30 diciembre 2007

Entre Miraflores y Rascafría

puerto

puerto de montaña

Cántica de serrana.
Siempre se me verná miente
d'esta serrana valiente
Gadea de Riofrío.
A la fuera d'esta aldea la que aquí he nomblado,
encontreme con Gadea, vacas guarda en el prado,
yo l' dixe: «En buena hora sea de vos cuerpo tan guisado.»
Ella me repuso: «Ca la carrera has errado,
»et andas como radío.»
«Radío ando, serrana, en esta grand' espesura,
»a las veses omen gana o pierde por aventura;
»mas quanto esta mañana del camino non he cura,
»pues vos yo tengo hermana aquí en esta verdura
»ribera de aqueste río.»
Riome como respuso la serrana tan sañuda,
desçendió la cuesta ayuso ¡cómo era atrebuda!
Dixo: «Non sabes el uso, como s'doma la res muda,
»quiçá el pecado puso esa lengua tan aguda,
»si la cayada te envío.»
Enviome la cayada aquí tras el pestorejo,
físome ir la cuestalada, derribome en el vallejo,
dixo la endiablada: «Así apilan el conejo:
»sobart'he», dis, «el albarda, si non partes del trebejo:
»liévate, vete, sandio.»
Ospedome et diome vianda, mas escotar me la fiso,
porque non fis' quanto manda, dis': «¡Roín, gaho, enverniso!
»cómo fis' loca demanda en dexar por ti el vaqueriso
»yot' mostraré, si non ablandas, como se pella el eriso,
»sin agua et sin rosío.»
Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

29 diciembre 2007

Esfera armilar

esfera armilar

MAESTRO. (Dentro de la escuela.) Ya os he enseñado la esfera armilar. El mar es celeste y la tierra es de todos los colores.
NIÑO. ¿Sin que se te olvide ninguno?
MAESTRO. Ninguno. La tierra es extraordinariamente grande, pero se puede reducir su tamaño si nosotros queremos.
LOS NIÑOS. ¿Cómo?
MAESTRO. ¡Silencio! La tierra tiene cuatro puntos cardinales. ¡Oh maravilla! Norte, Sur, Este y Oeste.
LOS NIÑOS. Norte, Sur, Este y Oeste.
MAESTRO. Nosotros podíamos cambiar la superficie de la tierra si dijéramos: «Hay cuatro puntos cardinales: Oeste, Este, Sur y Norte».
LOS NIÑOS. Oeste...
MAESTRO. Chitón. Sería peligroso. Y además ya se ha escrito la geografía.
LOS NIÑOS. Geografía es la ciencia que trata, etc., etc.
MAESTRO. Muy bien. El Norte es una pera de cien kilos pintada de blanco. El Sur, una rueda de papel. El Este, un remo de cristal y el Oeste, un ala diminuta.
LOS NIÑOS. La punta de nuestros lápices se acaba de romper.
MAESTRO. No importa. Hay en el mundo muchos caballos sin cola. Y las lagartijas, ¿no viven con el rabo cortado? ¡Proseguid!
LOS NIÑOS. ¡Proseguimos!
MAESTRO. Todos los ríos bajan del Norte rompiendo el cascarón del huevo de la nieve. Los perfumes a quienes el aire cuelga de los pies como el cazador a sus aves, suben del Sur. El Este y el Oeste permanecen impasibles con las alas en las rodillas.
EL INSPECTOR. (Entrando.) ¿Qué está usted diciendo?
MAESTRO. Explico geografía.
INSPECTOR. ¿Qué geografía?
MAESTRO. Mi geografía.
INSPECTOR. Me veré obligado a dar parte a la superioridad. El Ministerio de Instrucción Pública no tolera abusos.
MAESTRO. ¡Perdóneme!
INSPECTOR. Pero ¿qué esfera armilar es ésta...? Vamos. Niños, ¿cuántos son los puntos cardinales?
MAESTRO. (Aparte.) Cabeza, pies, corazón y mano derecha.
INSPECTOR. No contestan.
MAESTRO. Son las tres y la clase debía terminar a las dos.
INSPECTOR. Entonces mañana veremos.

Federico García Lorca en Otros textos dramáticos. Diálogos.

27 diciembre 2007

Vida cotidiana en Madrid: Puerta del Sol

puerta del sol

En la Puerta del Sol nos encontramos a los treinta y siete años justos del día en que tomó el portante don Amadeo de Saboya. ¡Treinta y siete años! Muy pronto se dice; mucho se tardaría en contar lo que pasó bajo las chinelas o el coturno de la Tía Clío en trece mil quinientos cinco días. Yo, lejos de aumentar, había menguado de talla; los pelos que me quedaban eran hebras de plata, y rostro y cuerpo mostraban lastimosamente los zarandeos del tiempo. Mi amigo no llevaba mal sus años maduros, y su rostro alegre y su decir reposado me declaraban mayor contento de la vida que el que yo tenía. Hablamos de trabajos y publicaciones; díjele yo que había leído las suyas, y él, replicándome que algo le quedaba por hacer, saltó con esta idea que a las pocas palabras se convirtió en proposición:
"Una promesa indiscreta oblígame a escribir algo de aquel reinadillo de don Amadeo, que sólo duró dos años y treinta y nueve días. Tú y yo vimos y entendimos lo que pasó y lo que dejó de pasar entonces. Tu memoria es excelente; sabes contar con amenidad los sucesos públicos. Hazme ese libro, y con ello quedará saldada la deuda de caridad que tienes conmigo. Puedes observar el método que quieras, ateniéndote a la cronología en lo culminante y zafándote de ella en los casos privados, aunque estos a veces llegan al fondo de la verdad más que llegan los públicos. Puedes entreverar entre col y col la lechuga de tus conquistas; ya sé que han sido innumerables, algunas acometidas y consumadas con temerario atrevimiento y dramáticos peligros... Por este trabajo te pagaré lo que dio Cervantes al morisco aljamiado, traductor de los cartapacios de Cide Hamete Benengeli, dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, o su equivalente en moneda, añadiendo el gasto de papel, tinta y tabaco en los pocos días que tardes en rematar la obra... Dime pronto si aceptas, para cerrar trato contigo, o buscar otro plumífero con quien pueda entenderme para sacar al mundo la vaga historia de Amadeo I".
Vacilé un instante, mirando al cielo y a los tranvías que de un lado a otro pasaban, y acepté, y con un apretón de manos sellamos nuestro compromiso.

En "Amadeo I" de Don Benito Pérez Galdós

Enriketa ve un fantasma