
08 abril 2022
07 abril 2022
Sobre el cuco - Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo.
—Según dice el pope, la madre de Dios era hija de Yoakim y Anna.
—¿Por lo tanto, se llamaba María Yakímovna?
La abuela acaba por enfadarse; está ante mí y me mira severa, de frente, a la cara.
—Como vuelvas a pensar esas cosas, ¡te daré una buena azotaina!
Pero, un momento más tarde, me explica:
—¡La Santa Virgen existió siempre, antes que todo! De ella nació Dios, y después…
—¿Y Cristo, cómo nació?
La abuela, cerrados los ojos de turbación, calla.
—¿Cristo? Verás, verás…
Me doy cuenta de que he vencido, de que la he enredado en los misterios divinos, pero ello me produce desagrado.
Nos internamos cada vez más en el bosque, en la niebla azulenca, cortada por los rayos de oro del sol. En el cálido ambiente acogedor del bosque cobra aliento un murmullo singular, un murmullo soñador y que incita al ensueño. Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo. Unas ranillas de esmeralda saltan de nuestros pies; entre unas raíces, alzada la cabeza de oro, guardándolas, yace una culebra. Sonora, parte piñones la ardilla, en las anchas ramas de los pinos se columbra por un instante su esponjosa cola; es increíble la cantidad de cosas que se ven, y se quisiera ver más todavía, adentrarse sin cesar.
06 abril 2022
Sobre el cuco - RAMÍREZ.— No señora, que es un cuco. ¡El trovador!
MAGDALENA.— ¡Cielos!…
RAMÍREZ.— ¡Silbaron!…
MAGDALENA.— ¡Qué horror!
RAMÍREZ.— Temblor entróme al oírlo.
MAGDALENA.— Asomaos, por favor. (Se asoma al foro doña Ramírez)
¡Dios santo! ¿Será algún mirlo
o será un reventador?
¿Veis algo?
RAMÍREZ.— ¡Por más que ojeo!…
MAGDALENA.— Heme quedado de estuco,
doña Ramírez.
RAMÍREZ.— ¡Ya veo!
MAGDALENA.— ¿Y es un mirlo como creo?
RAMÍREZ.— No señora, que es un cuco.
¡El trovador!
MAGDALENA.— ¡Ah! ¡Por fin!
Idos.
RAMÍREZ.— Claro está señora.
¿Qué hago yo en este trajín?
MAGDALENA.— Aguardad sólo una hora.
RAMÍREZ.— Aunque sean dos. A mí… plin. (Al hacer mutis por el foro, se encuentra con don Mendo y le saluda ceremoniosamente. Vase)
La venganza de don Mendo
Pedro Muñoz Seca
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