19 diciembre 2020

19 de diciembre

César vuelve a Roma a mediados de septiembre del 45 y permanece allí sin más interrupciones que esporádicas salidas por Italia, hasta su muerte en los idus (día 15) de marzo del 44. El 19 de diciembre había comido en Puteoli con Cicerón. La velada «fue muy agradable […]; en la conversación nada serio; muchas cuestiones eruditas, ¿qué quieres que te diga? Él se lo pasó bien y estuvo a gusto […]. Ahí tienes una recepción, o acuartelamiento, odiosa para mí, ya te lo he dicho, pero no desagradable». Cada vez se aleja más de la idea de la república tradicional: se hace nombrar dictador perpetuo y acrecienta sus honores divinos; por otra parte, prepara una gran expedición contra los dacios y los partos. La fecha de la partida era el 18 de marzo… 

Cicerón continúa su febril actividad literaria: salen de sus manos los tres libros del De natura deorum, el De senectute, los dos del De diuinatione. En cambio apenas interviene en asuntos públicos, aunque sigue pendiente de ellos: 

me parece increíblemente vergonzosa mi actitud de asistir a las cosas que aquí pasan […]; no estuviste en el Campo de Marte cuando […] aquél, que había tomado los auspicios para los comicios tributos, realizó los centuriados, anunció a la hora séptima el cónsul que habría de ejercer hasta el 1 de enero… que empezaba a la mañana siguiente. Sabe, pues, que durante el consulado de Caninio nadie ha desayunado; bien es verdad que tampoco ha habido ningún daño; fue, en efecto, de una maravillosa vigilancia, porque en todo su consulado no vio el sueño. Estas cosas te parecen de risa porque no estás aquí. Si las vieras, no podrías contener las lágrimas. 

No participó en la conjura que dio muerte a César, si bien, como había acudido al senado con la intención de defender a Dolabela de las maniobras de Marco Antonio, presenció el asesinato, y así le dice a Ático semanas más tarde: «¿qué me aportaría a mí ese cambio de dueño excepto la alegría que se llevaron mis ojos con la justa muerte del tirano?». Luego asistió a una reunión en el Capitolio, propuso que los pretores convocaran allí al senado y se mostró contrario a negociar con Marco Antonio. Sin embargo, al final se decidió mandar una delegación, de la que Marco rehusó formar parte, para parlamentar con él y con Lépido, a la sazón magister equitum.

Marco Tulio Cicerón
Discursos. Verrinas (Discurso contra Q. Cecilio - Primera sesión - Segunda sesión (Discursos I y II))

La Corredera, plaza de Córdoba

 Plaza de la Corredera

18 diciembre 2020

18 de diciembre

Me acerco a uno de los cuadernos que hay en la mesa. Está lleno de escritura ancha y grande en la que se ven a veces signos griegos. Pero aunque a primera vista no lo parece está en español. El encabezamiento dice: «Informe sefardí de Salónica, de fecha 18 de diciembre de 1936, hallado en los archivos secretos del senescal de C. —El texto comienza diciendo—: Tropo de la madre patria i de la benganza ke io no kuidaba portanto. La kerensia me trujo i akí bine. Arrivé a Madrid, citade grande e rica i di pace a la ierra kon los míos labios». 

Me molesta la ortografía y el léxico tan arcaico o tan estragado. Pero hay cierta novedad en el hecho de saber que así hablan y escriben millares de antiguos españoles por las dos orillas —norte y sur— del Mediterráneo. Y sigo leyendo: «La nazión es cruel oi como en dorenavante. Haze cuatro sieclos nos espartió a unos entre los puevlos atrazados de África i de Oriente. Oi aki vuelvo i todo en siendo reconosiente por el recibo bien fraternal que la Spania acordóme no puedo entendere porké en los foburgos hai tanta giente morta con sanguine. Ke todos parescen spaniolos también i io tuve endenantes una tchica intervenzione de mi parte que fué puchar fasta el posto una carretiya kon un corpo lleno de bujeros en pechos i cabesa ke no tenía remedio y se yamaba tantos de Ponce de Toledo y parescía talmente un Eskenazim de Budapest por la colore i las faiciones, más ke era por el nombre uno de l’aristocrazia como Torquemada i Sisneros. Es amargo, ma la pura berdade. ¿No sería esta rasón de la sua decadensia de Spania tanta sánguine por parolas sin lavoro nenguno por el bien de la comunitade?». 

Leyendo estas páginas no puedo menos de reír. Este judío a su manera dice la verdad. Su verdad no es la mía, pero todo hay que tenerlo en cuenta para acercarse al panorama de entonces, que es lo que trata de hacer la OMECC con todos sus especialistas ambulantes.

Ramón J. Sender 
Los cinco libros de Ariadna

Restos de un templo romano en las calles de Córdoba

 Restos de un templo romano en las calles de Córdoba

17 diciembre 2020

17 de diciembre

El héroe de esta novela lleva ganado un día sobre los demás hombres porque ha hecho el viaje de occidente a oriente, al revés que nosotros. Los pasajeros del Franconia vamos de oriente a occidente, o sea siguiendo el aparente curso del sol. Pero como éste viaja más aprisa que nosotros, cada día perdemos una hora. 

Ya llevamos perdidas, con arreglo al meridiano inglés de Greenwich, que es el que rige la vida del mar, unas doce horas desde que emprendimos nuestro viaje, y de continuar así, al haber dado la vuelta entera a la tierra, nos ocurriría lo que a Sebastián Elcano y sus compañeros en la primera circunnavegación del planeta. Cuando hambrientos y con la nave destrozada tocaron estos héroes en las islas de Cabo Verde, vieron con asombro que los habitantes del país vivían en un jueves, cuando ellos, según el diario de a bordo, estaban todavía en un miércoles. 

