30 diciembre 2020
29 diciembre 2020
29 de diciembre
EL PATRIMONIO REAL SE HACE PÚBLICO
El reinado de Isabel II termina abruptamente en 1868, como consecuencia de la revolución denominada «la Gloriosa», iniciada el 19 de septiembre por un pronunciamiento del general Topete en Cádiz, que triunfa al lograr los apoyos suficientes para obligar a la reina a partir al exilio.
Una de las primeras acciones revolucionarias fue la expropiación de las posesiones reales en Madrid: el Retiro pasó a poder del Ayuntamiento, mientras que la Casa de Campo, la finca de la Florida o la Moncloa y el Monte del Pardo quedaron en manos del Estado convirtiéndose así el extensísimo patrimonio real en patrimonio público.
Las Cortes aprueban una nueva Constitución en 1869 y después de una intensa búsqueda, a instancias del general Prim, nombran rey a Amadeo de Saboya, duque de los Abruzos, persona racional e instruida que al llegar a España se encontró con que su valedor había muerto víctima de un atentado en la calle del Turco, hoy Marqués de Cubas, financiado, al parecer, por el Duque de Montpensier, pretendiente frustrado al trono.
Amadeo soportó durante poco más de dos años un país ingobernable y al cabo se marchó aburrido, dando paso a la Primera República, que duró desde el 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874, año en que un pronunciamiento del General Martínez Campos da inicio a la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II, motejado como «Puigmoltejo» por la prensa republicana, que lo decía hijo del capitán de ingenieros Puig i Moltó.
Ricardo Aroca
La historia secreta de Madrid
Un apasionante viaje a través del tiempo, desde el Mayrit musulmán hasta la modernidad del siglo XXI, nos desvela el alma de la ciudad de Madrid, describe las transformaciones del espacio urbano y analiza los misterios que se ocultan tras la génesis de algunos de sus edificios más representativos. La Historia secreta de Madrid es una suerte de «guía de autor», un itinerario histórico que nos ofrece las claves para entender este espacio que comienza a definirse con murallas y arrabales medievales de trazado irregular, atraviesa los siglos cargado de conventos, hospitales, mercados y palacios, y se acerca a la modernidad con amplias avenidas, áreas residenciales y barrios obreros, para culminar en las peculiares —con frecuencia chocantes— intervenciones arquitectónicas de nuestros días. Leyendas y milagros, anécdotas que protagonizan personajes variopintos, explicaciones simbólicas que conviven con planeamientos representativos del espíritu de racionalidad aplicado al urbanismo… Todo ello está presente en este libro, un recorrido muy personal por la ciudad, que nos permite entender cómo el devenir histórico, la organización administrativa y hasta las desventuras de gobernantes y ciudadanos —en definitiva, las transformaciones de la sociedad, la política y la economía— tienen su reflejo inmediato en la evolución urbanística y el nacimiento de grandes empresas arquitectónicas.
28 diciembre 2020
28 de diciembre
La más grande derrota que el Gobierno del Don sufriera en el Frente Norte fue compensada por un alegre suceso. El 28 de diciembre llegó a Novocherkask una misión aliada: el comandante de la misión británica militar en el Cáucaso, general Poole, con su jefe de Estado Mayor, coronel Kiss y los representantes de Francia, el general Franchet d'Esperey y el capitan Fouquet.
Krasnov acompañó a los aliados al frente. En el andén de la estación de Chir, en una fría mañana de diciembre, se dispuso la guardia de honor. El general Mamontov, habitualmente borracho y de aspecto descuidado, se presentaba aquel día verdaderamente elegante, con las mejillas cuidadosamente rasuradas. Caminaba por el andén, rodeado de oficiales. Esperaban el tren. Junto al edificio de la estación se habían agrupado los músicos de la banda, que se soplaban los dedos helados y lívidos. En sus puestos de guardia se erguían, ofreciendo un espectáculo pintoresco, los cosacos del Bajo Don, hombres de todas las edades, con sus uniformes de diversos colores. Junto a viejos de canosa barba había adolescentes imberbes, se veían combatientes de características pelambres. Sobre las casacas de los viejos brillaban, como manchas de oro y plata, cruces y medallas obtenidas en las batallas de Lovcha y Plevna en los pechos de los menos ancianos colgaban las cruces ganadas en los heroicos asaltos en Gueok-Tepé, Lidnantum, o durante la guerra contra Alemania, en torno a Przemysl, Varsovia y Lvov. Los adolescentes no lucían brillantes medallas, pero se mantenían erguidos en su posición de firmes y trataban de seguir en todo la conducta de los mayores.
Envuelto en un vapor lechoso, llegó el tren con gran estruendo. Aún no se había abierto la portezuela del vagón pullman, y ya el director de la banda levantaba el brazo con ademán decidido y los músicos iniciaron vigorosamente el himno nacional inglés. Mamontov, sujetándose el sable, corrió hacia el vagón. Krasnov, con aire jovial de dueño de casa, guiaba a los huéspedes hacia la estación entre las dos hileras de cosacos, tan inmóviles que parecían de piedra.
