28 noviembre 2021
27 noviembre 2021
27 de noviembre
Los estudiantes
Los estudiantes
Edna Moreira Loor
ha sido asesinada
en Quito, el 25 de marzo
de 1966.
El 27 de noviembre
de 1871, en La Habana,
fueron fusilados ocho
estudiantes de Medicina.
El delta en el Guayaquil
y el río Cauto han retemblado
y, como un rayo de ira, oí
crepitar en el aire.
Edna Moreira Loor,
pequeño amazonas, cinta
escarlata del Tungurahua,
tus compañeros de Minas Gerais,
y de Lima, y de Madrid,
asidos de
las puntas de tu pañuelo
desgarrado, escriben
tu nombre en el aire,
al pie
de las tremendas letras
de Martí:
«… tiemblen de pavor todos los que en
aquel día ayudaron a matar».
En Saigón,
en las calles de Hue,
en la Piazza del Popolo,
nombran, señalan a los asesinos
y sus cómplices.
El cielo
de Madrid se raya de gritos
y las plazas de Barcelona
resuenan Libertad,
hermosa
palabra, pura realidad,
que dora, como el sol, la frente
de Edna Moreira Loor.
ME VOY al campo. Mañana
me voy al campo a quedarme
parado junto al molino;
y que no me escriba nadie.
Bastante tengo con ver
el agua y pasar la tarde
como la última página
de mi vida, sin que nadie
me vea mover las hojas,
y me olviden…
Junto al cauce,
tiembla la niebla y apenas
me acuerdo de mí y de nadie. Poesía e Historia [1960-1968]
Blas de Otero
Obra completa (1935 - 1977)
Edición de Sabina de la Cruz con la colaboración de Mario Hernández
Los estudiantes
Edna Moreira Loor
ha sido asesinada
en Quito, el 25 de marzo
de 1966.
El 27 de noviembre
de 1871, en La Habana,
fueron fusilados ocho
estudiantes de Medicina.
El delta en el Guayaquil
y el río Cauto han retemblado
y, como un rayo de ira, oí
crepitar en el aire.
Edna Moreira Loor,
pequeño amazonas, cinta
escarlata del Tungurahua,
tus compañeros de Minas Gerais,
y de Lima, y de Madrid,
asidos de
las puntas de tu pañuelo
desgarrado, escriben
tu nombre en el aire,
al pie
de las tremendas letras
de Martí:
«… tiemblen de pavor todos los que en
aquel día ayudaron a matar».
En Saigón,
en las calles de Hue,
en la Piazza del Popolo,
nombran, señalan a los asesinos
y sus cómplices.
El cielo
de Madrid se raya de gritos
y las plazas de Barcelona
resuenan Libertad,
hermosa
palabra, pura realidad,
que dora, como el sol, la frente
de Edna Moreira Loor.
ME VOY al campo. Mañana
me voy al campo a quedarme
parado junto al molino;
y que no me escriba nadie.
Bastante tengo con ver
el agua y pasar la tarde
como la última página
de mi vida, sin que nadie
me vea mover las hojas,
y me olviden…
Junto al cauce,
tiembla la niebla y apenas
me acuerdo de mí y de nadie. Poesía e Historia [1960-1968]
Blas de Otero
Obra completa (1935 - 1977)
Edición de Sabina de la Cruz con la colaboración de Mario Hernández
Por primera vez se reúne la Obra completa (1935-1977) de Blas de Otero. Este volumen unitario, de verso y prosa, acoge todos los libros que el poeta publicó en vida con otro póstumo, Hojas de Madrid con La galerna, y otros dos que dejó inéditos: Poesía e Historia (verso) y Nuevas historias fingidas y verdaderas (prosa). Una sucinta, y también inédita, Historia (casi) de mi vida rinde cuentas de obra y biografía. Un complemento de poemas inéditos y dispersos desde su primera juventud redondea la visión de la poesía oteriana, minuciosamente dispuesta por Sabina de la Cruz, su máxima estudiosa, que ha compulsado manuscritos e impresos para clarificar la obra de uno de los grandes poetas españoles del siglo XX.
26 noviembre 2021
26 de noviembre
¿Cómo ayudarme metiéndome tranquilamente en una habitación casi desnuda, sin decirme qué tengo que hacer, con mi única presencia por toda compañía?
26 de noviembre de 1975
Son las seis de la tarde. Estoy esperando los medicamentos de la noche para poder dormirme al fin y no pensar «conscientemente».
En este momento, pienso como hablo, como si las palabras se pronunciaran en voz baja en mi cabeza, como si se inscribieran en caracteres de imprenta justo tras mis ojos y chocaran contra las paredes de mi cráneo.
Tomo mi pluma para irlas comunicando a medida que brotan hacía el exterior, para que escapen al fin de mí misma con la ilusión de un contacto.
Estoy demasiado sola. ¿Cómo ayudarme metiéndome tranquilamente en una habitación casi desnuda, sin decirme qué tengo que hacer, con mi única presencia por toda compañía?
