16 noviembre 2024
15 noviembre 2024
15 de noviembre
EL OTOÑO
El fulgor de la Naturaleza es la más alta aparición
donde pleno de gozo el día termina
es el año, que con esplendor se consuma
donde alegre brillo y frutos aúnanse.
La superficie del mundo engalanada está, y de tarde en tarde se oye
el sonido a través del campo abierto, el sol calienta
suave los días del Otoño, los campos parecen
lejanos en la visión, el aire sopla
Entre troncos y ramas con dulces susurros
cuando ya los campos en eriales se trocan
y todo el sentido de la clara imagen cobra vida
como un cuadro, rodeado de áureos resplandores.
15 de Noviembre 1759.
Friedrich Hölderlin
Poemas de la locura
Precedidos de algunos testimonios de sus contemporáneos sobre los «años oscuros» del poeta
Treinta y seis años tenía Friedrich Hölderlin en 1806 cuando, declarado loco, fue acogido en su casa de Tubinga, junto al Neckar, por el carpintero Zimmer. Treinta y siete más vivió en aquella casa, olvidado del mundo, de sus amigos, de sus contemporáneos, en constante diálogo consigo mismo y con la Naturaleza.
De las muchas páginas que allí escribió, prácticamente todas se han perdido. Estos 49 poemas que aquí se recogen y traducen al castellano son una ínfima muestra de su actividad intelectual en aquellos años, pero son también lo único que de ellos nos queda. La incuria del tiempo y de los hombres dejó perderse para siempre cuanto el poeta escribió, excepto estos breves textos, desperdigados entre amigos y visitantes ocasionales.
Se han recogido igualmente, junto a sus poemas, algunos testimonios de sus contemporáneos que arrojan cierta luz sobre los «años oscuros» del poeta.
14 noviembre 2024
14 de noviembre
Para ti, Tania, canto. Quisiera cantar mejor, más melodiosamente, pero entonces quizá no hubieses accedido nunca a escucharme. Has oído cantar a los otros y te han dejado fría. Su canción era demasiado bella o no lo bastante bella.
Es el veintitantos de octubre. Ya no llevo la cuenta de los días. ¿Dirías: mi sueño del 14 de noviembre pasado? Hay intervalos, pero intercalados entre sueños, y no queda conciencia de ellos. El mundo que me rodea está desintegrándose, y deja aquí y allá lunares de tiempo. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo… Pienso en que, cuando el gran silencio descienda sobre todo y por doquier, la música triunfará por fin. Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, remará el caos de nuevo, y el caos es la partitura en la que está escrita la realidad. Tú, Tania, eres mi caos. Por eso canto. Ni siquiera soy yo, es el mundo agonizante que se quita la piel del tiempo. Todavía estoy vivo, dando patadas dentro de tu matriz, que es una realidad sobre la que escribir.
Duermevela. La fisiología del amor. La ballena con su pene de dos metros en reposo. El murciélago… penis libre. Animales con un hueso en el pene. De ahí viene eso de tener un hueso. Afortunadamente —dice Gourmont— la estructura ósea se ha perdido en el hombre.» ¿Afortunadamente? Sí, afortunadamente. Imaginaos a la raza humana caminando por ahí con un hueso en ese sitio. El canguro tiene un doble pene: uno para los días de entre semana y otro para las fiestas. Duermevela. Una carta de una mujer que me pregunta si he encontrado un título para mi libro. ¿Un título? Claro que sí: Adorables lesbianas. ¡Tu vida anecdótica! Una frase de M. Borowski. El miércoles voy a comer con Borowski. Su mujer, que es una vaca seca, oficia. Ahora está estudiando inglés… su palabra favorita es «asqueroso». En seguida se ve que los Borowski son una lata. Pero esperad…
Borowski lleva trajes de pana y toca el acordeón. Combinación insuperable, especialmente si se tiene en cuenta que no es un mal artista. Finge ser polaco, pero no lo es, desde luego. Es judío, Borowski, y su padre era filatélico. De hecho, casi todo Montparnasse es judío o medio judío, lo que es peor. Están Carl y Paula, y Cronstadt y Boris, y Tarda y Sylvester, y Moldorf y Lucille. Todos excepto Fillmore. Henry Jordan Oswald ha resultado ser judío también. Louis Nicholas es judío. Hasta Van Norden y Chérie son judíos. Francis Blake es judío, o judía. Titus es judío. Así, que los judíos me están aplastando como una avalancha. Escribo esto para mi amigo Carl, cuyo padre es judío. Es importante entender todo esto.
