LA DEMANDA DEL SANTO GRAAL - Cómo Lanzarote Se Volvió A La Corte Del Rey Artús Y De Lo Que Allí Ocurrió (4/...)
Entonces se va Lanzarote junto con sus compañeros; cabalgan todos hasta llegar a Camaloc a la hora de tercia; el rey había ido al monasterio para oír misa, acompañado de numerosos nobles. Cuando llegaron los tres primos, descabalgaron en el patio y subieron a la sala de arriba. Entonces empezaron a hablar del niño que Lanzarote había nombrado caballero; Boores dijo que no había visto nunca a nadie que se pareciese tanto a Lanzarote como aquél. «Y ciertamente -añadió-, creería que éste es Galaz, el que fue engendrado en la hermosa hija del Rico Rey Pescador, pues de manera asombrosa se parece a ese linaje y al nuestro.» «En verdad -dijo Lionel-, bien creo que lo sea, pues se asemeja mucho a mi señor.» Largo rato hablaron de este tema por ver si lograban sacar algo de la boca de Lanzarote, pero en ningún momento contestó éste, por ahora.
Al dejar de hablar de esto, dirigieron la mirada a los asientos de la Tabla Redonda y encontraron escrito en cada uno de ellos: AQUI DEBE SENTARSE FULANO. Fueron mirando así todos los lugares hasta que llegaron al sillón que se llamaba el Asiento Peligroso. Allí encontraron letras recién escritas, al parecer. Leyeron las letras que decían: 454 AÑOS HAN PASADO DESDE LA PASION DE JESUCRISTO; EL DIA DE PENTECOSTES DEBE ENCONTRAR DUEÑO ESTE ASIENTO. Al ver estas letras se dicen los unos a los otros: «Por nuestra fe, ¡he aquí una aventura maravillosa!» «En nombre de Dios -dijo Lanzarote-, el que quiera sacar la cuenta desde la Resurrección de Nuestro Señor hasta ahora, hallaría, al menos así lo creo, que hoy debe ser ocupado este puesto, ya que es la Pentecostés del año 454. Bien desearía que nadie de los que vengan hoy viera estas letras, pues debe someterse a esta aventura.» Dicen que lo ocultarán a la vista: hacen traer un velo de seda y lo echan por encima del asiento para ocultar las letras.
Al volver el rey del monasterio vio que Lanzarote había regresado y que había traído consigo a Boores y Lionel, lo cual le alegró mucho; les dio la bienvenida. Entonces comenzó la fiesta, grande y maravillosa, pues los compañeros de la Tabla Redonda estaban muy contentos con el regreso de los dos hermanos.
Galván les pregunta cómo les había ido desde que marcharon de la corte, a lo que ellos responden: «Bien, gracias a Dios», ya que estuvieron siempre sanos y salvos. «En verdad -continúa Galván-, eso me agrada mucho.» Grande es la alegría que los de la corte tienen por Boores y Lionel, pues hacía mucho que no les habían visto.
El rey ordena que sean colocados los manteles, porque ya es hora de comer, al menos eso cree. «Señor -dice Kay, el senescal-, si os sentáis a comer me parece que quebraríais la costumbre que hasta aquí habéis mantenido: hemos visto que vos, en las fiestas solemnes, no os sentabais a la mesa sin que hubiese ocurrido en la corte una aventura ante todos los nobles de vuestro séquito.» «Cierto, responde el rey; Kay, decís verdad; yo he mantenido siempre esta costumbre y la mantendré aún cuanto tiempo pueda, pero tenía tanto gozo de que Lanzarote y sus primos hayan vuelto a la corte sanos y salvos que no me había acordado de la costumbre.» «Por eso os lo recuerdo», dice Kay.
Al dejar de hablar de esto, dirigieron la mirada a los asientos de la Tabla Redonda y encontraron escrito en cada uno de ellos: AQUI DEBE SENTARSE FULANO. Fueron mirando así todos los lugares hasta que llegaron al sillón que se llamaba el Asiento Peligroso. Allí encontraron letras recién escritas, al parecer. Leyeron las letras que decían: 454 AÑOS HAN PASADO DESDE LA PASION DE JESUCRISTO; EL DIA DE PENTECOSTES DEBE ENCONTRAR DUEÑO ESTE ASIENTO. Al ver estas letras se dicen los unos a los otros: «Por nuestra fe, ¡he aquí una aventura maravillosa!» «En nombre de Dios -dijo Lanzarote-, el que quiera sacar la cuenta desde la Resurrección de Nuestro Señor hasta ahora, hallaría, al menos así lo creo, que hoy debe ser ocupado este puesto, ya que es la Pentecostés del año 454. Bien desearía que nadie de los que vengan hoy viera estas letras, pues debe someterse a esta aventura.» Dicen que lo ocultarán a la vista: hacen traer un velo de seda y lo echan por encima del asiento para ocultar las letras.
Al volver el rey del monasterio vio que Lanzarote había regresado y que había traído consigo a Boores y Lionel, lo cual le alegró mucho; les dio la bienvenida. Entonces comenzó la fiesta, grande y maravillosa, pues los compañeros de la Tabla Redonda estaban muy contentos con el regreso de los dos hermanos.
Galván les pregunta cómo les había ido desde que marcharon de la corte, a lo que ellos responden: «Bien, gracias a Dios», ya que estuvieron siempre sanos y salvos. «En verdad -continúa Galván-, eso me agrada mucho.» Grande es la alegría que los de la corte tienen por Boores y Lionel, pues hacía mucho que no les habían visto.
El rey ordena que sean colocados los manteles, porque ya es hora de comer, al menos eso cree. «Señor -dice Kay, el senescal-, si os sentáis a comer me parece que quebraríais la costumbre que hasta aquí habéis mantenido: hemos visto que vos, en las fiestas solemnes, no os sentabais a la mesa sin que hubiese ocurrido en la corte una aventura ante todos los nobles de vuestro séquito.» «Cierto, responde el rey; Kay, decís verdad; yo he mantenido siempre esta costumbre y la mantendré aún cuanto tiempo pueda, pero tenía tanto gozo de que Lanzarote y sus primos hayan vuelto a la corte sanos y salvos que no me había acordado de la costumbre.» «Por eso os lo recuerdo», dice Kay.