Durante los seis últimos meses me encerré voluntariamente en mí misma con una especie de desesperación complacida. Jugué con los engranajes de mi cerebro como se juega con una muela careada, y lanzaba mis ideas en voz alta contra las paredes de mi cuarto. No rebotaban allí, no volvía de ellas eco alguno. Yo lloraba en el vacío. Llamaba a Dios e intentaba creer en él, intentando también que el tiempo me calmara. Dialogaba con las fotos de mi padre e intentaba recuperarlo, todopoderoso, como en mi infancia.
«Villa des Pages»
Georges Simenon
Memorias íntimas
Un hombre: cuando Georges Simenon murió, en la madrugada del lunes 4 de septiembre de 1989 en su casa de Lausana, había cumplido ochenta y seis años y era ya un mito universal. El joven y prolífico inventor de historias que sesenta años antes creara al comisario Maigret, era para muchos de sus lectores una misma cosa que su personaje. Sin embargo, aunque Maigret era todo de Simenon, Simenon no era sólo Maigret.
Dos pasiones: erotismo y literatura. Ésas fueron las dos actividades a las que Simenon se entregó con el frenesí de un poseso. Marcado por el signo de la desmesura, escribió centenares de novelas, pero sus amantes se contaron por miles.
Un adiós: si la gravedad de una dolencia que amenazaba su vida señaló un paréntesis en sus excesos y dio lugar a la novela autobiográfica Pedigree, tres década después, cuando ya tenía setenta y ocho años, el suicidio de su hija le apartó de la ficción y le llevó a escribir a mano —y a tumba abierta— estas magníficas Memorias íntimas, la despedida de un hombre que vivió y creó desafiando siempre los límites de la mediocridad.
25 noviembre 2021
25 de noviembre
Espesísima la nieve bajaba del cielo, depositándose en las terrazas y poniéndolas blancas. Al mirarla, Drogo sintió con más agudeza el ansia de costumbre, intentaba expulsarla en vano pensando en su joven edad, en los muchísimos años que le quedaban.
Mientras Drogo y Simeoni estaban discutiendo así, un día empezó a nevar. «Aún no ha terminado el verano —fue el primer pensamiento de Drogo— y ya ha llegado el mal tiempo.» Le parecía, en efecto, que acababa de regresar de la ciudad, que aún no había tenido tiempo de organizarse como antes. Y, sin embargo, en el calendario estaba escrito 25 de noviembre; se habían consumido meses enteros.
Espesísima la nieve bajaba del cielo, depositándose en las terrazas y poniéndolas blancas. Al mirarla, Drogo sintió con más agudeza el ansia de costumbre, intentaba expulsarla en vano pensando en su joven edad, en los muchísimos años que le quedaban. El tiempo, inexplicablemente, había echado a correr cada vez más veloz, se tragaba los días uno tras otro. Bastaba con mirar alrededor y ya caía la noche, el sol giraba por abajo y reaparecía por el otro lado para iluminar el mundo lleno de nieve.
Los otros, sus compañeros, parecían no advertirlo. Hacían el servicio habitual sin entusiasmo, incluso se alegraban cuando en las órdenes del día aparecía el nombre de un mes nuevo, como si hubieran ganado algo. Menos tiempo que pasar en la Fortaleza Bastiani, calculaban. Tenían, pues, una meta, mediocre o gloriosa, con la que sabían contentarse.
El propio comandante Ortiz, que andaba ya por los cincuenta años, asistía apático a la fuga de las semanas y de los meses. Ahora había renunciado a sus grandes esperanzas y decía:
—Una decena de años más, y me llega el retiro.
Regresaría a su casa, en una vieja ciudad de provincias —explicaba—, donde vivían algunos parientes suyos. Drogo lo miraba con simpatía, sin lograr entenderlo. ¿Qué haría Ortiz allá abajo, entre los civiles, sin ninguna finalidad, solo?
—He sabido contentarme —decía el comandante, dándose cuenta de los pensamientos de Giovanni—. Año tras año he aprendido a desear cada vez menos. Si las cosas me salen bien, volveré a casa con el grado de coronel.
—¿Y después? —preguntaba Drogo.
—Después, nada más —dijo Ortiz con sonrisa resignada—. Después esperaré aún… satisfecho con el deber cumplido —concluyó burlonamente.
—Pero aquí, en la Fortaleza, en esos diez años, no cree que…
—¿Una guerra? ¿Piensa usted aún en una guerra? ¿No hemos tenido bastante?
En la llanura septentrional, en los límites de las nieblas perennes, ya no se veía nada sospechoso; incluso la luz nocturna se había apagado. Y Simeoni estaba satisfechísimo. Eso demostraba que él tenía razón: no se trataba de una aldea ni de un campamento de gitanos, sino sólo de obras, que la nieve había interrumpido.
Dino Buzzati
El desierto de los tártaros
La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado El desierto de los tártaros, la más célebre novela de Dino Buzzati, proviene del paisaje formal de la fábula que narra, no de su significación oculta. Con todo, la historia del oficial Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza sobre la que pende una amenaza aplazada e inconcreta, pero obsesivamente presente, se halla cargada de resonancias que la conectan con algunos de los más hondos problemas de la existencia: la seguridad como valor contrapuesto a la libertad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades vitales de realización, la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia.
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