31 octubre 2021
30 octubre 2021
30 de octubre
EN EL PUENTE DE CARLOS
Praga - Por el Puente de Carlos, delante de la estatua de San Juan Nepomuceno —arrojado por el rey Venceslao IV al Moldava porque su lengua, que se ha mantenido milagrosamente fresca y roja durante siglos, se negaba a revelarle los pecados murmurados por la reina en el confesonario— avanzan dos carros de madera de los que tiran robustos caballos dejando expansivas huellas a su paso. Ya no se ven carros así desde hace tiempo y los carreteros van vestidos de manera algo inusual, pero en este puente esas chaquetas harapientas y esos sombreruchos no parecen lo raros que serían en otro lugar, y si no fuera por los gestos de uno que, a poca distancia —algo ridículo, como quienquiera que pretenda poner en orden algo—, manda parar, volver a empezar y repetir intimando a otro que vaya un metro adelante o atrás, no nos daríamos cuenta de que están rodando una escena de la película Kafka, de Steven Soderbergh. Esa escena, por lo demás, es marginal, no atañe a los protagonistas ni a los momentos centrales de la trama.
La escena se repite, como es habitual, más de una vez; tan solo el caballo se niega a prodigar más boñigas. Sobre el Moldava que discurre lentamente, la cámara, que narrará una historia donde se recreará la ilusión del fluir de la vida indivisa como el discurrir de un río, aísla los fragmentos y detalles de la vida misma, los toma saqueando la realidad para recomponerlos después como en un mecano. El arte del cine, que desmonta y recompone las piezas de lo real, armoniza con Praga, ciudad que Ripellino comparaba con una tienda lunática en la que el tiempo, formidable chamarilero, ha hacinado los retazos y derrelictos de la historia. En Praga, a pesar del encantador paisaje total que lo envuelve todo, la mirada es capturada continuamente por los detalles con una seducción imperiosa, sobre todo por los tejados y las buhardillas, por las tejas que se transforman en ornamentos fantásticos; se podría vagabundear durante horas por la ciudad mirando solo hacia lo alto, hechizados por un sinfín de cosas inolvidables.
Errando por calles y plazas, mirando cerca y lejos, uno cree parecerse a ese personaje de un escritor alemán-praguense, Meyrink, el autor de El Golem, que apuntaba con el catalejo a la ciudad y aislaba imágenes individuales, caras en la multitud o frisos de un portal, el ala de una estatua, una aguja, un pilar del puente que se sumerge en el agua. También la literatura checa está caracterizada a menudo por la irrupción y la revuelta de las cosas aisladas, de los objetos que se emancipan de cualquier totalidad y cualquier orden conjunto y se presentan en primer término con su vida disgregada y secreta. Desde los decimonónicos Cuentos de Malá Strana de Jan Neruda a los Cuentos de un bolsillo y Cuentos de otro bolsillo de Čapek y a diferentes relatos y novelas de Hrabal, la narrativa checa es con frecuencia una épica de las cosas pequeñas o aparentemente mínimas, palique de taberna y paseos de extrarradio donde relampaguea el senado más auténtico de la vida, experiencias amenazadas por la violencia de la historia y la abstracción de los mecanismos sociales.
La escena se repite, como es habitual, más de una vez; tan solo el caballo se niega a prodigar más boñigas. Sobre el Moldava que discurre lentamente, la cámara, que narrará una historia donde se recreará la ilusión del fluir de la vida indivisa como el discurrir de un río, aísla los fragmentos y detalles de la vida misma, los toma saqueando la realidad para recomponerlos después como en un mecano. El arte del cine, que desmonta y recompone las piezas de lo real, armoniza con Praga, ciudad que Ripellino comparaba con una tienda lunática en la que el tiempo, formidable chamarilero, ha hacinado los retazos y derrelictos de la historia. En Praga, a pesar del encantador paisaje total que lo envuelve todo, la mirada es capturada continuamente por los detalles con una seducción imperiosa, sobre todo por los tejados y las buhardillas, por las tejas que se transforman en ornamentos fantásticos; se podría vagabundear durante horas por la ciudad mirando solo hacia lo alto, hechizados por un sinfín de cosas inolvidables.
