04 diciembre 2021

4 de diciembre

Salir y entrar

Me gusta el pensamiento de este guardiacárcel, que debe ser casado:

Los que están entre cuatro paredes ansían la libertad, los que están afuera buscan de meterse entre las cuatro paredes. (Amigo, usted no merecía ser guardiacárcel.) ¡Qué humanidad! El que está adentro quiere salir, el que está afuera quiere entrar. Así es el hombre. Y fíjese qué cosa curiosa ocurre con el gato. El gato, cuando una puerta está abierta, coloca medio cuerpo afuera y medio adentro. Y no se sabe si quiere entrar o salir. El hombre, mucho menos prudente que el gato, toma siempre una actitud determinada. Y tomada quiere anularla. En realidad, filosóficamente conversando, el hombre es un animalito que nunca sabe lo que quiere o lo que no quiere. Si le dan lo que pide, lo desprecia; si se lo niegan, llora; y, en realidad, se pasa la vida entre estos dos tormentos, queriendo entrar, si está afuera, queriendo salir, si está adentro, y desesperándose siempre que ha conseguido lo que se proponía con su voluntad.

Y aunque el problema parezca simple, no lo es. Tan graves enigmas encierra, que un señor escritor, el conde de Tolstoy, escribió a este propósito qué debe hacerse. Si usted me pide que le conteste a la anotada pregunta le contestaré: Cierre los ojos y tírese al foso.

(El Mundo, 4 de diciembre de 1929)

Roberto Arlt
Tratado de la delincuencia
Aguafuertes inéditas

De las aguafuertes que han permanecido inéditas, tenemos aquí un puñado que tratan sobre la delincuencia y sus variadas formas como la coima, las organizaciones delictivas, la cárcel, los menores.

Tomás, el Incrédulo, capitel románico

 Tomás, el Incrédulo, capitel románico

03 diciembre 2021

3 de diciembre

Y el mosquetero, con su sangre fría habitual, fue a sentarse ante los restos del desayuno.

—Amén —dijo Athos—, y ya volveremos sobre eso más tarde, si es ese vuestro gusto; pero por el momento lo que más me preocupaba, y estoy seguro de que tú, D’Artagnan, me comprenderás, era recuperar de aquella mujer una especie de firma en blanco que había arrancado al cardenal, y con cuya ayuda ella debía desembarazarse de ti y quizá de nosotros impunemente.

—Pero esa criatura es un demonio —dijo Porthos tendiendo su plato a Aramis, que trinchaba un ave.

—Y esa firma en blanco —dijo D’Artagnan—, esa firma en blanco, ¿ha quedado entre sus manos?

—No, ha pasado a las mías; no diré que haya sido sin esfuerzo, porque mentiría.

—Querido Athos —dijo D’Artagnan—, ya no seguiré contando las veces que os debo la vida.

—Entonces, ¿nos dejasteis para volver junto a ella? —preguntó Aramis.

—Exacto.

—¿Y tienes esa carta del cardenal? —dijo D’Artagnan.

—Aquí está —dijo Athos.

Y sacó el precioso papel del bolsillo de su casaca.

D’Artagnan lo desplegó con una mano cuyo temblor no trataba siquiera de disimular y leyó:

El portador de la presente ha «hecho lo que ha hecho» por orden mía y para bien del Estado.

3 de diciembre de 1627.
RICHELIEU.

—En efecto —dijo Aramis—, es una absolución en toda regla.

—Hay que romper ese papel —exclamó D’Artagnan, que parecía leer su sentencia de muerte.

—Muy al contrario —dijo Athos—, hay que conservarlo por encima de todo, y yo no daría este papel aunque lo cubrieran de piezas de oro.

Cerámica histórica de Manises

 Cerámica histórica de Manises

02 diciembre 2021

2 de diciembre

Leyenda de doña María Coronel

Doña María Fernández Coronel era una bella joven, perteneciente a una familia muy principal, que tenía su casa en la esquina de la calle Arrayán con el mercado de la Feria, casa que en parte ha sido derribada en el año 1973, y una fachada queda aún, la que da al Mercado, donde se conserva un hermosísimo ventanal de estilo mudéjar, cuya casa ha sido en los siglos XVI al XIX palacio de los marqueses de la Algaba, y durante el XIX y XX, teatro, corral de vecindad, bodega y almacén.

