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27 diciembre 2007

Vida cotidiana en Madrid: Puerta del Sol

puerta del sol

En la Puerta del Sol nos encontramos a los treinta y siete años justos del día en que tomó el portante don Amadeo de Saboya. ¡Treinta y siete años! Muy pronto se dice; mucho se tardaría en contar lo que pasó bajo las chinelas o el coturno de la Tía Clío en trece mil quinientos cinco días. Yo, lejos de aumentar, había menguado de talla; los pelos que me quedaban eran hebras de plata, y rostro y cuerpo mostraban lastimosamente los zarandeos del tiempo. Mi amigo no llevaba mal sus años maduros, y su rostro alegre y su decir reposado me declaraban mayor contento de la vida que el que yo tenía. Hablamos de trabajos y publicaciones; díjele yo que había leído las suyas, y él, replicándome que algo le quedaba por hacer, saltó con esta idea que a las pocas palabras se convirtió en proposición:
"Una promesa indiscreta oblígame a escribir algo de aquel reinadillo de don Amadeo, que sólo duró dos años y treinta y nueve días. Tú y yo vimos y entendimos lo que pasó y lo que dejó de pasar entonces. Tu memoria es excelente; sabes contar con amenidad los sucesos públicos. Hazme ese libro, y con ello quedará saldada la deuda de caridad que tienes conmigo. Puedes observar el método que quieras, ateniéndote a la cronología en lo culminante y zafándote de ella en los casos privados, aunque estos a veces llegan al fondo de la verdad más que llegan los públicos. Puedes entreverar entre col y col la lechuga de tus conquistas; ya sé que han sido innumerables, algunas acometidas y consumadas con temerario atrevimiento y dramáticos peligros... Por este trabajo te pagaré lo que dio Cervantes al morisco aljamiado, traductor de los cartapacios de Cide Hamete Benengeli, dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, o su equivalente en moneda, añadiendo el gasto de papel, tinta y tabaco en los pocos días que tardes en rematar la obra... Dime pronto si aceptas, para cerrar trato contigo, o buscar otro plumífero con quien pueda entenderme para sacar al mundo la vaga historia de Amadeo I".
Vacilé un instante, mirando al cielo y a los tranvías que de un lado a otro pasaban, y acepté, y con un apretón de manos sellamos nuestro compromiso.

En "Amadeo I" de Don Benito Pérez Galdós

PAISAJE INVERNAL.

PAISAJE INVERNAL.   Desnudos árboles de invierno, solitario estornino pensativo. ¿Blanco ya el mundo? ¿O embozado en blancura solament...