14 julio 2022
13 julio 2022
De Pedro Salinas. ¡Si me llamaras, si, si me llamaras!
¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
—¡si me llamaras, sí, si me llamaras!—
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»
Pedro Salinas
LA VOZ A TI DEBIDA (1933)
12 julio 2022
Cuando Abraham se llamaba Abram
Entró un anciano y pidió un ídolo.
—¿Cuántos años tiene? —le preguntó Abraham.
—Noventa y uno —contestó el anciano.
—Entonces, ¿cómo es que puede adorar una figurilla de barro que fue hecha hace tan sólo unas horas?
El anciano se marchó sin llevarse nada. Vinieron otros clientes. A todos Abraham les preguntaba la edad que tenían y cómo podían rendir culto a algo recién fabricado. Y todos se iban con las manos vacías.
Al caer la tarde acudió al taller una viejecita con una bolsa de harina, que puso delante de una de las figuras. Era demasiado pobre para poder comprarla y venía a adorarla al taller. Entonces, Abraham tuvo una idea. Cogió un hacha y rompió en pedazos todas las figuras, dejando sólo la más grande. Luego puso el hacha en manos de ésta y colocó la harina delante de ella.
—¡Qué desastre! —exclamó Térah a su regreso—. ¿Cómo ha ocurrido?
—Los ídolos se pelearon por la comida —explicó Abraham—. Éste, que es el más fuerte, rompió a los más pequeños para quedarse con la bolsa de harina.
—¡Mientes! —dijo Térah—. Lo has hecho tú. Estos ídolos son sólo figuras de barro; no se mueven, no tienen vida.
—Es cierto —replicó Abraham—. Pero en este caso, ¿por qué los adoras sin son simples cacharros?
Miguel Ángel Moreno
Cuentos de judíos
Cuentos y leyendas populares
11 julio 2022
Ave Fénix
Y es que pocos saben que Eva, después de haber probado la fruta, quiso compartir la experiencia con los demás habitantes del jardín. Y fue dando trocitos de manzana a los animales que vivían allí. De esta forma, los mamíferos, los reptiles, los peces, los insectos y las aves fueron probando lo desconocido. Todos menos uno, el Ave Fénix. Este sabio pájaro no quiso desobedecer a su Creador y se negó a comer la fruta prohibida.
Por eso es el único ser vivo que no muere nunca. Cada mil años se quema en el fuego que surge de él mismo, y renace de nuevo de sus cenizas, eternamente joven.
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