Leyenda de doña María Coronel
Doña María Fernández Coronel era una bella joven, perteneciente a una familia muy principal, que tenía su casa en la esquina de la calle Arrayán con el mercado de la Feria, casa que en parte ha sido derribada en el año 1973, y una fachada queda aún, la que da al Mercado, donde se conserva un hermosísimo ventanal de estilo mudéjar, cuya casa ha sido en los siglos XVI al XIX palacio de los marqueses de la Algaba, y durante el XIX y XX, teatro, corral de vecindad, bodega y almacén.
Casó doña María Fernández Coronel, con el caballero don Juan de la Cerda, descendiente de la familia real de León. Y cuando se alzaron contra el rey don Pedro I sus hermanos bastardos, encabezados por don Enrique de Trastámara, se adhirió al bando de éstos el caballero don Juan de la Cerda, aportando dineros, armas, y soldados a la causa de don Enrique. Esto motivó que el rey legítimo le condenase por traidor, y habiéndole cogido prisionero en una batalla, lo mandó decapitar.
Pasado algún tiempo, el rey don Pedro conoció a doña María Fernández Coronel, quien ya consolada en parte de la muerte de su esposo, vivía tranquila, administrando los bienes que le pertenecían a ella por su dote, puesto que los bienes de su esposo habían sido incautados por el rey, y su casa situada junto a la iglesia de San Pedro había sido derribada y sembrado su suelo de sal para que ni naciera allí la hierba, como escarmiento para traidores.
Conocerla y enamorarse de ella fue todo uno, y desde aquel día, el rey don Pedro persiguió a doña María Coronel, con ánimo de rendirla, aun cuando ella lo rechazaba y huía de donde él pudiera encontrarla. Por esto, se refugió en casa de sus padres, en la calle Arrayán, confiando en eludir esta persecución.
Pero el rey, inflamado de deseos amorosos se propuso robarla de la casa de sus padres y habiéndole ella sentido llegar con unos criados, mientras el rey asaltaba el edificio por un lado huyó doña Mara cubierta con un velo, saliendo por la puerta que daba frente a la iglesia de Omnium Sanctorum, y desde allí corriendo cruzó la Feria, rodeó la Laguna (hoy paseo de la Alameda) y llegó desolada a pedir amparo y refugio en el convento de monjas de Santa Clara.
Las monjas, imaginando que el rey no tardaría en llegar allí a buscarla, la ocultaron en una zanja que había en el jardín, sobre la que pusieron unas tablas y la cubrieron con un poco de tierra. Al amanecer, llegó en efecto el rey, quien había recibido una confidencia y recorrió todo el convento buscándola, sin encontrarla. Las monjas cuentan que milagrosamente hizo Dios que sobre la tierra que cubría aquel improvisado refugio naciera hierba y brotaran flores en un momento, con lo que el rey no pudo descubrirla.
Pasado algún tiempo y confirmado nuevamente en sus sospechas el rey, se presentó de improviso en el convento, donde doña María Coronel estaba viviendo ya más descuidada. No le dio tiempo a esconderse, y el rey la persiguió por los corredores, con ánimo de reducirla y llevársela al Alcázar. Pero ella en su carrera entró en la cocina, donde estaban en aquel momento preparando la comida unas legas. Doña María se dirigió al hogar, cogió una sartén que estaba llena de aceite hirviendo, y se la derramó por la cara, deseando desfigurarse para que así el rey no sintiera más apetito por ella. En efecto, el aceite le produjo horrorosas quemaduras que desfiguraron su bello rostro, y cuando el rey entró en la cocina y vio aquella cara, desollada, chorreando sangre, y contraída por el horrible dolor, huyó despavorido y desconsolado.
Mandó el rey a la abadesa de Santa Clara que cuidase y atendiese muy bien a doña María Coronel, que él estaba arrepentido y no volvería a molestarla, y le concedería cuanto ella pidiese.
Entonces doña María Coronel, una vez que estuvo repuesta, pidió al rey que le devolviese el solar de la casa de su marido, junto a la iglesia de San Pedro, donde ella se proponía fundar un convento.
El rey le dio el solar, donde ella hizo construir el Convento de Santa Inés, y una vez edificado, organizó comunidad, siendo ella la primera priora que tuvo.
Doña María fue priora durante muchos años, pues murió de avanzada edad. Fue enterrada en el coro, pero en el siglo XVI, al hacer unas obras, encontraron su ataúd y al abrirlo apareció el cadáver perfectamente conservado, por lo que las monjas lo colocaron en una urna de cristal, al descubierto. Todos los años el día 2 de diciembre puede visitarse en la iglesia de Santa Inés esta urna, donde se ve el cuerpo de la fundadora, y pueden apreciarse en su rostro las cicatrices que le produjo el aceite hirviendo.
José María de Mena
Tradiciones y leyendas sevillanas
Sevilla es una de las ciudades españolas y europeas más cargadas de historia. Así, pues, la capital andaluza es sumamente rica en leyendas y tradiciones que se remontan a tiempos muy remotos. Por ejemplo, ¿fundó el fenicio Melkart —llamado posteriormente Hércules— la primitiva Sevilla? No falta en esta obra el recuerdo al martirio y gloria de santa Justa y santa Rufina, en la época romana, ni, en la época visigoda, la tradición de la sublevación de san Hermenegildo contra Leovigildo. ¿Murió realmente Don Rodrigo en la batalla del Guadalete? Los amores de Almotamid, rey-poeta de Sevilla, con su hermosísima esclava Itimad. Cómo Abenamar salvó Sevilla jugando al ajedrez. Rodrigo Díaz de Vivar ganó en esta ciudad el nombre de Cid. ¿Qué sabemos sobre la construcción de la Giralda? Aquí se recuerdan la temeridad de san Fernando, las hazañas de Garcipérez de Vargas y la gesta del almirante Bonifaz. La muerte de Leonor Dávalos y Urraca Ossorio. Una matanza en la judería sevillana. Una gitana hizo ciertas profecías a Hernán Cortés en Sevilla. ¿Qué son los seises de la catedral hispalense? Una mirada retrospectiva a la Inquisición. Leyendas y tradiciones del Cristo del Cachorro y de la Virgen de la Macarena. Realidad y leyenda de don Juan Tenorio. Bécquer, Larra y Sevilla. ¿Qué hacen las sevillanas para que llueva o para que no llueva?