23 mayo 2008

'Don Camilo' por Giovanni Guareschi

AQUÍ, CON TRES HISTORIAS Y UNA REFERENCIA, SE EXPLICA EL MUNDO DE "UN MUNDO PEQUEÑO"...
De joven, yo trabajaba de cronista en un diario y daba vueltas en bicicleta todo el día en busca de sucesos que contar.
Después conocí a una muchacha, y entonces pasaba los días pensando cómo se habría comportado esa muchacha si yo me hubiera vuelto emperador de Méjico o si me muriese. De noche llenaba mis carillas inventando sucesos y éstos gustaban bastante a la gente porque eran mucho más verosímiles que los verdaderos.
En mi vocabulario tendré más o menos doscientas palabras, y son las mismas que empleaba para relatar la aventura del viejo atropellado por un ciclista o del ama que se había rebanado la yema de un dedo pelando papas.
Así que, nada de literatura o de cualquier otra mercadería semejante: en este libro soy ese cronista de diario y me limito a referir hechos de crónica. Cosas inventadas y por eso tan verosímiles que me ha ocurrido un montón de veces escribir una historia y a los dos meses verla repetirse en la realidad. En lo que no hay nada de extraordinario. Es una simple cuestión de razonamiento: uno considera el tiempo, la estación, la, moda y el momento psicológico y concluye que, siendo las cosas así, en un ambiente equis, puede suceder tal o cual acontecimiento.
Estas historias, pues, viven en un determinado clima y en un determinado ambiente. El clima político italiano de diciembre de 1946 a diciembre de 1947. La historia, en suma, de un año de política.
El ambiente es un pedazo de la llanura del Po: y aquí debo precisar que, para mí, el Po empieza en Plasencia.
Que de Plasencia hacia arriba sea siempre el mismo río, no significa nada: también la Vía Emilia de Plasencia a Milán, es al fin y al cabo el mismo camino; pero la Vía Emilia es la que va de Plasencia a Rímini.
Sin duda no se puede hacer un parangón entre un río y una carretera porque los caminos pertenecen a la historia y los ríos a la geografía.
¿Y con eso?
La historia no la hacen los hombres, sino que la soportan, como soportan la geografía. Y la historia, por lo demás, está en función de la geografía.
Los hombres procuran corregir la geografía horadando montañas y desviando ríos, y obrando así se ilusionan de dar un curso diverso a la historia, pero no la modifican absolutamente, ya que un buen día todo irá patas arriba: las aguas engullirán los puentes, romperán los diques e inundarán las minas; se derrumbarán las casas y los palacios y las chozas, la hierba crecerá sobre las ruinas y todo retornará a ser tierra. Los sobrevivientes deberán luchar a golpes de piedra con las fieras y volverá a empezar la historia.
La acostumbrada historia.
Después, al cabo de tres mil años descubrirán, sepultado bajo cuarenta metros de fango, un grifo del agua potable y un torno de la Breda de Sesto San Giovanni y dirán: "¡Miren qué cosas!".
Y se afanarán para organizar las mismas estupideces de los lejanos antepasados, porque los hombres son criaturas desdichadas condenadas al progreso, el cual tiende irremediablemente a sustituir el viejo Padre Eterno por las novísimas fórmulas químicas. Y de este modo, al final, el viejo Padre Eterno se fastidia, mueve un décimo de milímetro la última falange del meñique de la mano izquierda, y todo el mundo salta por los aires.
Así, pues, el Po empieza en Plasencia y hace muy bien, porque es el único río respetable que existe en Italia y los ríos que se respetan a sí mismos se extienden por la llanura, pues el agua es un elemento hecho para permanecer Horizontal y sólo cuando está perfectamente horizontal el agua conserva entera su natural dignidad. Las cascadas del Niágara son fenómenos de circo, como los hombres que caminan sobre las manos.
El Po empieza en Plasencia, y también en Plasencia empieza el Mundo Pequeño de mis historias, el cual está situado en aquella lonja de llanura que se asienta entre el Po y los Apeninos.