Casó doña María Fernández Coronel, con el caballero don Juan de la Cerda, descendiente de la familia real de León. Y cuando se alzaron contra el rey don Pedro I sus hermanos bastardos, encabezados por don Enrique de Trastámara, se adhirió al bando de éstos el caballero don Juan de la Cerda, aportando dineros, armas, y soldados a la causa de don Enrique. Esto motivó que el rey legítimo le condenase por traidor, y habiéndole cogido prisionero en una batalla, lo mandó decapitar.

Pasado algún tiempo, el rey don Pedro conoció a doña María Fernández Coronel, quien ya consolada en parte de la muerte de su esposo, vivía tranquila, administrando los bienes que le pertenecían a ella por su dote, puesto que los bienes de su esposo habían sido incautados por el rey, y su casa situada junto a la iglesia de San Pedro había sido derribada y sembrado su suelo de sal para que ni naciera allí la hierba, como escarmiento para traidores.

Conocerla y enamorarse de ella fue todo uno, y desde aquel día, el rey don Pedro persiguió a doña María Coronel, con ánimo de rendirla, aun cuando ella lo rechazaba y huía de donde él pudiera encontrarla. Por esto, se refugió en casa de sus padres, en la calle Arrayán, confiando en eludir esta persecución.

Pero el rey, inflamado de deseos amorosos se propuso robarla de la casa de sus padres y habiéndole ella sentido llegar con unos criados, mientras el rey asaltaba el edificio por un lado huyó doña Mara cubierta con un velo, saliendo por la puerta que daba frente a la iglesia de Omnium Sanctorum, y desde allí corriendo cruzó la Feria, rodeó la Laguna (hoy paseo de la Alameda) y llegó desolada a pedir amparo y refugio en el convento de monjas de Santa Clara.

Las monjas, imaginando que el rey no tardaría en llegar allí a buscarla, la ocultaron en una zanja que había en el jardín, sobre la que pusieron unas tablas y la cubrieron con un poco de tierra. Al amanecer, llegó en efecto el rey, quien había recibido una confidencia y recorrió todo el convento buscándola, sin encontrarla. Las monjas cuentan que milagrosamente hizo Dios que sobre la tierra que cubría aquel improvisado refugio naciera hierba y brotaran flores en un momento, con lo que el rey no pudo descubrirla.

Pasado algún tiempo y confirmado nuevamente en sus sospechas el rey, se presentó de improviso en el convento, donde doña María Coronel estaba viviendo ya más descuidada. No le dio tiempo a esconderse, y el rey la persiguió por los corredores, con ánimo de reducirla y llevársela al Alcázar. Pero ella en su carrera entró en la cocina, donde estaban en aquel momento preparando la comida unas legas. Doña María se dirigió al hogar, cogió una sartén que estaba llena de aceite hirviendo, y se la derramó por la cara, deseando desfigurarse para que así el rey no sintiera más apetito por ella. En efecto, el aceite le produjo horrorosas quemaduras que desfiguraron su bello rostro, y cuando el rey entró en la cocina y vio aquella cara, desollada, chorreando sangre, y contraída por el horrible dolor, huyó despavorido y desconsolado.

Mandó el rey a la abadesa de Santa Clara que cuidase y atendiese muy bien a doña María Coronel, que él estaba arrepentido y no volvería a molestarla, y le concedería cuanto ella pidiese.

Entonces doña María Coronel, una vez que estuvo repuesta, pidió al rey que le devolviese el solar de la casa de su marido, junto a la iglesia de San Pedro, donde ella se proponía fundar un convento.

El rey le dio el solar, donde ella hizo construir el Convento de Santa Inés, y una vez edificado, organizó comunidad, siendo ella la primera priora que tuvo.

Doña María fue priora durante muchos años, pues murió de avanzada edad. Fue enterrada en el coro, pero en el siglo XVI, al hacer unas obras, encontraron su ataúd y al abrirlo apareció el cadáver perfectamente conservado, por lo que las monjas lo colocaron en una urna de cristal, al descubierto. Todos los años el día 2 de diciembre puede visitarse en la iglesia de Santa Inés esta urna, donde se ve el cuerpo de la fundadora, y pueden apreciarse en su rostro las cicatrices que le produjo el aceite hirviendo.