Errando por calles y plazas, mirando cerca y lejos, uno cree parecerse a ese personaje de un escritor alemán-praguense, Meyrink, el autor de El Golem, que apuntaba con el catalejo a la ciudad y aislaba imágenes individuales, caras en la multitud o frisos de un portal, el ala de una estatua, una aguja, un pilar del puente que se sumerge en el agua. También la literatura checa está caracterizada a menudo por la irrupción y la revuelta de las cosas aisladas, de los objetos que se emancipan de cualquier totalidad y cualquier orden conjunto y se presentan en primer término con su vida disgregada y secreta. Desde los decimonónicos Cuentos de Malá Strana de Jan Neruda a los Cuentos de un bolsillo y Cuentos de otro bolsillo de Čapek y a diferentes relatos y novelas de Hrabal, la narrativa checa es con frecuencia una épica de las cosas pequeñas o aparentemente mínimas, palique de taberna y paseos de extrarradio donde relampaguea el senado más auténtico de la vida, experiencias amenazadas por la violencia de la historia y la abstracción de los mecanismos sociales.
29 octubre 2021
29 de octubre
CAPÍTULO XIV
Durante la noche del 29 de octubre.
AUNQUE nos encontramos en una situación sumamente desesperada, todos han experimentado el horror de la tragedia que acaba de desarrollarse.
Ruby no existe ya; pero sus últimas palabras van a tener consecuencias muy funestas. Los marineros, que le han oído gritar, «¡El picrato, el picrato!», han comprendido que el buque puede saltar hecho pedazos de un momento a otro, y que no es sólo un incendio, sino una explosión lo que les amenaza.
Algunos, no pudiendo ya contenerse, quieren huir a todo trance y en seguida, y gritan:
—¡La canoa, la canoa!
Sin duda no ven o no quieren ver los insensatos que el mar está alborotado y que no hay lancha que pueda arrostrar el empuje de las olas embravecidas que se elevan a una altura prodigiosa. Nada puede contenerlos y ya no oyen la voz del capitán, quien se arroja en medio de ellos inútilmente. El marinero Owen excita a sus compañeros; se largan las trapas de la lancha y la embarcación es empujada al exterior.
Balancéase un instante en el espacio y, obedeciendo al movimiento del buque, va a chocar contra la vagara. Los marineros hacen otro esfuerzo y consiguen desprenderla, y, cuando ya está a punto de llegar al mar, una ola monstruosa la toma por debajo, la aparta momentáneamente y con fuerza irresistible la estrella contra el costado del buque.
Habiendo sido destruidas la chalupa y la canoa, sólo nos quedó ya una frágil y estrecha ballenera.
AUNQUE nos encontramos en una situación sumamente desesperada, todos han experimentado el horror de la tragedia que acaba de desarrollarse.
Ruby no existe ya; pero sus últimas palabras van a tener consecuencias muy funestas. Los marineros, que le han oído gritar, «¡El picrato, el picrato!», han comprendido que el buque puede saltar hecho pedazos de un momento a otro, y que no es sólo un incendio, sino una explosión lo que les amenaza.
Algunos, no pudiendo ya contenerse, quieren huir a todo trance y en seguida, y gritan:
—¡La canoa, la canoa!
Sin duda no ven o no quieren ver los insensatos que el mar está alborotado y que no hay lancha que pueda arrostrar el empuje de las olas embravecidas que se elevan a una altura prodigiosa. Nada puede contenerlos y ya no oyen la voz del capitán, quien se arroja en medio de ellos inútilmente. El marinero Owen excita a sus compañeros; se largan las trapas de la lancha y la embarcación es empujada al exterior.
Balancéase un instante en el espacio y, obedeciendo al movimiento del buque, va a chocar contra la vagara. Los marineros hacen otro esfuerzo y consiguen desprenderla, y, cuando ya está a punto de llegar al mar, una ola monstruosa la toma por debajo, la aparta momentáneamente y con fuerza irresistible la estrella contra el costado del buque.
Habiendo sido destruidas la chalupa y la canoa, sólo nos quedó ya una frágil y estrecha ballenera.
