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23 diciembre 2021

23 de diciembre

 LA CRISIS DE LAS MASCOTAS

El subempleo y el hacinamiento han llegado a las roscas de Reyes, al menos yo me saqué tres muñequitos (en total había seis). Nuestra endeble democracia convive con este nuevo sistema parlamentario: ahora hay que tener mayoría de muñecos. El Día de la Candelaria haré la fiesta a la que me compromete la bancada que me tocó en el pastel.
Pero el drama de la noche de Reyes no tuvo que ver con los muñecos sino con los sucesos que lo antecedieron. Todo empezó porque nuestra hija de cinco años entró en tratos directos con Santa Claus y pidió que trajera un perro del Polo Norte.
Uno de los grandes misterios de la vida contemporánea es que no todos los perros son gratis. Tengo un amigo que duerme con un Cocker Spaniel; para permitirle subir a la cama, el perro le exige una galleta. ¿Es posible pagar por una relación social de este tipo? Los perros muerden las pantuflas, se orinan en el hielo del vendedor de raspados, ladran desde cualquier azotea, nos acompañan con absoluta ubicuidad (dos millones de ellos recorren las calles de la ciudad de México). Comprar uno debería ser tan extravagante como alquilar un hijo. Y sin embargo los perros se venden.
Mi hija Inés y yo solemos leer un libro pequeño: Canes del mundo. Por ese medio supimos que las cruzas refuerzan y el pedigrí debilita. Pero de nada me sirvió elogiar el color amarillo de los perros callejeros. La sabiduría del libro pequeño no es apreciada por una familia que cree en los regalos y distingue a la gente tacaña.

23 diciembre 2020

23 de diciembre

El 19 de diciembre, tres días después de la conversación de Ferguson con Noah, el New York Times informó de que soldados estadounidenses habían penetrado en la zona de guerra de Vietnam del Sur y estaban participando en operaciones tácticas con orden de disparar si eran atacados. Junto con un envío de cuarenta helicópteros, cuatrocientos soldados entrenados para el combate habían llegado a Vietnam del Sur una semana antes. Más aviones, vehículos terrestres y embarcaciones anfibias iban de camino. En total, había ahora dos mil norteamericanos de uniforme en Vietnam del Sur, en vez de los 685 miembros del grupo de asesores militares del que se había informado oficialmente.

Cuatro días después, el 23 de diciembre, el padre de Ferguson se marchó dos semanas de viaje a California, a visitar a sus hermanos y sus familias. Era el primer descanso del trabajo que se tomaba desde hacía años, el último se remontaba a diciembre de 1954, cuando fue con la madre de Ferguson a Miami Beach para pasar diez días de vacaciones de invierno. Esta vez, la madre de Ferguson no fue con él. Tampoco lo acompañó al aeropuerto para despedirse el día que se marchó. Ferguson había oído a su madre hablar mal de sus cuñados bastantes veces para saber que no tenía interés en verlos, pero aun así debía de haber algo más, porque en cuanto su padre se fue, ella empezó a mostrarse más inquieta que nunca, preocupada, taciturna, incapaz, por primera vez que él recordara, de seguir una conversación, y su ensimismamiento era tan profundo que Ferguson se preguntaba si no estaría dándole vueltas a su situación matrimonial, que al parecer había dado un giro definitivo con la marcha en solitario de su padre a Los Ángeles. Puede que ahora la bañera no estuviera solo fría. Quizá estaba glacial, a punto de congelarse y convertirse en un bloque de hielo.

Paul Auster

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Cero preocupaciones