CAPÍTULO I
Se dice que antaño vivió un hombre de libre condición que respondía al nombre de Hallblithe: era rubio, fuerte y avezado en el combate; pertenecía a la antigua Casa del Cuervo.
Aquel joven amaba a una damisela de extremada belleza llamada la Rehén, la cual pertenecía a la Casa de la Rosa, con cuyas mujeres era costumbre establecida desde antiguo que casaran los hombres de la Casa del Cuervo.
Como ella le correspondía, y ningún hombre de su parentesco se oponía a su amor, ambos decidieron casarse el día del solsticio del verano.
Cierta mañana, a comienzos de la primavera, cuando los días aún son cortos y largas las noches, Hallblithe se sentaba ante el porche de la casa, alisando un largo palo de fresno para hacer con él una lanza. Al escuchar el ruido de los cascos de unos caballos que se acercaban y levantar la vista, vio que unos jinetes cabalgaban hacia la casa y que en aquel instante pasaban por la puerta de su cerca. Como era el único hombre que estaba en la casa, se levantó y fue a su encuentro: sólo eran tres, llevaban armas y montaban excelentes caballos; pero no suponían ninguna amenaza, porque dos de ellos eran viejos y débiles, y al tercero, sombrío, se le veía triste, cansado y muy abatido. Le pareció que venían de muy lejos y que habían cabalgado muy deprisa, pues sus espuelas estaban manchadas de sangre, y sus caballos de sudor.
Hallblithe los saludó cordialmente, diciendo:
—Cansados parecéis por el viaje que quizá aún tengáis que proseguir, así que descabalgad y entrad en la casa: tomad comida y bebida para vosotros, y paja y grano para vuestros caballos. Y luego, si aún queréis continuar vuestro camino, partid, habiendo ya reposado; más, si podéis permitíroslo, quedaos aquí toda la noche y partid mañana, pues hasta entonces todo lo nuestro será vuestro y os pertenecerá.
Y el más viejo de aquellos ancianos habló con voz de falsete, diciendo:
—Joven, te lo agradecemos. Por más que los días de la primavera aún estén lejos de terminarse, las horas de nuestras vidas se desvanecen, así que no nos quedaremos en esta casa a menos que nos convenzas, en verdad, de que hemos llegado a la Tierra de la Llanura Esplendente. Si así es, no te demores y llévanos ante tu señor, pues seguramente nos dará una alegría.
Luego habló el que parecía menos consumido por la edad que él, diciendo:
—¡Te lo agradecemos! Pero no nos basta con la comida y la bebida, pues necesitamos algo más, a saber: la Tierra de los Vivientes. Y, ¡oh!, el tiempo apremia.
Y dijo el hombre de aspecto triste y decaído:
—Buscamos la tierra donde los días son tan numerosos que, quien olvidó cómo se ríe, consigue recordarlo y dejar atrás los días de la aflicción.
Y entonces los tres preguntaron con fuerte voz:
—¿Es ésta la Tierra? ¿Es ésta la Tierra?
Y Hallblithe rio, maravillado por todo aquello, y dijo:
—Viajeros, si miráis con atención más abajo del sol, justo en la pradera que se encuentra entre las montañas y el mar, veréis una llanura llena de esplendor a causa de los lirios primaverales. Para nosotros no es la Llanura Esplendente, sino la Tierra de los Riscos Junto al Mar. En ella los hombres mueren cuando les llega la hora, y aunque ignoro si los días que conforman sus vidas son tan numerosos que les permitan olvidar las penas, pues aún soy demasiado joven para sufrir el yugo de la aflicción, sé que les bastan para cumplir las hazañas que nunca mueren. Y en cuanto a esa palabra, «señor», que decís, sabed que desconozco su significado, pues todos los Hijos del Cuervo moramos aquí en buena amistad, junto con nuestras esposas legítimas, las madres que nos trajeron al mundo y las hermanas que nos sirven. Así que una vez más os invito a bajar de vuestros caballos para comer, beber y descansar, y para que, cuando lo deseéis, prosigáis la búsqueda de esa tierra que perseguís.
Ellos apenas le miraron y exclamaron al mismo tiempo con voces quejumbrosas:
—¡No es la Tierra! ¡No es la Tierra!
Y sin decir más, volvieron grupas a sus caballos, salieron por la puerta de la cerca y, entre el estruendo de sus arneses, tomaron el camino que subía hacia el paso situado entre las montañas. Hallblithe, maravillado, escuchó el sonido de los cascos de sus caballos hasta que se desvaneció y luego volvió a lo que estaba haciendo: para entonces eran las dos del mediodía.
Historia de la Llanura Espledente
Título original: The Story of the Glittering Plain which has been also called the Land of Living Men, or the Acre of thr Undying
William Morris, 1890
Traducción: Javier Martín Lalanda
El joven Hallblithe, de la Casa del Cuervo, y su prometida viven pacíficamente en una comunidad agrícola-ganadera asentada en la Tierra de los Riscos, junto al Mar. Pero, un mal día, el muchacho descubre que su amada, la Rehén de la Casa de la Rosa, ha sido raptada por unos piratas. Hallblithe inicia un viaje por mar en su busca acompañado por Zorro Pequeño, personaje ambiguo y tretero, tan pelirrojo como el cánido. Hallblithe llega primero a la Tierra del Rescate y de ahí es conducido por el anciano Águila de Mar a una especie de Paraíso, la Tierra de la Llanura Esplendente, también llamada el Campo de los Inmortales o la Tierra de los Vivientes. En ella asiste al rejuvenecimiento del anciano, que se convierte en un alegre y hermoso joven, allí las mujeres le ofrecen su amor y belleza, y allí el mismísimo rey del lugar le da a comer de su plato y a beber de su vino. Sin embargo, el joven Hallblithe, de la Casa del Cuervo, no repara en el atractivo de las mujeres ni aprecia sabor alguno en los manjares que le ofrecen, pues solo piensa en encontrar a su amada. ¿Conseguirá el amable y valeroso joven escapar de una tierra sin necesidades materiales, donde los visitantes olvidan sus anteriores vidas, donde el goce y la alegría son el único objetivo?
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