirla en encarnación y símbolo del pueblo gallego.​ Además, es considerada junto con Gustavo Adolfo Bécquer, la precursora de la poesía española moderna.

Adiós ríos, adiós fuentes,

adiós regatos pequeños,

adiós vista de mis ojos,

no sé cuándo nos veremos.

Tierra mía, tierra mía,

tierra donde me crié,

huertecita que amo tanto,

higueritas que planté,

prados, ríos, arboledas,

pinares que mueve el viento,

pajarillos piadores,

casita de mi contento,

noches con claro de luna,

molino del castañar,

campanitas timbradoras

de la iglesia del lugar,

moritas de los zarzales

que yo le daba a mi amor,

caminos entre maizales,

¡adiós, para siempre, adiós!

¡Adiós gloria! ¡Adiós contento!

¡Dejo casa en que nací

y la aldea que conozco

por un mundo que no vi!

Dejo amigos por extraños,

y la vega por el mar,

dejo, en fin, cuanto bien quiero…

¡Quién pudiera no dejar!…

……………………

Mas soy pobre y, ¡mal pecado

mi tierra mía no es,

que hasta le dan de prestado

la vera por que camina

al que nació desdichado.

Os tengo, pues, que dejar,

huerta que yo tanto amé,

lumbre que arde en mi lar

arbolillos que planté,

fontana del cabañar

Adiós, adiós, que me voy,

yerbitas del camposanto

do mi padre se enterró,

yerbitas que besé tanto,

tierrecita que os crió.

Adiós Virgen de Asunción,

blanca como un serafín:

os llevo en el corazón;

a Dios pedidle por mí,

mi Virgen de la Asunción.

Ya se oyen lejos, muy lejos,

las campanas del Pomar;

para mí, ¡ay!, desdichado,

nunca más han de tocar.

Ya se oyen lejos, más lejos…

cada toque es un dolor;

me voy solo, sin arrimo…

Tierra mía, ¡adiós, adiós!

¡Adiós también, queridiña!…

Adiós por siempre quizá…

Dígote este adiós llorando

desde la orilla del mar:

No me olvides, queridiña

si muero de soledad…

Tantas leguas mar adentro…

¡Casita mía!, ¡mi hogar!

Mariposas

Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

Serie: azulejos