18 febrero 2010

Del Libro del Buen Amor

1101 Todos amodorrados fueron a la pelea,
pusieron las sus fases, ninguno non platea,
la compaña del mar las sus armas menea,
viniéronse a ferir desiendo todos: «¡Ea!»

1102 El primero de todos que ferió a don Carnal,
fue el puerro cuello albo, e feriolo muy mal,
físole escupir flema, ésta fue grand' señal,
tovo doña Quaresma que era suyo el real.

1103 Vino luego en ayuda la salada sardina,
ferió muy resiamente a la gruesa gallina,
atravesósele en el pico, afogola ayna,
después a don Carnal falsol' la capellina.

1104 Viníen las grandes mielgas en esta delantera,
los berdeles e gibias guardan la costanera:
vuelta es la pelea de muy mala manera,
caía de cada cabo mucha buena mollera.

1105 De parte de Valençia veníen las anguilas
salpresas e trechadas a grandes manadillas,
daban a don Carnal por medio de las costillas,
las truchas de alberche dábanle en las mexillas.

1106 Ay andaba el atún como un bravo león,
fallose con don Tosino, díxole mucho baldón,
si non por doña Ceçina que l' desvió el pendón,
diéranl' a don Ladrón por medio del coraçón.

1107 De parte de bayona veníen muchos caçones,
mataron las perdiçes, castraron los capones,
del río de Enares venían los camarones,
fasta en Guadalquivil ponían sus tendejones.

1108 Allí con los lavancos lidian barvos et peçes,
dis' la pixota al puerco: «¿Dó estás, que non paresçes?
»Si ante mí te paras, darte he lo que mereçes,
»ençiérrate en la mesquita, non vayas a las preses.»

1109 Allí vino la lija en aquel desbarato,
traía muy duro cuero con mucho garabato,
et a costados e a piernas dávales negro rato,
ansí trabava d'ellos como si fuese gato.

1110 Recudieron del mar, de piélagos e charcos
compañas mucho estrañas e de diversos marcos,
traían armas muy fuertes, e ballestas, e arcos:
más negra fue aquésta que non la de Larcos72.

1111 De Sant Ander vinieron las bermejas langostas,
traían muchas saetas en sus aljabas postas,
fasían a don Carnal pagar todas las costas,
las plasas, que eran anchas, fasíansele angostas.

1112 Fecho era el pregón del año jubileo,
para salvar sus almas avían todos deseo,
quantos son en la mar vinieron al torneo,
arenques et besugos vinieron de Bermeo.

1113 Andava y la utra con muchos combatientes,
feriendo e matando de las carnosas gentes,
a las torcasas matan las sabogas valientes,
el delfín al buey viejo derribole los dientes.

1114 Sábalos et albures et la noble lamprea
de Sevilla et de Alcántara venían a levar prea,
sus armas cada uno en don Carnal emprea,
non le valía nada de çeñir la correa.

1115 Bravo andava el sollo, un duro villanchón,
tenía en la su mano grand' maça de un trechón,
dio en medio de la fruente al puerco e al lechón,
mandó que los echasen en sal de Villenchón73.

1116 El pulpo a los pavones non les dava vagar,
nin a los faysanes non dexava volar,
a cabritos et a gamos queríalos afogar,
como tiene muchas manos, con muchos puede lidiar.

1117 Allí lidian las ostras con todos los conejos,
con la liebre justavan los ásperos cangrejos,
d'ella e d'ella parte danse golpes sobejos,
de escamas et de sangre van llenos los vallejos.

1118 Allí lidia el conde de Laredo muy fuerte,
congrio, çeçial, e fresco mandó mala suerte
a don Carnal seguiendo, llegándol' a la muerte,
está mucho triste, non falla que l' confuerte.

1119 Tomó ya quanto esfuerço e tendió su pendón,
ardís et denodado fuese contra don Salmón.
De Castro de Urdiales llegaba esa saçón,
atendiole el fidalgo, non le dixo de non.

1120 Porfiaron grand' pieça, e pasaron grand pena,
si a Carnal dexaran, diéral' mal estrena,
mas vino contra él la gigante ballena,
abrazose con él, echolo en la arena.

1121 Las más de sus compañas eran ya fallesçidas,
muchas d'ellas murieron, et muchas eran foídas,
pero ansí apeado fasía grandes acometidas,
defendiose quanto pudo con manos enfraqueçidas.

1122 Como estaba ya con muy pocas compañas,
el jabalín et el çiervo fuyeron a las montañas,
todas las otras reses fuéronle muy estrañas,
los que con él fincaron, non valían dos castañas.

1123 Si non fuese la çeçina con el grueso toçino,
que estaba amarillo de días mortesino,
que non podía de gordo lidiar sin el buen vino
estaba muy señero, çecado e mesquino.

1124 La mesnada del mar físose un tropel,
fincaron las espuelas, dieron todos en él,
non lo quisieron matar, hobieron duelo d'él,
a él e a los suyos metieron en un cordel.

