Mostrando entradas con la etiqueta Paulino Masip. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Paulino Masip. Mostrar todas las entradas

05 julio 2021

5 de Julio

5 de Julio. Durante la comida la Cloti me ha pedido permiso para salir esta noche de paseo con su novio.

—¡Ah!, ¿tiene usted novio? —le he dicho yo, por decir algo.

—¿No lo sabía usted?

—No.

—Yo creí que lo sabía usted —ha dicho ella como un poco desencantada. Aunque sin comprender la razón me ha dolido su desencanto y he querido endulzarlo.

—¡Pero, mujer, si usted no me lo ha dicho nunca!

—Claro, claro, pero yo creí que el señorito sabía.

—El señorito no sabía nada, pero ahora que sabe, le concede el permiso, la felicita a usted y le desea que sea para bien.

Ha salido a llevarse un plato, ha vuelto con otro y otra vez se ha detenido junto a la mesa.

05 mayo 2021

5 de Mayo

5 de Mayo. Esta mañana he sido causa y víctima de un accidente que me ha herido levemente una rodilla y me tiene aún enajenado. He salido de mi casa para acudir a la de uno de mis discípulos con el disgusto de que se me había hecho tarde. Al llegar a la calle las bandas vocingleras de los colegios cercanos y los grupos de obreros presurosos me han hecho más patente mi retraso. Eran dadas las doce y mi cita era a las doce en punto. Me molesta más en mí que en los demás la descortesía de la falta de puntualidad y mi malhumor ha crecido en proporción a la conciencia de mi falta irremediable. Con este ánimo he tomado puesto en la parada del tranvía. El primer coche que ha llegado venía lleno —lleno a la manera madrileña, es decir, lleno por dentro y por fuera— y no se ha detenido. Esta contrariedad ha acabado de descomponerme en tal forma que, cuando ha aparecido el siguiente y me he dado cuenta de que tampoco pensaba detenerse, sin dármela de lo que hacía, me he apercibido para engancharme en él por las buenas o las malas. La operación tiene dos partes: una, la primera, asirse t on las manos a las barras verticales mientras se corre a la velocidad del tranvía; la otra, conseguir que los pies, siquiera uno, alcance el estribo. La primera parte me ha salido bien, pero cuando he intentado poner en práctica la segunda, he tenido, después de unos tanteos desesperados, la conciencia de lo imposible. Entonces con un supremo esfuerzo de voluntad para librar a mis piernas de las ruedas o de ser arrastradas contra el pavimento, he hecho flexión con ellas y con los brazos y, de esta manera prendido, he salvado el peligro más inmediato. Le había hecho un quiebro a la muerte, entrevista clarísimamente por mí en los segundos que había durado mi salto, pe ro la muerte seguía allí, acechante, dispuesta a devorarme en cuanto flaquearan mis músculos. Porque el coche seguía corriendo vertiginoso y los viajeros de la plataforma me miraban con curiosidad sin que a ninguno se le ocurriera hacer sonar el timbre que detuviera mi martirio y mi riesgo.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...