02 octubre 2022

La custodia de la calabaza

La custodia de la calabaza

El sol matinal descendía como una ducha dorada sobre el castillo de Blandings, iluminando con un tonificante resplandor sus muros cubiertos de hiedra, sus prados ondulantes, sus jardines, sus viviendas y sus dependencias, y aquellos de sus habitantes que en aquel momento pudieran estar tomando el aire. Bajaba sobre verdes extensiones de césped y amplias terrazas, y sobre nobles árboles y multicolores parterres. Caía sobre el desgastado asiento de los pantalones de Angus McAllister, jardinero en jefe del noveno conde de Emsworth, mientras inclinaba con recia testarudez escocesa su espalda para arrancar una babosa de sus sueños bajo la hoja de una lechuga. Caía sobre los blancos pantalones de franela del Honorable Freddie Threepwood, segundo hijo de lord Emsworth, que avanzaba a buen paso a través de los húmedos prados. Y también caía sobre el mismísimo lord Emsworth y sobre Beach, su fiel mayordomo, que se encontraban en la torrecilla que dominaba el ala oeste, el primero con un ojo aplicado a un potente telescopio y el segundo sosteniendo el sombrero que le habían enviado a buscar.

—Beach —dijo lord Emsworth.

—¿Milord?

—Me han estafado. Este maldito trasto no funciona.

—¿Su señoría no puede ver con claridad?

—No puedo ver absolutamente nada, maldita sea. Todo está negro.

El mayordomo era hombre observador.

—Acaso si yo quitase el tapón que hay en el extremo del instrumento, milord, cabría obtener unos resultados más satisfactorios.

—¿Eh? ¿Un tapón? ¿Hay un tapón? ¿O sea que es esto? Sáquelo, Beach.

—En seguida, milord.

—¡Ah!

Había satisfacción en la voz de lord Emsworth. Hizo girar y ajustó los mandos, y su satisfacción aumentó.

—Sí, esto ya está mejor. Es formidable. Beach, puedo ver una vaca.

—¿Sí, milord?

de Alphonse Mucha: cuatro estaciones

 de Alphonse Mucha

01 octubre 2022

Amor constante más allá de la muerte

 
Amor constante más allá de la muerte.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado,
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado.

Francisco de Quevedo (1580-1645)
Poesía

Oración duradera, oración en piedra

escrito en piedra

30 septiembre 2022

Al comprador indeciso

 Al comprador indeciso
(Poema inicial de «LA ISLA DEL TESORO»)

SI los cuentos que narran los marinos,
Hablando de temporales y aventuras, de sus amores y sus odios,
De barcos, islas, perdidos Robinsones
Y bucaneros y enterrados tesoros,
Y todas las viejas historias, contadas una vez más
De la misma forma que siempre se contaron,
Encantan todavía, como hicieron conmigo,
A los sensatos jóvenes de hoy:
—¿Qué más pedir? Pero si ya no fuera así,
Si tan graves jóvenes hubieran perdido
La maravilla del viejo gusto
Por ir con Kingston o con el valiente Ballantine,
O con Cooper, y atravesar bosques y mares:
Bien. ¡Así sea! Pero que yo pueda
Dormir el sueño eterno con todos mis piratas.
Junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños.

Robert Louis Stevenson

Poemas


Traducción: Txaro Santoro & José María Álvarez

Banco de carpintero

banco de carpintero

29 septiembre 2022

Si...

SI…

Si puedes mantener la cabeza en su sitio
cuando todos la pierden —y te culpan por ello—;
si confías en ti cuando los otros
desconfían —y les das la razón—;
si puedes esperar sin cansarte, si no
mientes cuando te vienen con mentiras
ni odias a los que te odian y, aún así,
no te las das de santo ni de sabio;

si sueñas, sin llegar a ser esclavo
de tus sueños; si piensas, pero no te conformas
con pensar; si te enfrentas al Triunfo y al Desastre
y das el mismo trato a esos dos impostores;
si soportas que tuerzan tus palabras
para embaucar con ellas a los tontos;
si se rompen las cosas a las que has dedicado
tu existencia y te agachas a rehacerlas;

si juntas todas tus ganancias para
jugártelas a cara o cruz, y pierdes,
y vuelves a empezar de nuevo, una vez más,
sin mencionar siquiera lo perdido;
y si tu corazón, tus músculos, tus nervios
cumplen incluso cuando ya no son
lo que eran, y resistes cuando ya no te queda
sino la voluntad de resistir;

si hablas con multitudes sin perder la honradez
y paseas con reyes sin perder la humildad:
si no pueden hacerte daño tus enemigos
—tampoco tus amigos— y todo el mundo cuenta
contigo —no en exceso—; si no desaprovechas
ni un segundo de cada minuto de carrera,
la tierra y cuanto en ella existe es para ti;
serás, en fin, lo que se dice un hombre.



POEMAS
Rudyard Kipling




Serie: azulejos