28 octubre 2021
28 de octubre
La prensa anunciaba la desarticulación de un golpe de Estado preparado para la víspera de las elecciones del 28 de octubre. De momento se había detenido a tres jefes militares, dos coroneles y un teniente coronel, y se conocía el plan general del golpe. A juzgar por el plan, los dos coroneles y el teniente coronel debían ser los encargados de llevar los bocadillos a los golpistas, pero el gobierno se mantenía en la prudente reserva que le había caracterizado desde el día en que nació y que, sin duda, podía acompañarle hasta el día en que muriera víctima de un golpe de Estado. El milagro de haber sobrevivido a la explosión de la primera materia existente en el universo se relativizaba en el Chad por la carencia de agua y en España por la generación espontánea de salvadores de la patria. En caso de golpe de Estado, Carvalho consideraba que su negocio iría mejor. La democracia liberaliza a las gentes y cada vez eran menos los maridos que buscaban o seguían a sus mujeres y los padres que le ponían tras la pista de adolescentes fugitivos de las oligarquías familiares. Sin duda las dictaduras dan una mayor clientela a los confesionarios, a los detectives privados y a los abogados laboralistas. Las contraindicaciones estéticas y éticas no iban con él. Ni siquiera le alcanzarían las salpicaduras de sangre ni los gemidos provocados por la represión. Estaba al margen del juego, como un tendero, exactamente igual que un tendero. Anduvo hasta el portal de la casa donde tenía el despacho, levantó la cabeza para ver a través de las ventanas la luz encendida por Biscuter y dio media vuelta. Mañana sería otro día. Pero fue media vuelta tardía o insuficiente porque allí, cortándole el paso, estaba Marta Miguel, con una expresión de sorpresa desigualmente repartida por el rostro. La boca decía oh, pero los ojos estudiaban a Carvalho como si hiciera ya tiempo que le estuvieran observando.
—¡Caramba! ¡Ya es casualidad!
Carvalho asintió y quedó a la expectativa de lo que decidiera la mujer. Ni se justificó ni se despidió.
—¿Sigue husmeando lo de Celia?
—No.
—Bien. Así me gusta, hombre. Parece que ha entrado en razón. ¿Sabe que la policía ha vuelto a llamarme? Claro, no puede saberlo. Era para preguntarme sobre posibles amistades de Celia. Parece que sospechan de un medio ligue que tuvo hace unos meses. ¿Qué iba a decirles yo? Yo apenas la conocía.
Carvalho asumió con un gesto lo poco que conocía Marta a Celia.
—Pero ya se sabe cómo es esa gente. Tienen ideas fijas.
—Si tuvieran ideas sueltas se dedicarían a otra cosa.
—¿Ya se le ha quitado la perra?
—Soy un profesional. Y sólo acepto casos por encargo.
—Le invito a un café.
Era una propuesta pistoletazo para la que la mujer había reunido oscuras fuerzas internas.
—¿Un café a estas horas? Podemos tomar un gimlet o un mojito en el Boadas. Basta subir Rambla arriba. Como es un capricho mío, invito yo. —Ni hablar. Yo invito a lo que sea.
Manuel Vázquez Montalbán
Los pájaros de Bangkok
Saga Pepe Carvalho, 6
Los pájaros de Bangkok
Saga Pepe Carvalho, 6
Tres historias, dos de ellas situadas en Barcelona y la tercera en Tailandia, llenan las páginas de la novela y las horas de un Carvalho que según palabras del autor «emprende un exótico viaje en un tiempo en que la aventura es casi imposible».
Tras resolver un desfalco en una pequeña empresa textil, Carvalho, sin ningún asunto a la vista, decide investigar por su cuenta la muerte de una bella mujer. El «asesinato de la botella de champán», como titulan los medios este misterio, le lleva a interrogar a los conocidos de la víctima, cuya imagen le obsesiona distrayéndole de una realidad que considera insuficiente y tediosa.
Intuyendo quién es el asesino pero sin conseguir que le contrate nadie del entorno de la víctima, decide dejar de lado este asunto cuando el hijo de una vieja amiga, Teresa Marsé, le comunica que ésta ha desaparecido durante un viaje a Tailandia.
Reacio a las peticiones de la familia finalmente decide aceptar su encargo y viaja a Tailandia. El detective desciende hasta los escenarios más sórdidos de Bangkok tras los pasos de Teresa y su amante Archit, perseguido como sospechoso del asesinato de un importante líder mafioso.
Sin embargo la resolución del caso llegará con su retorno a Barcelona.
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