1125 Troxiéronlos atados porque non escapasen,
diéronlos a la dueña ante que se aforrasen,
mandó luego la dueña, que a Carnal guardasen,
et a doña Ceçina con el toçino colgasen.

1126 Mandolos colgar altos bien como atalaya,
et que a descolgallos ninguno y non vaya,
luego los enforcaron de una viga de faya,
el sayón iba desiendo: «Quien tal fiso tal haya.»

1127 Mandó a don Carnal, que guardase el ayuno,
et que lo toviesen ençerrado a do non lo vea ninguno,
si non fuese doliente o confesor alguno,
et que l' diesen a comer al día manjar uno.

12 febrero 2010

Pepita Jiménez de Don Juan Valera

pepita jiménez de don juan valera
Pepita dijo:
-¿Persiste Vd., pues, en su propósito? ¿Está usted seguro de su vocación? ¿No teme Vd. ser un mal clérigo? Sr. D. Luis, voy a hacer un esfuerzo; voy a olvidar por un instante que soy una ruda muchacha; voy a prescindir de todo sentimiento, y voy a discurrir con frialdad, como si se tratase del asunto que me fuese más extraño. Aquí hay hechos que se pueden comentar de dos modos. Con ambos comentarios queda Vd. mal. Expondré mi pensamiento. Si la mujer que con sus coqueterías, no por cierto muy desenvueltas, casi sin hablar a Vd. palabra, a los pocos días de verle y tratarle, ha conseguido provocar a Vd., moverle a que la mire con miradas que auguraban amor profano, y hasta ha logrado que le dé Vd. una muestra de cariño, que es una falta, un pecado en cualquiera y más en un sacerdote; si esta mujer, es, como lo es en realidad, una lugareña ordinaria, sin instrucción, sin talento y sin elegancia, ¿qué no se debe temer de Vd. cuando trate y vea y visite en las grandes ciudades a otras mujeres mil veces más peligrosas? Usted se volverá loco cuando vea y trate a las grandes damas que habitan palacios, que huellan mullidas alfombras, que deslumbran con diamantes y perlas, que visten sedas y encajes y no percal y muselina, que desnudan la cándida y bien formada garganta y no la cubren con un plebeyo y modesto pañolito, que son más diestras en mirar y herir, que por el mismo boato, séquito y pompa de que se rodean son más deseables por ser en apariencia inasequibles, que disertan de política, de filosofía, de religión y de literatura, que cantan como canarios, y que están como envueltas en nubes de aroma, adoraciones y rendimientos, sobre un pedestal de triunfos y victorias, endiosadas por el prestigio de un nombre ilustre, encumbradas en áureos salones o retiradas en voluptuosos gabinetes, donde entran sólo los felices de la tierra; tituladas acaso, y llamándose únicamente para los íntimos Pepita, Antoñita o Angelita, y para los demás la Excma. Señora Duquesa o la Excma. Señora Marquesa. Si Vd. ha cedido a una zafia aldeana, hallándose en vísperas de la ordenación, con todo el entusiasmo que debe suponerse, y, si ha cedido impulsado por capricho fugaz, ¿no tengo razón en prever que va Vd. a ser un clérigo detestable, impuro, mundanal y funesto, y que cederá a cada paso? En esta suposición, créame usted, Sr. D. Luis y no se me ofenda, ni siquiera vale Vd. para marido de una mujer honrada. Si usted ha estrechado las manos, con el ahínco y la ternura del más frenético amante, si Vd. ha mirado con miradas que prometían un cielo, una eternidad de amor, y si Vd. ha... besado a una mujer que nada le inspiraba sino algo que para mí no tiene nombre, vaya Vd. con Dios, y no se case Vd. con esa mujer. Si ella es buena, no le querrá a Vd. para marido, ni siquiera para amante; pero, por amor de Dios, no sea Vd. clérigo tampoco. La Iglesia ha menester de otros hombres más serios y más capaces de virtud para ministros del Altísimo. Por el contrario, si Vd. ha sentido una gran pasión por esta mujer de que hablamos, aunque ella sea poco digna, ¿por qué abandonarla y engañarla con tanta crueldad? Por indigna que sea, si es que ha inspirado esa gran pasión, ¿no cree Vd. que la compartirá y que será víctima de ella? Pues qué, cuando el amor es grande, elevado y violento, ¿deja nunca de imponerse? ¿No tiraniza y subyuga al objeto amado de un modo irresistible? Por los grados y quilates de su amor debe usted medir el de su amada. ¿Y cómo no temer por ella si Vd. la abandona? ¿Tiene ella la energía varonil, la constancia que infunde la sabiduría que los libros encierran, el aliciente de la gloria, la multitud de grandiosos proyectos, y todo aquello que hay en su cultivado y sublime espíritu de Vd. para distraerle y apartarle, sin desgarradora violencia, de todo otro terrenal afecto? ¿No comprende Vd. que ella morirá de dolor, y que Vd., destinado a hacer incruentos sacrificios, empezará por sacrificar despiadadamente a quien más le ama?
pepita jiménez de don juan valera

Serie: azulejos