—El pueblo cosaco se ha levantado como un solo hombre en defensa de la patria contra las bandas salvajes de soldados rojos. Tenéis ante vosotros a representantes de tres generaciones. Estos hombres han combatido en los Balcanes, contra el Japón, Austria-Hungría y Alemania, ahora luchan por la salvación de su patria —dijo en perfecto francés, con una elegante sonrisa, señalando a los viejos cosacos que, con los ojos muy abiertos, seguían inmóviles, casi sin respirar.
No por casualidad, sino por una orden de sus superiores, Mamontov se había esforzado en escoger a los cosacos para la guardia de honor.
Tras haber visitado el frente, los aliados regresaron satisfechos a Novocherkask.
—Quedo muy complacido del brillante aspecto, de la disciplina y del espíritu combativo de vuestro ejército —dijo el general Poole a Krasnov, antes de partir—. Daré inmediatamente órdenes para que desde Salónica sea enviado el primer destacamento de nuestras tropas. Entretanto, general, le ruego que tenga preparados tres mil capotes de piel y otros tantos pares de botas. Espero que con nuestro apoyo conseguiréis acabar definitivamente con el bolchevismo.
…Apresuradamente se confeccionaron capotes de piel y se prepararon botas de fieltro. Pero las tropas de desembarco de los aliados no aparecían aún en Novorosisk.
El general Poole, de regreso en Londres, fue sustituido por Briggs, hombre frío y orgulloso. Llegaba de Londres con nuevas instrucciones y anunció con la dura franqueza de los militares:
—El Gobierno de Su Majestad prestará al Ejército Voluntario del Don el más amplio apoyo maternal, pero no enviará ni un soldado.
Eran superfluos los comentarios a semejantes declaraciones…
Mijaíl Shólojov
El Don apacible
El Don apacible fue escrita en cuatro volúmenes entre 1928 y 1940 y por la que se le otorgó en 1941 el premio Stalin y el premio Nobel de Literatura en 1965.
Esta monumental novela épica relata la intervención rusa en la I Guerra Mundial, la Revolución bolchevique, y la guerra civil rusa (1918-1921), desde el punto de vista de los cosacos del río Don, en un posición ambivalente entre las ansias de paz y de mejora de las condiciones de vida que hace a algunos apoyar a los comunistas, y una mayoría opuestos a la colectivización de sus tierras y productos, contraria a sus costumbres y tradiciones. Pero es también un novela de personajes y de costumbres, una novela histórica y que retrata lo cotidiano.
Comparada con «Guerra y paz», nunca antes una novela había sido capaz de fluir tan magistralmente por personajes, ideas, costumbres, sentimientos, como lo hace Shólojov con la grandeza del amor y la desesperación de la guerra.
27 diciembre 2020
27 de diciembre
Escribí la historia de El viaje de Rita Malú para Sophie Calle. Podría decirse que porque ella me lo pidió. Todo comenzó una tarde en Barcelona, cuando ella me llamó a casa. Me quedé de piedra. La admiraba, la consideraba inaccesible. No la conocía personalmente, ni pensaba que fuera a conocerla nunca. Me llamó y me dijo que una amiga común (Isabel Coixet) le había dado mi número y que deseaba proponerme algo, pero que no podía hacerlo por teléfono.
Había en sus palabras una extraña, por muy involuntaria que fuera, carga de misterio. Sugerí un encuentro en París a finales de aquel mes, pues pensaba pasar el fin de año en esa ciudad. Estábamos en las postrimerías de 2005. Quedamos en el Café de Flore de París el 27 de diciembre, al mediodía.
El día señalado, llegué al barrio una media hora antes, algo inquieto ante el encuentro. Sophie Calle ha tenido siempre cierta fama de ser capaz de todo y yo sabía de sus rarezas y de su coraje, en parte por lo que había contado Paul Auster en su novela Leviatán, donde Sophie era un personaje del libro y se llamaba Maria Turner. Escribía allí Auster al comienzo del libro, a modo de dedicatoria: «El autor agradece efusivamente a Sophie Calle que le permitiera mezclar la realidad con la ficción».
Yo sabía esto, pero también muchas cosas más. Recordaba, por ejemplo, que había leído que durante un tiempo, siendo ella muy joven, a la vuelta de un largo viaje por el Líbano, se había sentido perdida en París, en su propia ciudad, pues ya no conocía a nadie, y eso la había llevado a seguir a personas que no conocía y que fueran ellas quienes decidieran adónde había de ir. Recordaba esto y también sus acciones más célebres: la invitación a dormir en su cama a desconocidos que aceptasen dejarse mirar y fotografiar y responder preguntas (Los durmientes); la persecución a la que había sometido en Venecia a un hombre de quien por un azar supo que partía esa noche hacia allí (Suite veneciana); la contratación, a través de su madre, de un detective para que le hiciera fotos y la siguiera, sabiéndose seguida, y al final la retratara en sus informes con la falsa verdad desnuda de un observador objetivo.
Enrique Vila-Matas
Porque ella no lo pidió
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