07 febrero 2022

Sobre el cuco (28) - De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco

 Suelo comer y cenar en el zaguán, en una mesa pequeña, cerca de los hombres que vuelven del trabajo del campo. Estos lo hacen por orden: los mayorales de mula y muleros, sentados; los chicos que llaman burreros, de pie. Rezamos todos al empezar y al concluir de comer.

No pinto, no escribo, no hago nada, afortunadamente. De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco y el grito burlón y extraño de un pavo real que siempre está en el tejado.

¡Cuánta vida y cuánta vida en germen se ocultará en estas noches! —se me ocurre pensar. Los pájaros reposarán en las ramas, las abejas en sus colmenas; las hormigas, las arañas, los insectos todos, en sus agujeros. Y mientras estos reposan, el sapo, despierto, lanzará su nota aflautada y dulce en el espacio; el cuco, su voz apacible y tranquila; el ruiseñor, su canto regio; y en tanto la tierra, para los ojos de los hombres, oscura y sin vida, se agitará, estremeciéndose en continua germinación, y en las aguas pantanosas de las balsas y en las aguas veloces de las acequias brotarán y se multiplicarán miríadas de seres.

Y, al mismo tiempo de esta germinación eterna, ¡qué terrible mortandad! ¡Qué bárbara lucha por la vida! ¿Pero para qué pensar en ella? Si la muerte es depósito, fuente, manantial de vida, ¿a qué lamentar la existencia de la muerte? No, no hay que lamentar nada. Vivir y vivir…, esa es la cuestión.


Pío Baroja. 

Camino de perfección. 
Pasión mística. 
La Vida Fantástica - 2.

En las calles de Córdoba

Córdoba, tres días de un octubre

06 febrero 2022

Sobre el cuco (27) - el cuco cantaba en un castañar, y el criado interrogábale burlonamente:—Buen cuco-rey, dime los años que viviré.

ÁDEGA, la dueña y el criado se volvían al Pazo de Brandeso. Les amaneció en lo alto del monte. El viento trajo a sus oídos como salutación de una vida aldeana, devota y feliz, la voz de los viejos campanarios, que parecía bañarse en el rocío y en los aromas de las eras. A la espalda quedaba el mar, negro y tormentoso en su confín, blanco de espuma en la playa. Su voz ululante y fiera parecía una blasfemia bajo la gloria del amanecer. En el valle flotaba ligera neblina, el cuco cantaba en un castañar, y el criado interrogábale burlonamente:—Buen cuco-rey, dime los años que viviré.
El pájaro callaba como si atendiese, y luego oculto en las ramas, dejaba oír su voz: el aldeano iba contando:
—Uno, dos, tres… ¡Pocos años son! ¡Mira si te has engañado, buen cuco-rey!
El pájaro callaba de nuevo, y después de largo silencio, cantaba muchas veces. El aldeano hablábale:
—¿Ves como te habías engañado?…
Y mientras atravesaron el castañar, siguió la plática con el pájaro. Ádega caminaba suspirante: las violetas de sus pupilas estaban llenas de rocío como las flores del campo, y la luz de la mañana, que temblaba en ellas, parecía una oración. La dueña, viéndola absorta, murmuró en voz baja al oído del criado:
—¿Tú reparaste?…
El criado abrió los ojos sin comprender. La dueña puso todavía más misterio en su voz:
—¿No has reparado cosa ninguna cuando sacamos del mar a la rapaza? La verdad, odiaría condenarme por una calumnia, mas paréceme que la rapaza está preñada…
Y velozmente, con escrúpulos de beata, trazó una cruz sobre su boca sin dientes. En el fondo del valle seguía sonando el repique alegre, bautismal, campesino, de aquellas viejas campanas, que de noche, a la luz de la luna, miran volar a las brujas, y que cantan de día, a la luz del sol, las glorias celestiales. ¡Campanas de San Berísimo de Céltigos! ¡Campanas de San Gundián y de Brandeso! ¡Campanas de Gondomar y de Lestrove!… ¡Adiós!

FLOR DE SANTIDAD: HISTORIA MILENARIA.
Ramón María del Valle-Inclán

De Córdoba

 Córdoba, tres días de un octubre

05 febrero 2022

Sobre el cuco (26) - Era como el cuco que «cuando junio llega, ronco se queda»

—Error, trágico error —dijo de nuevo, reanudando, a grandes zancadas, sus paseos por la terraza.
Pero ¡de qué manera tan sorprendente había cambiado su tono de voz! Era como el cuco que «cuando junio llega, ronco se queda»; se diría que estaba ensayando, que buscaba, indeciso, una nueva frase para un estado de ánimo diferente, aunque, como sólo disponía de aquella, la utilizaba, pese a estar desvencijada. Pero sonó ridícula —«Error, trágico error»—, dicha así, casi como pregunta, sin convencimiento, melodiosamente. La señora Ramsay no pudo por menos de sonreír y, muy pronto, como era inevitable, yendo y viniendo por la terraza, el señor Ramsay siguió canturreándola hasta prescindir de ella y callarse.
Estaba otra vez a salvo, devuelto a su intimidad. Se detuvo para encender la pipa, lanzó una ojeada a su mujer y a su hijo en el hueco de la ventana y, como alguien que levanta los ojos del libro mientras viaja en un tren expreso y ve una granja, un árbol o un caserío como si se tratara de una ilustración, de la confirmación de algo leído en la página impresa a la que después regresa, enriquecido y satisfecho, de la misma manera, sin distinguir en realidad ni a su hijo ni a su mujer, le enriqueció y le satisfizo verlos, dando el espaldarazo a sus esfuerzos por llegar a una rigurosa comprensión del problema al que destinaba en aquel momento las energías de su espléndida mente.

Virginia Woolf
Al faro

Movida por la inquietud de explorar el análisis de la conciencia en busca de una realidad más auténtica y esencial, Virginia Woolf encontró en la amalgama de sentimientos, pensamientos y emociones que es la subjetividad el material idóneo para alumbrar una de las obras que sin duda más han contribuido a forjar la sensibilidad contemporánea. Basada en los recuerdos infantiles de los veranos que la autora pasó en la costa de Cornualles y centrada en la figura de una mujer, la señora Ramsay, Al faro (1927) gira en torno al tema de la inexorabilidad del paso del tiempo y a la contraposición entre el orden y el caos.

De Córdoba

Córdoba, tres días de un octubre

Enriketa ve un fantasma