CALSKRONA
Sábado, 2 de abril.
ESTÁBAMOS EN Calskrona una noche de luna clara. Hacía un tiempo hermoso y encalmado, aunque durante el día se desencadenó una tempestad acompañada de fuerte lluvia. Los habitantes de la ciudad esperaban, sin duda, que el mal tiempo continuaría, a juzgar por las escasas personas que transitaban por las calles.
Cuando llegaron Okka y su bandada, la ciudad parecía desierta. Era ya tarde y los patos volaban en busca de un refugio seguro en las islas, no atreviéndose a permanecer en tierra firme por miedo a la zorra Esmirra.
Los patos volaban a gran altura, y Nils, que contemplaba el mar y las islas, observaba desde lo alto que todo tenía un aspecto irreal y fantástico. El cielo no era azul, sino verde, y lo cubría todo como una inmensa bóveda de vidrio. El mar era blanco como la leche y en toda la extensión que alcanzaba la mirada de Pulgarcito sucedíanse las pequeñas olas blancas con sus rizos de plata. En medio de tanta blancura aparecían negras las islas que en gran número se destacan frente a la costa, lo que le causaba al pequeño la impresión de haber sido transportado al otro mundo.
Aquella noche se había propuesto Nils ser valiente; pero repentinamente se le apareció algo que le asustó en gran manera. Era una gran isla rocosa, cubierta de enormes bloques cuadrados, entre los cuales había un semillero de pequeños granos de oro. Al punto le asaltó la memoria la piedra de Magle en Trolle-Ljungby, que los duendes levantaban algunas veces durante la noche sobre altas columnas de oro. Esto debía ser algo parecido, según imaginaba. Pero lo que le sobresaltó todavía más fue el ver multitud de cosas inquietantes en el agua que rodeaba la isla. Se hubiera dicho que eran ballenas, o tiburones, u otros monstruos marinos; pero el muchacho comprendió que debían ser los duendes del mar, reunidos para ir al asalto de la isla y luchar con el duende de la tierra. Efectivamente, en lo más alto de la isla, un gigante, de pie, extendía desmesuradamente sus dos brazos al cielo.
Nils quedó aterrorizado al darse cuenta de que los patos iban a descender.
—¡No, no, eso no! ¡No descendamos! —gritaba.
Los patos no prestaron atención a sus gritos y pronto quedó el muchacho sorprendido y avergonzado por haberse equivocado de aquella manera. Los grandes bloques de piedra no eran sino casas; los puntos de oro brillantes eran los reverberos de la luz y las ventanas iluminadas. El gigante que extendía los brazos era una iglesia de torres cuadradas y los monstruos y los duendes del mar eran pequeñas embarcaciones y grandes buques anclados y amarrados en torno de la isla. Hacia la parte de tierra había, sobre todo, muchos botes de remo, otros a vela y pequeñas embarcaciones a vapor para la navegación costera; pero al otro lado eran ya grandes barcos de guerra: acorazados, unos anchurosos, con sus enormes chimeneas inclinadas hacia atrás, otros largos, finos, construidos de modo que podían cruzar el agua como los peces.
¿Qué ciudad era aquélla? Nils encontró la respuesta al descubrir los barcos de guerra. Siempre había pensado con amor en los barcos, aunque el pobre no conoció hasta entonces otras embarcaciones que las barquitas de corcho que hizo navegar en las charcas que encontrara junto a los caminos; pero al punto comprendió que un puerto en donde hallábanse anclados tantos buques de guerra, no podía ser otro que el de la ciudad de Calskrona.
El abuelo materno de Nils fue un antiguo marinero de la flota de guerra; mientras vivió no hubo día en que dejase de hablar de Calskrona, del gran astillero de la marina y de todo lo que tuviera relación con ello.
Nils tuvo el tiempo preciso para echar una ojeada sobre las torres y las fortificaciones que forman la entrada del puerto. Okka descendió con su bandada sobre la plana techumbre de una iglesia.
Ciertamente era aquél un buen punto para librarse de las acechanzas de la zorra, y el muchacho confiaba en que aquella noche podría descansar bajo las alas del pato. Le convendría dormir. Después, cuando se hiciera de día, contemplaría a sus anchas el astillero y los buques.
Nils no se explicaba las causas de que no pudiera permanecer tranquilo ni le fuera posible esperar a que amaneciera para ver los barcos. Apenas habría dormido cinco minutos, se desprendió del ala del pato y deslizóse a lo largo del pararrayos y de las canales.
Selma Lagerlöf
El maravilloso viaje de Nils Holgersson
El pequeño Nils Holgersson ha sido convertido en un duende en castigo por su mal comportamiento. Para romper el hechizo y volver a ser un niño deberá acompañar a una bandada de gansos en su viaje a través de Suecia. Junto a ellos vivirá numerosas aventuras, unas peligrosas y otras divertidas, pero ninguna le dejará indiferente. Este va a ser para Nils el viaje de su vida, el descubrimiento de un mundo que le cambiará para siempre y le convertirá en persona, en todos los sentidos.
El maravilloso viaje de Nils Holgersson es una famosa obra de ficción de la autora sueca Selma Lagerlöf, publicada en dos partes en 1906 y 1907. El telón de fondo para la publicación fue un encargo de la Asociación Nacional de Maestros en 1902 para escribir un libro de lecturas de geografía para las escuelas públicas.
«Ella le dedicó tres años a estudiar la naturaleza y familiarizarse ella misma con la vida de los animales y las aves. Investigó folclore inédito y leyendas de diferentes provincias. Todo este material lo entrelazó ingeniosamente en su historia».
Un libro de una prosa excelente, cuya autora mereció el premio Nobel de literatura en 1909, repleto de historias emocionantes, personajes conmovedores, y brillantes reflexiones sobre la naturaleza humana.