13 septiembre 2021

13 de septiembre

Es una especie de enfermedad lo mío, no cabe duda. Y precisamente si me apasionaron las clases tan especiales de Rosario fue porque supe desde el primer día que ella, como intermediaria entre nuestro caótico fin de milenio y la pintura del trecento, estaba tocada por mi mismo mal, o sea que todo aquello de clasificar los cuadros por emociones encontradas, sensualidad y horror, armonía y desorden, esfuerzo y abulia, infierno y cielo, etcétera, arrancaba tiras de piel en otras zonas secretas de su alma, no sabía cuáles porque tardé en tener cierta intimidad con ella, pero seguro, vamos, eso se nota hasta en la manera de mirar, igual que se reconocen entre ellos a primera vista los homosexuales o los drogadictos. La profesora de las gafitas pertenecía a la especie de los pájaros ontológicos, o al menos así la catalogué entonces.

Una vez comprobado, con ayuda del bedel, que el aparato de proyección funcionaba en perfectas condiciones, Rosario Tena apuntó en la pizarra una fecha, 13 de septiembre de 1321, cuidadosamente, con letra grande y clara.

—Ya les he dicho antes —comentó al volverse hacia nosotros— que no soy muy esclava de las fechas, pero ésta es importante: la de la muerte en Ravena, a los cincuenta y seis años, de Dante Alighieri.

Luego preguntó que si alguno de nosotros había leído La divina comedia y no se levantó ninguna mano. Lo comprendía —dijo—, se le tenía miedo como a todos los clásicos que desde la más tierna infancia nos han intentado inyectar en vena, pero La divina comedia no era más difícil de leer que el Ulises de Joyce, por ejemplo, y bastante más divertida.

—Pero, aparte de cuestiones de gusto —concluyó—, si lo saco a relucir es porque me parece un libro fundamental para todo el que quiera aprender a mirar un cuadro y descifrar sus símbolos, estimula la comprensión de lo caótico. Hay una traducción estupenda de Ángel Crespo.

Casi inmediatamente arrancó a hablar de La divina comedia, y yo me di cuenta de que estaba tomando apuntes, cosa rara en mí, como si hiciera fotografías. Aparecen sucesivamente una loba, una pantera y un león al pie de la colina. Luego sale Virgilio, una especie de sombra que rompe a hablar. Y es que lo estaba viendo, y dispuesta a seguir por donde me llevara la voz de aquella chica de las gafitas solamente ocho años mayor que yo y cuatro más joven que Dante cuando se detiene perplejo en la selva oscura del principio y confiesa que ha perdido el camino. Hablaba sin mirar ningún libro mientras comentaba aquél «por encima», según dijo, pero intercalando citas que parecía saberse de memoria, como sobrevolando el texto entre segura e ingenua; y desde la selva oscura donde se encuentra extraviado el poeta, sin saber cómo ha llegado allí, Virgilio a Dante y a mí Rosario Tena nos iban guiando primero por un inmenso y terrible embudo empotrado en el centro de la tierra y luego camino arriba de una montaña formada por las rocas que desplazó Lucifer en su caída, hasta llegar por fin, franqueando siete cornisas, a la ansiada cumbre de los jardines del Edén donde el poeta va a encontrar a Beatriz mirando al sol con ojos de águila y que le dice: «Te crea confusiones / tu falso imaginar, y no estás viendo / lo que verías libre de ilusiones», un mundo transparente pero al mismo tiempo difícil de entender porque nos pilla desprevenidos, porque estamos acostumbrados al mal, un espacio algo frío tal vez, como lo es el ejercicio agudo de la inteligencia, pero tan dantesco como el que se acostumbra a calificar así por sus espantos, qué cara estamos pagando la exclusiva sublimación de lo sombrío y tortuoso, la excursión literaria por la boca del lobo. Y un chico flaco y con los ojos hundidos que estaba a mi lado y solía dormirse en todas las clases, respiró hondo y luego emitió una especie de resoplido:

—Jo, qué tía —dijo como para sí mismo—, ¡no sabe nada ésa!

Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir

Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.

Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

 Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

12 septiembre 2021

12 de septiembre

Nosotros otra vez. Siempre por la noche, eso parece. El coro de Sófocles tiene una opinión. Nosotros no. El coro de Enrique V pide una sentencia. Nosotros tampoco hacemos eso. Elegimos la noche porque es cuando estáis quietos. Es el instante de las ideas, la enumeración o, sencillamente, del sueño, que es como más os parecéis a los muertos sin estarlo. Ahora están todos en su lugar. Arno lee historia antigua, eso se debe a Elik. Polibio, para ser más exactos. Se sorprende del rigor, el tono científico, nota que se siente contemporáneo del escritor. Oye la tormenta fuera y lee sobre culturas que se destruyen unas a otras, que se transforman entre sí. Hace dos mil años alguien pensó que la historia era una unidad fundamental y orgánica. El hombre de Berlín deja el libro y no sabe si comparte ese punto de vista. Luego vuelve a leer hasta que le acoge la noche. Zenobia tiene menos aguante, se ha quedado dormida sobre un artículo que tiene que escribir acerca del Surveyor, que el 12 de septiembre de este año habrá tardado 309 días en recorrer los 466 millones de millas que le separaban de Marte. No, no podemos decir si saldrá bien, y mucho menos si alguien pondrá el pie en Marte en el 2012. Si seguís viviendo, lo averiguaréis vosotros mismos. De lo que se trata ahora es de la representación espacial de las líneas que existen entre las personas y lo que están haciendo, y de las personas entre sí. Arthur duerme, está perdido para cualquier causa, pero Victor se encuentra en su estudio y observa detenidamente el fósil de una pieza de esqueleto que tiene al menos cien millones de años. Al igual que tú ignoras qué camino sigue el viento. Los huesos y la ignorancia, el enigma que determina su siguiente obra. No contará nada al respecto, y está ahí sentado, muy tranquilo. Quiere que el enigma se manifieste en lo que va a realizar. Y todas esas cosas están escritas en tu libro, cómo serían creados los días cuando aún no había ninguno. Nosotros lo vemos, las líneas más sutiles que puedan dirigirse desde el deportado Polibio en su mesa de trabajo hacia Arno, hacia Zenobia hacia el primer pie en Marte, hacia la expedición militar de Urraca hacia Elik, hacia el año en que vivió ese hueso hacia Victor, hacia el Eclesiastés, hacia la ausencia sin imágenes de Arthur. Nosotros somos los que debemos mantener todo junto. Vuestra capacidad de existir en el tiempo es escasa, vuestra capacidad de pensar en el tiempo es inagotable. Años luz, años humanos, Polibio, Urraca, el Surveyor, un hueso de la prehistoria, líneas, una figura espacial tetradimensional, así están unidos esos cinco entre sí, una constelación que volverá a desvanecerse, pero todavía no. Ya no oiréis hablar mucho de nosotros, algunas frases aún, y luego un par de palabras. Cuatro, para ser exactos.

Cees Nooteboom
El día de todas las almas

Arthur Daane, un reportero neerlandés que ha perdido a su mujer y a su hijo en un trágico accidente aéreo, vaga con una cámara de vídeo por un Berlín transfigurado por la nieve buscando imágenes para su película, de momento sólo fragmentos sin coherencia aparente. En esta ciudad tiene tres amigos: un intelectual, un artista y una científica, con quienes conversa elocuentemente sobre los pequeños detalles de la vida que le interesan. Un día conoce a Elik, una mujer joven llena de secretos por la que Arthur siente una poderosa y oscura atracción. Ella le hace el amor pero no le habla, ni le permite cruzar sus límites. Y, fascinado, la seguirá hasta Madrid. El día de todas las almas es una novela de amor filosófica sobre los cambios de la historia reciente y las dimensiones metafísicas de la vida, narrada magistralmente por una de las voces más interesantes y sólidas de la narrativa europea.

Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

 Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

11 septiembre 2021

11 de septiembre

Sobre la naturaleza del fanatismo

¿Cómo curar a un fanático? Perseguir a un puñado de fanáticos por las montañas de Afganistán es una cosa. Luchar contra el fanatismo, otra muy distinta. Me temo que no sé exactamente cómo perseguir fanáticos por las montañas pero puede que consagre una o dos reflexiones a la naturaleza del fanatismo y a las formas, si no de curarlo, al menos de controlarlo. La clave del ataque del 11 de septiembre contra Estados Unidos no sólo hay que buscarla en el enfrentamiento existente entre pobres y ricos. Dicho enfrentamiento constituye uno de los más terribles problemas del mundo, pero cerraremos en falso el caso del 11 de septiembre si pensamos que sólo fue un ataque de pobres contra ricos. No se trata sólo de «tener y no tener». Si fuera así de simple, uno esperaría que el ataque viniera de África, donde están los países más pobres, y tal vez que fuera lanzado contra Arabia Saudí y los emiratos del Golfo, que son los Estados productores de petróleo y los países más ricos. No. Es una batalla entre fanáticos que creen que el fin, cualquier fin, justifica los medios. Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. El 11 de septiembre no es consecuencia de la bondad o la maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Ni siquiera con si es oportuno o no frenar la globalización. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea. El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera. La gente que ha volado clínicas donde se practicaba el aborto en Estados Unidos, los que queman sinagogas y mezquitas en Alemania, sólo se diferencian de Bin Laden en la magnitud pero no en la naturaleza de sus crímenes. Desde luego, el 11 de septiembre produjo tristeza, ira, incredulidad, sorpresa, melancolía, desorientación y, sí, algunas respuestas racistas —antiárabes y antimusulmanas— por doquier. ¿Quién habría pensado que al siglo XX le seguiría de inmediato el siglo XI? Mi propia infancia en Jerusalén me ha hecho experto en fanatismo comparado. El Jerusalén de mi niñez, allá por los años cuarenta, estaba lleno de profetas espontáneos, redentores y mesías. Todavía hoy, todo jerosolimitano tiene su fórmula personal para la salvación instantánea. Todos dicen que llegaron a Jerusalén —y cito una frase famosa de una vieja canción— para construirla y ser construidos por ella. De hecho, algunos (judíos, cristianos, musulmanes, socialistas, anarquistas y reformadores del mundo) han acudido a Jerusalén no tanto para construirla ni ser construidos por ella como para ser crucificados o para crucificar a los demás, o para ambas cosas al tiempo. Hay un trastorno mental muy arraigado, una reconocida enfermedad mental llamada «síndrome de Jerusalén»: la gente llega, inhala el nítido y maravilloso aire de la montaña y, de pronto, se inflama y prende fuego a una mezquita, a una iglesia o a una sinagoga. O si no, se quita la ropa, trepa a una roca y comienza a profetizar. Nadie escucha jamás. Incluso hoy, incluso en la Jerusalén actual, en cada cola del autobús es probable que estalle un exaltado seminario callejero entre gente que no se conoce de nada pero que discute de política, moral, estrategia, historia, identidad, religión y de las verdaderas intenciones de Dios. Los participantes en dichos seminarios, mientras discuten de política y teología, del bien y del mal, intentan no obstante abrirse paso a codazos hasta los primeros puestos de la fila. Todo el mundo grita, nadie escucha. Excepto yo. Yo escucho a veces y así me gano la vida.

Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

 Mosaicos romanos de la Casa de Materno en Carranque

10 septiembre 2021

10 de septiembre

 En la lápida, Sinclair grabó con rudos caracteres las palabras:


AQUÍ YACE JOHN TIPPET, INGLÉS
MUERTO POR UN TIRANOSAURIO
10 DE SEPTIEMBRE DE 1916 D. C.
R. I. P.
Y Bradley pronunció una corta oración antes de que dejaran a su camarada para siempre.

Edgar Rice Burroughs
Desde el abismo del tiempo
Caspak - 3


Entre mares helados, rodeado por acantilados inexpugnables, allá donde ningún hombre se ha atrevido a poner el pie, se alza una isla continente descubierta brevemente por un explorador italiano que le dio su nombre: CAPRONA, conocida por sus extraños habitantes como Caspak. Es la tierra que el tiempo olvidó, un rompecabezas evolutivo donde razas de hombres y animales juegan un extraño ritual que sólo puede tener dos resultados: la muerte o la ascensión a un plano superior.
De los dinosaurios a los mamuts, de los antepasados del Homo sapiens a los fantasmagóricos seres voladores que pueblan sus valles, cazadores y presas parecen proceder de un mismo limo primigenio que sigue sus propias reglas. Un mundo salvaje y violento, donde la vida no vale nada y los desdichados náufragos que llegan a sus junglas descubrirán que ni siquiera su tecnología de hombres de los albores del siglo veinte puede asegurarles una superioridad para la que tendrán que luchar a brazo partido, en todo momento, contra homínidos y bestias… Edgar Rice Burroughs le da la vuelta a las teorías de la evolución. El resultado, una aventura apasionante.
La tercera novela, «Desde el abismo del tiempo» («Out of time’s abyss»), sigue un esquema muy similar a las anteriores, aunque las pequeñas diferencias resulten muy significativas. En esta ocasión el protagonismo recae en Bradley, uno de los compañeros de Tyler en «La tierra olvidada por el tiempo» a quien se ha dado presuntamente por perdido en compañía de una pequeña unidad de exploración. En realidad, Bradley resulta capturado por los Wieroos, una raza que compite con los Ga-lus por la supremacia en Caspak.
Los Wieroos tienen apariencia más o menos humana, aunque están dotados de dos poderosas alas que les permiten vivir apartados de los monstruos prehistóricos, en una isla de la zona norte del mar interior. Desde tiempos inmemoriales, se dedican a capturar mujeres ga-lu con motivos puramente lujuriosos (pues no nacen hembras Wieroo), mientras buscan el secreto que les permita romper el ciclo evolutivo imperante en Caspak. Bradley, conducido a la principal ciudad Wieroo, debe luchar para escapar (en compañía, por supuesto, de una bella mujer, Co-Tan, prisionera también).

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...