De todos esos judíos, la más encantadora es Tania, y por ella también yo me volvería judío. ¿Por qué no? Ya hablo como un judío. Y soy feo como un judío. Además, ¿quién odia más a los judíos que un judío?
La hora del crepúsculo. Azul añil, agua cristalina, árboles resplandecientes y delicuescentes. Los raíles se pierden en el canal de Jaures. La larga oruga de costados laqueados se sumerge como una montaña rusa. No es París. No es Coney Island. Es una mezcla crepuscular de todas las ciudades de Europa y de América Central. La explanadas del ferrocarril ahí abajo, los raíles negros, enmarañados, no ordenados por el ingeniero, sino de diseño cataclismático, como esas finas fisuras del hielo polar que la cámara registra en diferentes tonos de negro.
La comida es una de las cosas que disfruto tremendamente. Y en esta hermosa Villa Borghese apenas hay nunca rastros de ella. A veces es verdaderamente asombroso. He pedido una y otra vez a Boris que encargue pan para el desayuno, pero siempre se le olvida. Al parecer, sale a desayunar fuera. Y cuando vuelve viene limpiándose los dientes con un palillo y le cuelga un poco de huevo de la perilla. Come en el restaurante por consideración hacia mí. Dice que le duele darse una comilona mientras le miro.
Henry Miller
Trópico de Cáncer
Considerada por buena parte de la crítica como la mejor de sus obras, en su primera novela se sitúa Henry Miller en la estela de Walt Whitman y Thoreau para crear un monólogo en el que el autor hace un inolvidable repaso de su estancia en París en los primeros años de la década de 1930, centrada tanto en sus experiencias sexuales como en sus juicios sobre el comportamiento humano.
13 noviembre 2024
13 de noviembre
A cada uno de nosotros le estaba reservado su destino. Te ha tocado a ti el de la libertad, los placeres, las diversiones y el bienestar; el de la vergüenza pública, el de la larga reclusión en una mazmorra, el de la miseria, la ruina y el deshonor a mí, a pesar de que en nada lo merecía.
Me acuerdo de haber dicho que creía poder soportar una tragedia verdadera, siempre que apareciese ante mí con un manto de púrpura o con la máscara del verdadero dolor; pero es lo tremendo de la vida moderna que, por el contrario, se oculta la tragedia bajo el disfraz de comedia, con lo cual parecen grotescas o sin estilo, las grandes realidades de todos los días. Tiene esto su razón de ser. Es probable que hubo siempre de acontecer en la actualidad de todas las épocas. Se dijo que al espectador le parecían viles todos los martirios, no debe ser una excepción el siglo XIX.
Todo ha sido feo, bajo, asqueante, carente de carácter, en mi tragedia. Incluso nuestros uniformes nos tornan grotescos. Somos los bufones del dolor. Unos payasos con el corazón hecho añicos. Y disfrutamos de la facultad de mover los músculos de la risa.
El 13 de noviembre de 1895 aquí me trajeron, desde Londres. Hube de estar aquel día desde las dos y media hasta las tres de la tarde, con ropas de presidiario y las manos esposadas, expuesto a las miradas del público en el andén principal de la estación de Clapham Junction. Sin previo preparativo, ni siquiera un aviso un minuto antes, me habían sacado de la enfermería. Era yo el más grotesco de todos los depravados existentes, y se echaba a reír la gente, al verme. Aumentaba el número de los curiosos con cada tren que llegaba, y se divertían todos de indescriptible manera. Como es natural, ocurría esto antes de saber quién era yo. No bien lo supieron, arreciaron sus carcajadas. Estuve allí media hora larga, bajo la gris lluvia de noviembre, víctima de las mofas de la chusma.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
22 de noviembre
Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...