"... el cielo es a menudo de un hermoso color azul, como doquiera en Italia, salvo en la estación menos buena en que se levantan espesísimas nieblas. El suelo en su mayor parte es amable, arenoso y fresco, algo duro yendo hacia el norte y a veces francamente arcilloso. Una lujuriante vegetación tapiza el territorio, que no presenta un palmo despojado de verdura, la cual procura extender su dominio hasta sobre los anchos arenales del Po.
"Los campos de ondulantes mieses, rayados doquiera por las hileras de vides casadas con los álamos, coronados en sus términos por crinadas moreras, muestran la feracidad el suelo... Trigo, maíz, copia de uvas, gusanos de seda, cáñamo, trébol, son los principales productos. Crece bien cualquier linaje de plantas, y mucho prosperaban antaño los robles y toda suerte de frutos. Tupidos mimbrerales erizan las riberas del río, a lo largo del cual, más en el pasado que ahora, verdeaban anchos y ricos bosques de álamos, aquí y allá intercalados de alisos y sauces, o hermoseados por la olorosa madreselva, que abrazando las plantas forman chocitas y pináculos salpicados de coloridas campanillas.
"Hay muchos bueyes, ganado porcino y aves de corral, acechadas éstas por la marta y la garduña. El cazador descubre no pocas liebres, presa frecuente de los zorros; y en su tiempo, hienden el aire codornices, tórtolas, perdices de plumaje entrecano, becadas que picotean el terreno convirtiéndolo en criba, y otros volátiles transeúntes. Sueles ver en el espacio bandadas de estorninos y de ánades, que en invierno se extienden sobre el Po. La gaviota blanquecina centellea atenta sobre sus alas; luego se precipita y atrapa el pez. Entre los juncos se esconde el multicolor alción, la canastita, la polla de agua y la astuta fúlica. Sobre el río oyes pinzones, divisas garzas reales, chorlitos, avesfrías y otras aves ribereñas; rapaces halcones y gigantescos cernícalos, terror de las cluecas, nocturnos mochuelos y silenciosos búhos. Algunas veces fueron admiradas y cazadas aves mayores, traídas por los vientos de extrañas regiones, por encima del Po o aquende los Alpes. En aquella cuenca te punzan los mosquitos ("de fangosas – charcas sus antiguos layes cantan las ranas"), pero en las luminosas noches del estío el hechicero ruiseñor acompaña con su canto suavísimo la divina armonía del universo, lamentando quizá que otra semejante no venga a endulzar los libres corazones de los hombres.
"En el río, rico en peces, culebrean los barbos, las tencas, los voraces lucios, las argentadas carpas, exquisitas percas de rojas aletas, lúbricas anguilas y grandes esturiones –que, a veces, atormentados por pequeñas lampreas, remontan el río–, de un peso hasta de ciento cincuenta y más kilogramos cada uno.
“... Sobre las playas del río yacen los restos de la villa de Stagno, un día muy extensa, ahora casi enteramente tragada por las aguas. En el ángulo donde la comuna toca Stirone, cerca del Taro, está la aldea de Fontanelle, soleada y esparcida. Allá donde la carretera provincial se cruza con el dique del Po está el caserío de Ragazzola. Hacia el oriente, donde la tierra es más baja, se alza el pueblecillo de Fossa y la apartada aldehuela de Rigosa, humilde y arrinconada entre olmos y álamos y otros árboles, no lejos del lugar donde el arroyo Rigosa desagua en el Taro. Entre estas aldeas se ve Roccabianca... "
Doctor FRANCISCO LUIS CAMPARI: Un castillo del parmesano a través de los siglos (ed. Battei, Parma, 1910)


Cuando releo esta página del notario Francisco Luis Campari, me parece verme convertido en un personaje de la conseja que él relata, porque yo he nacido en esa aldea "soleada y esparcida".
El pequeño mundo de Un Mundo Pequeño no vive, allí, sin embargo; no está en ningún sitio fijo. El pueblo de Un Mundo Pequeño es un puntito negro que se mueve con sus Pepones y sus Flacos a lo largo del río en aquella lonja de tierra que se halla entre el Po y los Apeninos; pero éste es el clima, el paisaje es éste. Y en un pueblo como éste basta pararse en el camino a mirar una casa campesina, ahogada entre el maíz y el cáñamo, y enseguida nace una historia.