José María de Mena
Tradiciones y leyendas sevillanas


Sevilla es una de las ciudades españolas y europeas más cargadas de historia. Así, pues, la capital andaluza es sumamente rica en leyendas y tradiciones que se remontan a tiempos muy remotos. Por ejemplo, ¿fundó el fenicio Melkart —llamado posteriormente Hércules— la primitiva Sevilla? No falta en esta obra el recuerdo al martirio y gloria de santa Justa y santa Rufina, en la época romana, ni, en la época visigoda, la tradición de la sublevación de san Hermenegildo contra Leovigildo. ¿Murió realmente Don Rodrigo en la batalla del Guadalete? Los amores de Almotamid, rey-poeta de Sevilla, con su hermosísima esclava Itimad. Cómo Abenamar salvó Sevilla jugando al ajedrez. Rodrigo Díaz de Vivar ganó en esta ciudad el nombre de Cid. ¿Qué sabemos sobre la construcción de la Giralda? Aquí se recuerdan la temeridad de san Fernando, las hazañas de Garcipérez de Vargas y la gesta del almirante Bonifaz. La muerte de Leonor Dávalos y Urraca Ossorio. Una matanza en la judería sevillana. Una gitana hizo ciertas profecías a Hernán Cortés en Sevilla. ¿Qué son los seises de la catedral hispalense? Una mirada retrospectiva a la Inquisición. Leyendas y tradiciones del Cristo del Cachorro y de la Virgen de la Macarena. Realidad y leyenda de don Juan Tenorio. Bécquer, Larra y Sevilla. ¿Qué hacen las sevillanas para que llueva o para que no llueva?

Palmatoria

 palmatoria

01 diciembre 2021

1 de diciembre

»Trato de escribir mis recuerdos, pero algo va de la espada a la pluma y ésta es más pesada tal vez que el arcabuz y la partesana, digo, para el que no tiene costumbre como yo».
Pero de pronto le pareció desairado escribir sobre sí mismo y tiró el papel a la chimenea apagada. Más tarde fue a buscarlo, lo alisó otra vez con las palmas de las manos —la izquierda estaba contraída por una herida mal curada— y se dijo: «En Oñate mi vida no tuvo importancia, pero aquí en Indias me he portado como otros». Y con esa idea siguió escribiendo.
«Me embarqué en Sevilla para venir acá en el año 1537 con una cédula que tenía ya del año anterior para ser regidor en el pueblo donde viviera el gobernador del Perú, y digo que esos cargos sólo se dan a personas hidalgas de solar conocido. Después de aquella cédula me dieron otra firmada el 1 de diciembre de 1536, diciendo que aquel regimiento que me otorgaban debía yo tenerlo y ejercerlo allí donde quedara establecido el gobierno de Nueva Toledo, cuya entrada y conquista se había capitulado ya con Almagro. Yo estaba contento con aquello, porque me parecía digno de mí.
»Cuando llegué a esta tierra del Perú vi que la tropa andaba separada en bandos, unos por Pizarro y otros por Almagro, de lo que vino la contienda de 1538, en donde si me hallé o no me hallé a nadie le importa y no voy a decirlo aquí, que demasiado hablan los que no hacen nada y no voy yo a echarme tierra a los ojos. Pero la verdad es que estuve en las entradas de los Chunchos con Pedro de Candía y en los Andes, que son montes fríos y ásperos como ninguna otra montaña en el mundo, y allí muchos cayeron y volvíamos maltrechos cuando nos salió al encuentro el mismo don Hernando Pizarro en persona con Peransúrez, Diego de Rojas, el famoso también Gonzalo Pizarro y otros capitanes y allí mismo don Hernando le quitó el mando a Candía y se lo dio a Peransúrez, con quien yo marché a Carabaya y a Ayavire, montes adentro otra vez y en el peor tiempo, que yo pensé que era mi fin como los otros el suyo y más de uno acertó, aunque yo, por fortuna, me equivocara. Que dentro de lo malo siempre he tenido alguna suerte.

Ramón J. Sender
La aventura equinoccial de Lope de Aguirre

La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, basada en la histórica antiepopeya de la expedición capitaneada por un vasco a lo largo del Amazonas, ofrece un amplio y variado espectro de caracteres a la búsqueda de un imposible. El mítico El Dorado se convierte en el centro vital de unas mentes estremecidas y agitadas que luchan contra sí mismas y contra el universo, plasmado en una tierra indomable, la selva del Marañón, y en unos monarcas lejanos que recuerdan al dios del abandono.
Un discurso exuberante, pleno de matices, ayuda a recrear la atmósfera sobrehumana de la tarumba equinoccial.

Serie: azulejos