En igual confusión nos veríamos nosotros, si las leyes modernas que regulan la vida marítima no hubiesen establecido una costumbre para corregir tal desarreglo. Cuando en las cercanías de Hawai se llega al meridiano 180, antípoda del meridiano de Greenwich, si el buque va hacia Asia los tripulantes suprimen un día, y si viene hacia América, o sea en dirección contraria, viven un mismo día dos veces. 

Por eso yo tengo en mi existencia un día que no he vivido, una semana que careció de lunes. El 17 de diciembre de 1923 fue una realidad para todos los habitantes del planeta, menos para los que íbamos en el Franconia. Saltamos del domingo 16 al martes 18, arrancando de una sola vez dos hojas del almanaque. 

En verdad pasamos el meridiano 180 el día 16, pero dicha fecha era domingo, y está admitida una pequeña superchería geográfica en los buques, para que no se perjudique la religiosidad dominical. El domingo es el único día de la semana exento de supresión, evitando de tal modo que los navegantes se vean privados de servicio religioso. 

Al principio no se pensó en esto, y según cuentan las gentes de mar, tal omisión dio motivo a incidentes graciosos. A veces iba en el buque algún reverendo misionero que preparaba cuidadosamente un sermón para el próximo domingo, con el noble propósito de convertir a muchos pecadores y pecadoras, compañeros suyos de viaje. Y al levantarse en la mañana de dicha fecha, se enteraba con asombro de que no había domingo, por haber saltado todos, tripulantes y pasajeros, de un sábado a un lunes, y tenía que guardarse su sermón. 

Según nos aproximamos a las costas japonesas va enfriándose la temperatura y se agranda en mi interior una inquietud que viene acompañándome desde Europa.

Vicente Blasco Ibáñez
La vuelta al mundo de un novelista


Córdoba, Posada del Potro

 Córdoba, Posada del Potro,

16 diciembre 2020

16 de diciembre

De Madrid me mandaron me partiese para Nápoles, donde era Virrey el Conde mi señor y, en llegando, me mandó tomase una compañía de infantería española. Díjele cómo yo lo había sido ya cuatro veces; porfióme y toméla, con la cual entré de guarda a su persona. Y de allí a dos meses me envió de presidio a la ciudad de Nola. Y estando allí quieto, una mañana, martes 16 de diciembre, amaneció un gran penacho de humo sobre la montaña de Soma, que otros llaman el Vesubio, y entrando el día comenzó a oscurecerse el sol, y a tronar, y llover ceniza; advierto que Nola está debajo casi del monte, cuatro millas y menos. La gente comenzó a temer, viendo el día noche y llover ceniza, con lo cual comenzaron a huirse de la tierra. Y esa noche fue tan horrenda que me parece no puede haber otra semejante el día del juicio, porque, demás de la ceniza, llovía tierra y piedras de fuego como las escorias que sacan los herreros de las fraguas, y tan grandes como una mano, y mayores y menores; y tras todo esto había un temblor de tierra continuo, que esa noche se cayeron treinta y siete casas, y se sentía desgajar los cipreses y naranjos como si los partiesen con un hacha de hierro. Todos gritaban «¡Misericordia!», que era terror oírlo. El miércoles no hubo día casi, que era menester tener luz encendida. Yo salté en campaña con una escuadra de soldados y traje siete cargas de harina y mandé cocer pan, con lo cual se remediaron muchos de los que estaban fuera de la tierra por no estar debajo de techado. Había en este lugar dos conventos de monjas, las cuales no quisieron salir fuera aunque el Vicario les dio licencia para ello antes que se fuera; los cuales conventos se cayeron y no hizo mal a nadie, porque estaban en el cuerpo de la iglesia rogando a Dios. 

Los soldados de mi compañía casi se levantaron contra mí en esta forma: hicieron su consejo entre ellos, diciendo que viniesen juntos a forzarme saliese de allí, porque el fuego llegaba cerca. Topélos juntos en una calle, que venían a lo dicho, y yo, como los vi, les dije «¿Dónde, caballeros?». Respondió uno «Señor…»; y antes que dijese más, dije yo «Señores, el que se quisiere ir, váyase, que yo no he de salir de aquí hasta que me queme las pantorrillas, que, cuando llegue a ese término, la bandera poco pesa y me la llevaré yo». Con esto no hubo nadie que respondiese. Pasamos este día, unas veces de noche y otras con poco día. Las lástimas eran tantas que no se pueden decir ni exagerar, porque ver la poca gente que había quedado, desmelenadas las mujeres, y las criaturas sin saber dónde meterse y aguardando la noche natural, y que allí caían dos casas, allí otra se quemaba, se deja considerar; y por cualquiera parte que quisiera salir era imposible, porque se hundía en la ceniza y tierra que cayó el jueves por la mañana. Trabajó el elemento del agua, aunque no cesaba el fuego y llover ceniza y tierra, porque nació un río tan caudaloso de la montaña que sólo el ruido ponía terror; un pedazo de él se encaminaba a la vuelta de Nola, y yo tomé treinta soldados y gente de la tierra, con zapas y palos, e hice una cortadura, de suerte que se encaminó por otra parte y dio en dos lugarejos que se los llevó como hormigas, con todo el ganado y bestias mayores que no se pudieron salvar, con que consideré si, cuando los soldados venían a que me fuese, me voy, se anega la tierra.

Alonso de Contreras 
Vida de este capitán

¡A volar!