22 mayo 2008

De vivos, de muertos y la ciudad al fondo

ermita de san isidro
desde la pradera2

de "las sandalias del pescador' por Morris West

El Papa había muerto. El camarlengo lo había anunciado. El maestro de Ceremonias, los nota­rios, los médicos, lo habían consignado bajo su fir­ma para la eternidad. Su anillo estaba ya destro­zado, y rotos sus sellos. Las campanas habían sonado en la ciudad. El cuerpo pontifical había sido entregado a los embalsamadores para ofrecerlo de­corosamente a la veneración de los fieles. Ahora yacía entre velas blancas, en la Capilla Sixtina, y la Guardia Noble velaba sus restos bajo los frescos del Juicio Final de Miguel Ángel.
El Papa había muerto. Mañana, el clero de la Basílica reclamaría su cuerpo y lo expondría al pueblo en la capilla del Santísimo Sacramento. Al tercer día lo sepultarían, vestido con sus hábitos pontificios, con una mitra sobre la cabeza, un velo púrpura sobre el rostro y una manta de armiño rojo para que lo abrigase en la cripta. Las meda­llas y monedas que había acuñado serían sepul­tadas con él, para identificarlo ante quienquiera que lo exhumase mil años después. Lo encerra­rían dentro de tres urnas selladas: una de ciprés, una de plomo para protegerlo de la humedad y para que llevase su escudo de armas y el certifi­cado de su muerte; la última, de roble, para que su apariencia fuese la de otros hombres que bajan a la tumba en una caja de madera.
El Papa había muerto. Y orarían por él como por cualquier otro hombre: «No juzgues a tu sier­vo, oh, Señor... Líbralo de la muerte eterna.» Lue­go, lo descenderían dentro de la bóveda que quedaba bajo el altar mayor, donde, tal vez, y sólo tal vez, sus restos se desharían en polvo con el polvo de Pedro; y un albañil cerraría la bóveda con ladrillos y fijaría una placa de mármol con su nombre, su dignidad, la fecha de su nacimiento y la de su muerte.
El Papa había muerto. Lo llorarían con nueve días de misas y le darían nueve absoluciones; pues habiendo sido en vida más grande que otros hombres, su necesidad de ellas podría ser tam­bién mayor después de la muerte.
Entonces lo olvidarían, porque la Sede de Pe­dro estaba vacante, la vida de la Iglesia se hallaba en síncope y el Todopoderoso carecía de Vicario en este mundo atormentado.
La Sede de Pedro se hallaba vacante. De ma­nera que los cardenales del Sacro Colegio se trans­formaron en depositarios de la autoridad del Pes­cador, aunque no poseyeran facultades para ejer­cerla. El poder no residía en ellos, sino en Cristo, y nadie podía asumirlo sino mediante una trans­misión y elección legítimas.
La Sede de Pedro estaba vacante. De manera que acuñaron dos medallas, una para el camar­lengo, que ostentaba un gran paraguas sobre lla­ves cruzadas. Bajo el paraguas no había nadie, in­dicándose así incluso a los más ignorantes que la Silla de los Apóstoles estaba vacía y que todo lo que se hacía era sólo con carácter interino. La segunda medalla era la del gobernador del Concla­ve: aquel que debía reunir a los cardenales de la Iglesia y encerrarlos bajo llave dentro de las ha­bitaciones del Conclave, manteniéndolos allí hasta que hubiesen designado al nuevo Papa.
Cada moneda acuñada ahora en la Ciudad del Vaticano, cada estampilla emitida, llevaba las palabras sede vacante, que incluso los poco versados en latín, entendían como «mientras la Silla está vacante». El periódico del Vaticano llevaba la mis­ma leyenda en su portada, y mantendría su fran­ja negra de duelo hasta que se nombrase al nuevo Pontífice.
Todos los servicios informativos del mundo te­nían algún representante instalado ante el umbral de la oficina de Prensa del Vaticano; y desde to­dos los puntos cardinales acudían ancianos doble­gados por los años o las enfermedades, a vestir el escarlata de los príncipes y a sentarse en el Conclave, del que saldría un nuevo Papa.

21 mayo 2008

Espíritu del 68: Raimon, "Al vent"

al vent: el espíritu del 68
Al vent,
la cara al vent,
el cor al vent,
les mans al vent,
els ulls al vent,
al vent del món.

I tots,
tots plens de nit,
buscant la llum,
buscant la pau,
buscant a déu,
al vent del món.

La vida ens dóna penes,
ja el nàixer és un gran plor:
la vida pot ser eixe plor;
però nosaltres

al vent,
la cara al vent,
el cor al vent,
les mans al vent,
els ulls al vent,
al vent del món.

I tots,
tots plens de nit,
buscant la llum,
buscant la pau,
buscant a déu,
al vent del món.



OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Al vent (1959)
Traducción de Miquel Pujadó.

AL VIENTO

Al viento,
la cara al viento,
el corazón al viento,
las manos al viento,
los ojos al viento,
al viento del mundo.

Y todos,
todos llenos de noche,
buscando la luz,
buscando la paz,
buscando a dios,
al viento del mundo.

La vida nos da penas,
ya al nacer es un gran llanto:
la vida puede ser ese llanto;
pero nosotros

al viento
la cara al viento,
el corazón al viento,
las manos al viento,
los ojos al viento,
al viento del mundo.

Y todos, todos llenos de noche
buscando la luz,
buscando la paz,
buscando a dios,
al viento del mundo.

20 mayo 2008

Visiones generales de Toledo

Toledo: una vista general
Toledo: una vista generalToledo: una vista general
Fotos.: Jesús y Mª Ángeles

Cómo Lanzarote Quedó En El Monasterio E Hizo Que El Joven Velara

LA DEMANDA DEL SANTO GRAAL - Cómo Lanzarote Quedó En El Monasterio E Hizo Que El Joven Velara (3/...)
Aquella noche permaneció allí Lanzarote e hizo que el doncel velara en el monasterio; a la mañana siguiente, a la hora de prima, lo armó caballero; le calzó una de las espuelas y le dio el espaldarazo, deseándole que Dios lo hiciera noble caballero, pues no le faltaba ninguna virtud. Cuando había cumplido con todo lo que a novel caballero corresponde, le dijo: «Noble señor, ¿vendréis conmigo a la corte de mi señor, el rey Artús?» «Señor -le responde-, de ningún modo; no iré con vos.» Entonces, dice Lanzarote a la abadesa: «Señora, permitid que nuestro novel caballero venga con nosotros a la corte del rey, mi señor, pues allí aumentará bastante más su condición que si se queda aquí con vos.» «Señor –le responde-, no irá ahora; pero tan pronto como creamos que sea justo y necesario lo enviaremos.»

¡A volar!