12 octubre 2024
11 octubre 2024
11 de octubre.
Por aquella época, la época de la enfermedad de mi padre, el abuelo Alexander, con noventa años, en pleno esplendor físico y en pleno florecimiento romántico, sonrosado como un recién nacido, fresco como un joven esposo, se pasaba el día yendo y viniendo, y vociferando: «¡Bueno!, shto!» o: «Paskudniakin! Yulikim! ¡Granujas!». O: «¡Bueno!, davai! Jarosho! ¡Ya basta!». Las mujeres le acosaban. Con frecuencia, incluso por la mañana, se tomaba un «coñacito», y al instante su cara sonrosada se ponía roja como un tomate. Cuando mi abuelo y mi padre estaban hablando en el patio, o paseando por la acera delante de la casa y discutiendo, a juzgar por sus gestos, el abuelo Alexander parecía mucho más joven que su hijo. Vivió unos cuarenta años más que su primogénito, David, y que su primer nieto, Daniel Klausner, que fue asesinado en Vilna por los alemanes, unos veinte años más que su mujer y otros siete más que su hijo pequeño.
10 octubre 2024
10 de octubre.
10 de octubre
09 octubre 2024
9 de octubre.
Franco y yo llegamos a Valencia el mismo día: él venía a visitar el acorazado Coral Sea, de la VI Flota, fondeado en aguas de la Malvarrosa; yo iba a estudiar el preuniversitario en la academia Castellano que estaba en la plaza de los Patos. Era un 9 de octubre, festividad de San Donís, patrón de los pasteleros. Ese día se celebraba en Valencia la tradición de la mocadorada: los enamorados se obsequiaban con un pañuelo repleto de dulces, frutos secos y peladillas. Los novios ricos solían anudar el pañuelo con una pulsera o una sortija de valor pero ese día en que llegué a Valencia yo no tenía a nadie a quien dar un caramelo. En cambio a la esposa del Caudillo en el ayuntamiento le acababan de regalar un mantón de Manila lleno de golosinas y alhajas selectas en un acto oficial que estaba retransmitiendo con voz muy redonda el locutor de Radio Alerta: en este momento el excelentísimo señor alcalde en el salón de columnas hace ofrenda a la doña Carmen de un riquísimo mantón de Manila bordado a mano que rebosa de todo lo más dulce que se fabrica en la hermosa ciudad de Valencia, queridos radioyentes, con todo el surtido de turrones los valencianos ofrendamos a la señora también nuestro corazón agradecido.